Iñaki Urdanibia

Dura lex, sed lex

En este caso, y estoy refiriéndome al asesinato de Santi Coca, que se ha juzgado este lunes, día 20, la ley no es que sea dura, sino durísima, larguísima y carísima.

Aun siendo consciente de que lo que digo no sirve mayormente para nada, al menos sí que sirve, entre otras cosas por coherencia personal y moral, en gritar cuando uno se siente pisado. Aplíquese aquello que dijese Voltaire de que seguiré diciendo lo mismo hasta que no cambiéis de posición; estando seguro de que nadie va a cambiar de postura, ni opinión.

Lo dicho en el primer párrafo ha de interpretarse, aunque cualquier que conozca el asunto estará de acuerdo con lo que digo, que no responde a más que a la verdad pura, amén que la ley es dura, sobre todo cuando recae sobre la víctima: en esta caso, es obvio, que es Fátima, la madre de Santo Coca, su hijo Iker y, por extensión, la familia y amigos, además de cualquiera que se incline por estar contra la violencia y la infamia. No hace falta que haga constar que lo que digo, no hace sino mostrar mi absoluta coincidencia con lo que Fátima ha expresado en sus últimas apariciones en diferentes medios de comunicación.

Tras el brutal apaleamiento entre varios, concluido con una bestial patada en la cabeza cuando Santi ya estaba yacente, sucedió en abril de 2019; desde entonces han transcurrido más de cuatro años. Y el juicio se ha atrasado, la última vez debido a la fuga del mayor acusado. Tanto este desalmado como sus compinches fueron dejados en libertad provisional, pues no se veía peligro de fuga... que los dioses conserven la vista o se la otorguen a este previsor juez... desde luego, no actúo con la visión de un Isaías.

Así pues, la lentitud del procesamiento es tipo tortuga coja, lo que obviamente supone sufrimiento y angustia para los familiares. A esto han de añadirse las circunstancias relacionadas con los estudios forenses: el primer forense fallece, desgraciadamente, antes de finalizar su trabajo; la autopsia, primera, dicta que entre la paliza y la muerte no se da relación causal sino relación de coincidencia o contigüidad: es decir, la paliza coincide con la muerte y la muerte coincide con la paliza, así, sin más. La segunda autopsia, que da por pensar que responde más a la realidad y sucesión de los hechos, es que sí hubo relación directa entre lo uno y lo otro.

A la dolorosa y larga espera, o desesperación, ha de añadirse que la justicia resulta francamente cara, cuestión realmente llamativa, por usar términos suaves, cuando quien ha sido víctima de la violencia grupal a la que fue sometido un hijo y hermano, haya de gastarse un pastizal en abogados, autopsias, y otras cuestiones relacionadas con la aclaración de los hechos... ¡Y no sigo! Y no lo hago, ya que no deseo repetirme, además de que la verdad por más que se repita no es más verdad, sino que es la verdad.

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