José Martín Alustiza Madinabeitia

Don Tancredo en el frontón

Iker Irribarria, que salía como favorito en las apuestas de la final del manomanista que se jugó este pasado domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao, adoptó como táctica para restar los saques de Bengoetxea VI la de Don Tancredo.

Don Tancredo fue una figura cómico-patética que saltó a los ruedos a principios del siglo pasado.

Su actuación consistía en situarse inmovil sobre un pedestal en medio de la plaza, vestido de blanco y con la cara empolvada, también de blanco, a esperar a que en la salida del toro, éste se acercase, olisquease la estatua y ante su inmovilidad, después de una tensa espera, la abandonase indemne ante la perplejidad y asombro de los espectadores. Aunque algunas veces el truco no funcionaba y salia mal parado del lance.

Esto se reseña en las crónicas taurinas de los primeros años de 1900, Picasso lo reflejó en un cuadro e incluso don Pio Baroja dejó constancia de su existencia en su novela costumbrista “La Busca” retrato del ambiente madrileño de la época, sin embargo nunca se había dado en un frontón hasta éste último fin de semana.

Iker Irribarria, que salía como favorito en las apuestas de la final del manomanista que se jugó este pasado domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao, adoptó como táctica para restar los saques de Bengoetxea VI la de Don Tancredo, esto es, posicionarse en medio del frontón a la altura del cuadro 5, para desde esa posición y de aire intentar devolver los saques. De partida vale el intentarlo, pero no le dió resultado. Los saques envenenados de Oinatz le sobrepasaban por izquierda y derecha. Lo normal hubiera sido variar la estrategia e intentar restar a bote, aprovechando sus portentosas facultades. Pero no lo hizo y persistió en su táctica suicida. ¡Que mas quería el leitzarra! Listo como pocos para aprovechar los errores del adversario, le enredó y aprovechando las facilidades que se le daban, se llevó el partido y la «txapela». Zorionak Oinatz!!

Supongo que la labor del «botillero», viendo desde la contracancha los desajustes de su pupilo, debe ser intentar corregirlos. No sé si lo intentó, pero lo que está claro es que la estrategia tancrediana de restar los saques no varió y por ahí se decantó el partido, pues al estar mal colocado, se veía siempre superado, intentando llevarla a buena en mala postura y entregando mucha pelota.

Si en las escuelas de pelota se visionaran los partidos del campeonísimo Julian Retegui, Retegui II, los chavales aprenderían a echar una mirada rápida (una milésima de segundo es suficiente, Oinatz lo hizo) para ver la posición en la que se encuentra el contrario antes de darle a la pelota y con esa información jugarla donde mas daño le pueda hacer. Cansa ver series de pelotazos a la zaga, cuando una dejada adelante o u dos paredes (bien ejecutados, por supuesto) resulta mas eficaz y hace el partido mucho mas vistoso. Igualmente, venderse en una dejada por no saber la posición del rival, que puede estar encima, igualmente, es muy lamentable.

La forma de jugar el mano a mano ha variado mucho en los últimos veinte años. Ahora se juega fundamentalmente de aire, bien sea de sotamano o de volea. En mi opinión, éste cambio lo propiciaron zagueros poderosos como Fernando Arretxe, Abel Barriola y Patxi Ruiz (éste también de botepronto o botivolea), que para defenderse de los delanteros (con mas recursos para terminar el tanto), se colocaban en el centro de la cancha, para restar de aire si el pelotazo iba a la zaga o alcanzarla si era una dejada.

Hay una forma de contrarestar ésta táctica y es cruzar la pelota. La pared es un buen aliado del que domina el tanto y ataca a pelotazos, dificulta mucho el resto. El no percatarse de ello (ni él, ni su «botillero») le costó la «txapela» a Aitor Elkoro en la final que el año 1997 jugó contra Fernando Arretxe, cuando éste ya empezaba a dar síntomas de cansancio. Se defendió como pudo de aire en el cuadro 4 de los mangazos que le enviaba Aitor: pero le llegaban francos, sin arrimarse a la pared y en consecuencia menos complicados de restar. Aguantó el chaparrón y acabó llevándose la txapela.

Irribarria, salvo en los saques, en el peloteo tampoco cruzó la pelota y así no hay forma de ganarle al un rocoso Bengoetxea.

En fin, en mi opinión, muy mal partido el jugado por Iker, e incomprensiblemente sin enmendar los fallos, aunque por lo que pagué no puedo exigir mas. Desde el sillón delante del televisor, yo sólo perdí el pasámelo bien la hora que duró el partido.

No cuentan las crónicas de la tauromaquia, si en las exhibiciones de Don Tancredo los espectadores hacían apuestas sobre el resultado final de la actuación. Si el toro pasaba de la estatua o arremetía contra ella.


(*) Nada que ver con el ex-pelotari profesional, ni familiar lejano, de  Martín ALUSTIZA TELLERIA

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