Siamak Khatami
Politólogo y profesor universitario

Egipto: ¡el poder del maquillaje!

Es curioso que todavía no hayan quitado el término «socialista» del nombre oficial de Egipto, que se llama una república «socialista» y «árabe».

Es curioso que todavía no hayan quitado el término «socialista» del nombre oficial de Egipto, que se llama una república «socialista» y «árabe». En la política y economía egipcias, no queda nada que se pueda llamar socialista. Quizá cuando el jefe de estado, por todos los efectos, fue Gamal Abd el Nasser (1952-1970), que se alió a la antigua Unión Soviética en su política exterior y siguió políticas que se denominaron «socialista árabe», quizá durante esa época sí. Pero incluso por aquellos entonces, el «socialismo árabe» significaba solo que el Estado se adueñaba de toda la gran industria y de todos los sectores importantes de la economía del país, dejando en las manos privadas el comercio a pequeña escala y poco más, y que planificaba la dirección económica del país con planes de cinco años de duración. Más allá que eso, el «socialismo» no significaba nada para los egipcios ni para ningún otro árabe. Nada.

 

Pero hoy en día, seguir llamando Egipto una república «socialista» no es nada más que un intento de maquillaje, para desviar la atención del público, como si nadie iba a darse cuenta de que, en realidad, Egipto es ahora un país altamente dependiente de los Estados Unidos, y tiene que seguir lsus dictados en todas las cuestiones importantes, tanto respecto a la economía, como a la política. La ayuda estadounidense a Egipto es más grande que a cualquier otro país del mundo, salvo Israel, pero más de 80% de esa ayuda es militar, que no beneficia absolutamente en nada a los ciudadanos egipcios, un alto porcentaje de los cuales sobreviven con menos de dos dólares al día. Y ven que la relación con los Estados Unidos solo beneficia los intereses económicos de las élites de Egipto y los intereses militares de los norteamericanos.

 

En realidad, los norteamericanos siguen al Reino Unido que, durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX (hasta la llegada de Nasser al poder), era la potencia colonial que dominaba y explotaba Egipto, cuyos ciudadanos eran poco más que vasallos sirviendo los intereses de los británicos. La democracia existía en Egipto solo durante períodos muy breves, mientras que los británicos intervenían constantemente en aquel país, y una administración y un gobierno egipcios que siempre funcionaban mal, nunca podían atender las necesidades económicas y sociales de la gente que presuntamente debían servir. La única diferencia entre el Reino Unido y los Estados Unidos, ha sido que mientras los británicos intervenían directa y abiertamente en Egipto, manipulando la situación a favor de sus intereses imperiales, los norteamericanos pagaban (presuntamente dan «ayuda económica y militar») al Gobierno egipcio para que hiciera el «trabajo sucio» para ellos. Un gran intento de maquillaje, como los intentos que mencionamos en este artículo.

 

Fue este ambiente que propició la ascendencia de varios movimientos y partidos de oposición, incluyendo los Hermanos Musulmanes pero también algunos partidos que se clasificaban a la izquierda del espectro ideológico. Sin embargo, entre estos partidos y movimientos, los Hermanos Musulmanes han sido los más exitosos porque, mientras el régimen egipcio ha usado todo su poder represor contra la izquierda, no ha atrevido hacer lo mismo contra los islamistas: incluso durante la segunda mitad del siglo XX hemos visto que, de un lado declaraba ilegal al movimiento de los Hermanos Musulmanes pero, al mismo tiempo, permitía que gente que formaba parte de ese movimiento islamista participara abiertamente en la política a nivel individual, incluso ser elegida al parlamento nacional. Esa gente ni siquiera tenía que mantener en secreto su afiliación islamista –absolutamente todo el mundo sabía quiénes eran los Hermanos Musulmanes–, y les votaban al parlamento justo por su afiliación islamista. Mientras tanto, las élites egipcias, juntas con el Gobierno estadounidense, mantienen vivo el mito de que si el régimen cambiaba de verdad en Egipto, eso necesariamente significaría que unos fanáticos al estilo de Al Qaeda iban a llegar al poder. Es decir: o seguimos en una relación de dominación/dependencia con los Estados Unidos, o vivimos bajo un reino de terror dirigido por semejantes de Al Qaeda. Lo que no deja de ser mito, pero un mito cuyo mantenimiento beneficia a las capas dirigentes tanto de Egipto como de los Estados Unidos.

 

Y en cuanto al término «árabe», es otro intento por parte de los líderes egipcios de maquillar la realidad del país, como si la gente no iba a darse cuenta de que, llegado el momento, los líderes de Egipto van a seguir políticas que les benefician a ellos sin tener en cuenta lo que cree el resto del mundo árabe, por ejemplo, cuando Anwar Sadat, el antiguo Presidente de Egipto firmó un Tratado de Paz (el de Camp David) con Israel a que todos los otros países árabes objetaban porque, por una parte, dividía a los países árabes, haciéndolos más débiles frente a Israel, lo que solo beneficiaba a este último y, por otra parte, no mejoró de ninguna manera la situación de los palestinos, mientras que una de las excusas que usaban los firmantes de ese Tratado de Paz era, precisamente, que una parte de aquel tratado se iba a dedicar a la «cuestión palestina». El seguir usando el término «árabe» en el nombre oficial de Egipto, es otro intento de maquillaje, para desviar la atención de la gente de las políticas que los dirigentes egipcios siguen en realidad.

 

Otros intentos de maquillaje se pueden encontrar en las elecciones presidenciales de Egipto de este año. Ahmed Shafiq, uno de los candidatos que siguen en pie en la segunda ronda de aquellas elecciones, era el último primer ministro del antiguo Presidente, Hosni Mubarak. Lo que significa que gozaba de su absoluta y total confianza. Si Shafiq se hace con la presidencia, sería un gran maquillaje para dar la impresión de que hay una nueva realidad en Egipto –con perspectivas de democracia–, mientras que en realidad, sigue la dictadura del antiguo régimen, con la única diferencia de que Mubarak y sus hijos ya no gozan de poder. Las caras habrán cambiado, pero las políticas no, y Egipto seguirá siendo una dictadura, además de ser altamente dependiente de los Estados Unidos política- y económicamente.

 

Y si gana Muhamed Morsi (la manera que escriben su nombre en árabe, es exactamente equivalente a “Morsi” y no “Mursi” como lo han llamado equivocadamente en algunas telenoticias del Estado español), tendremos otro gran intento de maquillaje, aunque diferente al de Shafiq, claro. Por ejemplo, los Hermanos Musulmanes prefieren no debatir mucho la cuestión de qué va a pasar con los derechos de la mujer egipcia si ellos ganan. Es posible que tampoco tengamos que esperar un cambio drástico de las leyes en ese respecto, de la noche a la mañana. Pero es indudable que si Morsi es elegido Presidente, las leyes cambien por lo menos de manera gradual, y que las mujeres en Egipto tengan un futuro en que estén relegadas a ser ciudadanos de segunda clase, teniendo que acatar los dictados de los hombres de la casa, y sus papeles sociales siendo mucho más restringidas que ahora, teniendo que encargarse solo de tareas domésticas y depender totalmente de sus maridos económicamente.

 

El sector turístico de Egipto también ve preocupado la perspectiva de un Presidente Morsi. Como sabemos, el turismo es una de las tres principales fuentes de ingreso del país, junto con los derechos de tránsito que los buques tienen que pagar por pasar por el Canal de Suez, y el dinero que Egipto recibe cada año de los Estados Unidos a cambio de su servilismo y dependencia hacia el Imperio. ¡¿Qué pasaría si llegan los Hermanos Musulmanes e imponen reglas contra el uso del alcohol en los hoteles donde se albergan los turistas, o imponen códigos de vestimenta para las mujeres, incluyendo las turistas extranjeras?! Claro que el sector turístico ya está preocupado. Además, los Hermanos Musulmanes en Egipto han reiterado varias veces que han dejado la violencia desde hace tiempo. Sin embargo, a muchos les resulta difícil creer eso, especialmente cuando ven que en otros sitios, como en Gaza y en Sudán, entre otros, los Hermanos Musulmanes continúan siendo violentos –aunque, en el caso de Gaza, es una cuestión difícil porque se trata de defender a los palestinos contra los israelíes– ¡¿es posible hacer eso de manera pacífica?! Además, si gana Morsi, eso tampoco beneficiaría la causa de la democracia en Egipto: solo se cambiaría la dictadura de Mubarak por una dictadura incluso más totalitaria, que dice basarse en el Islam y, como el Islam consiste en leyes que rigen absolutamente todos los aspectos de la vida, los egipcios tendrán que conformarse con esas leyes y, si se oponen, estarían oponiéndose a Dios, lo que a los ojos de los islamistas justificaría su ejecución.

 

¿Y la justicia social? Hay versos en el Qur’án, el libro sagrado del Islam, sobre algunos impuestos que hay que pagar, y sobre la necesidad de cuidar de los más débiles de la sociedad. Pero, más allá que eso, no hay nada en el Islam. Y diferentes ideólogos islamistas han justificado desde el capitalismo más liberal, hasta el socialismo, ¡y todos basándose en lo que dice el Qur’án! Los Hermanos Musulmanes intentan maquillar todas estas ambigüedades, para desviar la atención de lo que pueden, o no, hacer una vez se hayan instalado en el poder. Pero lo que sabemos es que, gane Shafiq o gane Morsi, el futuro de Egipto no deja de ser gris tendiendo hacia oscuro. La única salvación de Egipto sería un régimen socialista. Espero que los egipcios puedan disfrutar del socialismo más pronto que tarde.

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