Isidoro Berdié Bueno
Profesor en Ciencias de la Educación, Doctor en Historia y Doctor en Filología Inglesa

Ejército de leva industrial (Marx). Primera Parte. Emigración siglo XXI

Las puertas de España y de Europa están abiertas para dotar al capitalismo de ese ejército de leva industrial del que hablaba Marx. Curiosamente, quienes más a porfía trabajan en ello es la izquierda política, la Iglesia y las ONG. ¡Vivir para ver!

Los marxistas no conocen a Marx porque no lo han leído, y si alguno lo ha leído no lo ha entendido, los términos y categorías de "Das Kapital" ("El Capital") no los puede entender un conductor de autobús como Maduro (dictadorzuelo de Venezuela), se precisa una preparación mínima de economista, y para entender el materialismo dialéctico se necesita conocer la obra de Hegel, Fichte, Feuerbach, Stirner, Bakunin y Kropotkin. ¿Cuantos diputados de la izquierda del parlamento de Madrid y de las 17 taifas, empezando por Pablo Mezquitas y su valido y mentor Pichenique, pasarían un pequeño examen sobre estos personajes citados si tuvieran como condición «sine qua non» para ejercer como diputados? Los términos y categorías de “Das Kapital” son imposible conciliar y ser interpretadas por las culturas Coránicas, mediante las cuales entienden el mundo, un gran fallo que no han previsto los capitalistas que están intentando ahora integrar los gobiernos de Europa, y qué tan difícil es.

Tampoco Marx reconocería a los marxistas. El casoplón de Pablo Mezquitas «Marqués de Galapagar», y Pichenique de pijo en el Barrio de Salamanca de Madrid, rivalizando con la aristocracia rancia y la alta burguesía, ¡Curioso! los antiguos comunistas se han transformado en los nuevos aristócratas qué es a lo que siempre aspiraron, carteristas políticos, no trabajar y ser dignificados sin mérito alguno. Cómo los conocía el escritor vasco Pio Baroja, que los resume en gente que aspira a lo más alto, sin presentar mérito alguno. A estos magnates y reyezuelos jamás iría a predicarles, pues parafraseando a Marx, estos en la revolución tienen bastantes cosas que perder y no son precisamente sus cadenas.

Con el tema de la migración de ¿refugiados?, solo una minoría hemos visto en ello, lo que Marx llamaba «ejército de leva industrial», una fuerza de trabajo en reserva que sirve para bajar salarios y reponer la falta de natalidad en los países occidentales. La necesita el capitalismo y los Estados se prestan a suplírsela y España, por mimetismo, también. Las puertas de España y de Europa están abiertas para dotar al capitalismo de ese ejército de leva industrial del que hablaba Marx. Curiosamente, quienes más a porfía trabajan en ello es la izquierda política, la Iglesia y las ONG. ¡Vivir para ver! Esto es el circo, señores, pasen y vean, «mesdames», a la mujer barbuda y al hombre mono. La mayoría de estos migrantes que vienen no lo hacen por una atracción de la ideología marxista o de la justicia social o de formar parte de una clase media, lo hacen obnubilados por el consumismo. Esa es su nueva religión, que les ha llegado por las vías de la publicidad mundial: TV, internet, teléfono móvil etc. Por ese consumismo, por esa nueva religión están dispuestos a jugarse la vida en el Mediterráneo y morir. No se conformarán con un consumismo medio, aspiran al «top», pero ese solo se puede conseguir mediante la delincuencia: droga, prostitución, blanqueo de dinero etc.

La entrada de esta leva industrial no se hace por medio de pasaporte o un examen de cualificación psicotécnica, ética y cívica, que sería lo racional y ortodoxo, sino qué se hace mediante «melée» (rugby), una prueba física que mide su fuerza bruta, su agilidad y resistencia, como escalar la valla, sortear las concertinas y sus alambres con cuchillas, caminar siete o más días por el desierto sin agua y sin alimento, y finalmente neutralizar a la inerme policía y guardia de frontera, qué lo hacen con toda facilidad, pues son hombres como armarios, que han superado los doce trabajos de Hércules, y como dice la abuelita Carmena, son los más fuertes, los mejores. Para estos el sistema tiene arbitrado un premio a su epopeya, por vulnerar el derecho internacional, violar la frontera, herir a los defensores de la legalidad. Tras esta experiencia, en el subconsciente del invasor queda la idea de que violando la ley se obtiene en vez de un castigo un premio, y por atacar a los guardias lo mismo. Así vemos que en Cataluña varias veces los manteros han hecho correr de miedo a los Mossos. Una película de atmósfera y estilo entre Charlot y el cine negro americano en «blanco y negro», que presenta una sociedad violenta, cínica y corrupta qué amenaza y tortura al ciudadano honrado e irradia angustia urbana por la incertidumbre que produce la delincuencia, gravosos impuestos para el bolsillo de políticos apolillados y la feroz realidad práctica del capitalismo, que hace que no nos hallemos demasiado cómodos en ese mundo.

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