Donostia-San Sebastián ¿Capital Europea de la Cultura?
«Si tuviéramos que volver a construir la Comunidad Europea, habría que empezar por la Cultura». (Jean Monet) «Si desperdiciamos o despreciamos nuestro patrimonio cultural común, no habrá organización o proyecto ideado por las mentes más ingeniosas capaz de ayudarnos o de unirnos». (T.S. Elliot)
Desde sus comienzos, el proyecto de la Unión Europea se ha desarrollado en su mayor parte al margen de la cultura. Aunque el sentido y los objetivos del movimiento europeo eran en principio más amplios, la edificación de una Europa unida se ha centrado casi exclusivamente en aspectos jurídicos, económicos e institucionales, que no han logrado la esperada identificación de los ciudadanos con el proyecto europeo.
El continuo crecimiento de movimientos y partidos que se declaran «antieuropeistas» por su disconformidad con las políticas sociales y económicas de la Unión, evidencia que la idea de Europa no termina de calar en la conciencia de los europeos y que la cultura, la identidad, es la que puede servir para este fin.
Para la izquierda, la identidad europea común deviene de unas prácticas políticas y cívicas compartidas, de unas organizaciones civiles e instituciones fuertes, y de la adhesión a diferentes opciones culturales que no tienen que ser específicamente europeas. Según esta visión los límites de la comunidad deben ser principalmente una cuestión política, no cultural, lo que en la práctica supone que países no europeos como Turquía puedan formar parte de la Unión.
Los liberales por su parte, creen que la «identidad europea» podría surgir como consecuencia de la intensificación de los intercambios civiles, políticos, culturales, y de la cooperación. La identidad europea abarcaría según ellos, múltiples significados continuamente redefinidos a través de sus relaciones con los demás. Por tanto, sería erróneo e imposible fijar las fronteras de la UE. Este punto de vista, según sus críticos, sobre-enfatiza la capacidad de las personas para adaptarse a un mundo en continuo cambio y subestima su intrínseca necesidad de estabilidad y seguridad. Una diversidad excesiva puede debilitar la democracia interna y los vínculos comunitarios ya establecidos.
El Grupo Popular Europeo por su parte, defiende la opinión de que además de la reconocida universalidad de derechos y valores, la democracia y el imperio de la ley desarrollados a partir de la herencia cristiana de Europa, esta ha sabido conservar un patrimonio cultural compartido que constituye el principal referente de la cultura Europea y el mejor vínculo entre sus naciones. El sentido de pertenencia a un proyecto europeo sólo puede basarse según esta opción, en unos valores culturales y unas convicciones ya determinadas, en base a las que «ya es hora» de definir las fronteras de la UE.
A pesar de estas diferencias, todos consideran indispensable reforzar la dimensión europea y su identidad en materias como la historia, las artes, y las letras, a través de una progresiva valoración del patrimonio cultural común. Y es con este propósito que el Consejo de Europa promueve la idea de la Cultura Europea mediante un amplio programa que incluye la manifestación de la Capitalidad Europea de la Cultura.
Teniendo en cuenta la frecuente utilización política de este tipo de eventos, y el fácil recurso a los programas generalistas con los que a menudo se enmascara la ausencia de proyectos y compromisos reales y concretos con la ciudad y su patrimonio cultural, el Consejo de Europa establece una serie de cuestiones fundamentales que deben abordar las ciudades-capitales: «la promoción de las corrientes culturales comunes en cuya formación la ciudad haya desempeñado un papel importante así como de las personalidades y acontecimientos que hayan marcado su historia y su cultura, la valoración de su patrimonio histórico y su arquitectura, el desarrollo de iniciativas en materia de acceso y sensibilización al patrimonio, del turismo cultural, y la creación de empleo mediante una gestión duradera del patrimonio cultural».Así lo han entendido y realizado todas las demás capitales culturales, asumiendo como eje de sus proyectos, la rehabilitación urbanística, y la protección y puesta en valor de su Patrimonio Edificado.
Sin embargo, «la oficina de la Capitalidad» de San Sebastián, ignorando la mayoría de estos principios y objetivos, presenta un programa basado en las mismas cuestiones políticas y sociales no específicamente europeas, que la Unión Europea ya aborda en otros proyectos, y que se han comprobado ineficaces para construir una identidad común: la convivencia, la reconciliación, las lenguas minoritarias, la igualdad, la liberación sexual, la paz, la vida saludable, el medioambiente, en las que fundamenta San Sebastián su propuesta, son asuntos completamente ajenos al fin y al sentido de la «Capitalidad Cultural», y nada tienen que ver con la cultura de Europa, que este evento trata de potenciar como factor de unión entre sus pueblos y naciones.
La arquitectura, como la máxima expresión del arte y la cultura, tiene en nuestra ciudad un modelo de diseño que cuenta con magníficos ejemplos de los distintos movimientos y estilos que han configurado la cultura Europea a lo largo de los últimos siglos, y cuyo valor como una de sus más relevantes señas de su identidad local y europea, los responsables de «la Capitalidad» ni siquiera mencionan en su programa.
Al contrario, en lugar de conservar y ampliar las cualidades urbanas de San Sebastián, y de proteger su excepcional patrimonio edificado, este se sigue destruyendo con operaciones como la del Cerro San Bartolomé, la Estación del Norte o el Puerto, el expolio de nuestros Palacios, la desfiguración de los edificios históricos con desproporcionadas adiciones en altura (Tabacalera, hotel Londres...), o la empobrecedora reestructuración de nuestras más bellas plazas y jardines (Zuloaga, Bretxa, J. Cousteau, Reina Regente).
Dar un uso cultural al «Bellas Artes», rehabilitar como espacios museísticos los palacios de Miramar, Duque de Mandas y Aiete, la redacción de un Plan Especial del Patrimonio por parte de un equipo independiente, e iniciar un programa general de recuperación del patrimonio histórico-artístico de la ciudad, si podría contribuir a conformar un verdadero proyecto cultural, digno de una Capital Europea de la Cultura.