Igor Meltxor
Escritor y Analista politico

Egin y los colaboradores necesarios

Estos días se cumplen 38 años del nacimiento de Egin, y a su vez, este verano recordábamos los 18 años de su cierre. El juez Garzón, bajo las órdenes del ministro de Interior, Mayor Oreja, daban un golpe a la libertad de expresión en Euskal Herria aquel verano de 1998. Unos ejecutaron el cierre pero otros ya se habían encargado de allanarles el terreno años atrás.

A muchos nos vino a la memoria el «decreto contra el separatismo» de 1923, promulgado por la dictadura de Primo de Rivera. Por aquel entonces, los militantes jeltzales de ‘Aberri’, liderados por Eli Gallastegi, sufrían la represión de la dictadura, mientras que sus compañeros de la ‘Comunión Nacionalista’ miraban para otro lado. Lo mismo que sucedió en 2003 con la ilegalización de la izquierda abertzale. Aquel decreto clausuró el periódico ‘Aberri’, órgano de expresión del grupo de Gallastegi, mientras el semanario ‘Euzkadi’ obtenía la complacencia de la dictadura para seguir publicando, una vez que cedieron a la petición de no publicar nada en euskara. Así pues, la historia volvía a repetirse.

El dia 22 de noviembre de 1993, ETA mataba al sargento de la Ertzaintza, Joseba Goikoetxea, atentado que desencadenaría el inicio de un camino emprendido por el PNV contra toda la izquierda independentista, y que a corto y largo plazo, daría sus frutos. Goikoetxea había sido denunciado desde las páginas del diario Egin en diferentes informaciones realizadas por el equipo de investigación dirigido por Pepe Rei. La maquinaria mediática y policial del PNV, comandada por Atutxa, se puso en marcha y comenzó una dura campaña contra el diario que pronto tendría sus consecuencias. El ministro Corcuera y el lehendakari Ardanza, alzaban la voz al unísono para solicitar el cierre inmediato de Egin, un sueño que vieron hecho realidad cinco años después. En concreto el exlehendakari afirmaba que la «desaparición de Egin sería un favor para la higiene democrática» (24 noviembre 1993). El justiciero Atutxa, uno de los políticos más queridos en el Estado en aquellos años, pedía «el ahogo económico y el boicot institucional» (25 noviembre 1993). La operación policial estaba servida y solo una semana después, efectivos de la policia del PNV irrumpían en la redacción de Hernani y la delegación de Bilbo, con una orden judicial dictada por el juez Bueren, y que tenía el sello personal de Atutxa.

Lo sucedido en el verano de 1998 con el cierre de Egin fue el epílogo de un guión auspiciado y amparado por el aparato politico-mediático del PNV durante años. De poco valen las actitudes posteriores de algunas plañideras jeltzales criticando el cierre y abogando por la libertad de expresión, cuando durante años habían colaborado gustosamente para que tropelías, como el cierre de medios de comunicación, se llevaran a cabo en un hipotético Estado democrático.
Poco antes de que la Ertzaintza irrumpiera en la redacción de Egin, como elefante en una cacharrería, el policia Atutxa, lanzaba deleznables acusaciones contra el diario y sus trabajadores: «lo que escriben ciertos profesionales de ese periódico perjudica directamente a los ciudadanos que leen sus articulos», para posteriormente apostillar que «soy partidario del pluralismo y de la libertad de expresión, siempre y cuando se respete la barrera que separa lo lícito de lo ilícito o manipulado». No se conformaba con tratar de publicitar un boicot contra Egin, sino que iba más allá y se atrevía a anunciar las futuras actuaciones que, a su juicio, debían llevarse a cabo contra el diario, y citaba tres formas de actuación: «Primero, una actuación drástica, gubernativa. Segundo, una actuación judicial, nunca descartable. La tercera, y la que prefiero, es la respuesta de la propia sociedad, su renuncia y rechazo, a través de la no adquisición del diario y la no inserción de publicidad». Por desgracia, las dos primeras se cumplieron a raja tabla cinco años después, gracias, entre otros, a lideres jeltzales como Atutxa, pero lo que no consiguieron fue el rechazo de la sociedad que tanto anhelaban, ya que tras el cierre de Egin miles de personas inundaron las calles de Euskal Herria derrochando solidaridad con todos los trabajadores despedidos, y que un año después, gracias a las aportaciones de numerosas personas posibilitaron la creación de un nuevo diario que vería la luz en enero de 1999, con el nombre de GARA.

La vileza de Atutxa nunca tuvo limite y, tan solo una semana después y con el cuerpo aún caliente del sargento Goikoetxea, arremetía como el mayor de los villanos contra Egin: «Yo digo con tristeza pero con total convicción que aquel que estuviera insertando publicidad en ese medio, está adquiriendo una participación de la bala que Goikoetxea tenía alojada en su cuerpo» (1 diciembre 1993). Palabras que en cualquier democracia plena, podrían llegar a ser constitutivas de delito.

El 24 de agosto de 1994, el periodista Pepe Rei daría con sus huesos en la carcel tras ser acusado de «colaboración con banda armada». El PNV veía como una de las personas que más habia trabajado e investigado el tan complicado entramado politico-policial e incluso empresarial del partido, era por fin apresado para regocijo de los políticos profesionales de Sabin Etxea. Un estorbo menos, pensaron. Aunque solo unos meses después, el periodista gallego fue puesto en libertad provisional bajo fianza. Tras la detención del periodista, Atutxa declararía que, «los demócratas siempre nos alegramos de poner a disposición judicial a un presunto delincuente, en este caso a Jose Benigno Rei», para después jactarse de que «la detención había demostrado que la actuación de la Policía vasca no se hace a humo de pajas».

Ese mismo año, tanto el ministro Belloch, como el dócil parlamentario español, Iñaki Anasagasti, uno de los mayores exponentes del «abertzalismo virtual», atacaban con especial dureza al diario Egin. A su vez, el PNV advertía en un comunicado que «gentes vascas podrían actuar contra la izquierda abertzale» (24 noviembre 1994). ¿Amenazas? o ¿triste realidad?. El anuncio del PNV, por impactante que pareciera, no suponia ninguna novedad, ya que los miembros de la Ertzaintza llevaban tiempo actuando contra ciudadanos vascos en una espiral represiva que iba en aumento. Mientras tanto el Gobierno de Lakua, enfrascado en su particular cruzada contra el diario Egin, recibía la noticia de parte del TSJPV, que le condenaba por sexta vez por discriminar al diario abertzale. Las ocho sentencias acumuladas en contra del Gobierno vascongado por su continuo boicot institucional a Egin (26 febrero 1995), no parecían tener la mayor repercusión en un Ejecutivo que semanas más tarde anunciaba que estaba dispuesto a «agotar todas las vias legales antes de insertar propaganda en Egin» (4 abril 1995).

El atentado de ETA contra el ertzaina y militante del PNV, Ramón Doral (5 marzo 1996), sería una disculpa más para que el partido jeltzale pusiera a engrasar toda su maquinaria con el objetivo de provocar el aislamiento de la izquierda abertzale. Los jovenes del PNV, enrolados en EGI, pronto pasaron a la acción, empapelando las paredes de los pueblos de Euskal Herria con insultantes y calumniadores pasquines contra, una vez mas, el diario Egin y su equipo de investigación: «Pepe Rei apunta, ETA dispara». El periodista gallego habia realizado investigaciones sobre la Ertzaintza y el nombre de Doral aparecía en algunas de ellas, por todo ello, el PNV veía de nuevo en Pepe Rei, la disculpa perfecta para continuar su cruzada difamadora contra el diario y sus trabajadores. A los pocos dias de enterrar a uno de sus militantes, el PNV decidía dar un empuje a su particular proceso de construcción nacional, firmando en Madrid un pacto de legislatura con el nuevo Gobierno del PP de Aznar.

La fijación del PNV con Egin volvió a quedar de manifiesto con ocasión de la detención de dos de sus redactores, Fernando Alonso y Andoni Murga (18 agosto 1996). Los ataques contra el diario eran cada vez más virulentos y personajes como Atutxa aprovechaban cualquier circunstancia para arremeter contra un medio de comunicación que día tras día resistía estoicamente las calumnias y difamaciones constantes: «Egin es como una pequeña bomba de amonal (…). Todas las mañanas explota una pequeña bomba, de unos cincuenta gramos de amonal que es Egin (…). Egin es además un caldo de cultivo para que surjan elementos que acaban delinquiendo en lo más horrendo y atroz, que es el terrorismo» (22 agosto 1996).

El 15 de agosto Garzon clausuraba Egin y Egin Irratia. El PNV emitía un comunicado donde señalaba que el auto del juez «parecia cumplir los requisitos legales y contar con las suficientes garantías de que no sea una acción arbitraria». Como pitonisos no tienen precio. Ni en aquellos duros momentos el infame Atutxa cesó en sus ataques, declarando que «la empresa editora va a tener unas garantías jurídicas de las que no disponen las víctimas de ETA», para añadir que «Egin ha tenido mucho que ver en la existencia de gente que se ríe de la muerte de otros».

Años más tarde se demostraría que el cierre fue una tropelía pero a dia de hoy, su director, Jabier Salutregi continúa en prisión. A él le robé el término de «abertzalismo virtual» y desde aquí le brindo mi más sincero homenaje.

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