Iñaki Uriarte
Arquitecto

El agua, un recurso y un patrimonio

En su condición de bien social debe estar ineludiblemente presente en todo espacio público a la vez que es preciso denunciar el gigantesco impacto ambiental que genera el agua embotellada en plástico.

Hoy 22 marzo se celebra el Día Mundial del Agua desde 1993, según la recomendación de proclamación surgida tras la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Rio de Janeiro en 1992. Un tema inagotable.

Todo empieza con una gota de agua, la bendición del cielo caída en la tierra o depositada por el rocío o la niebla que, por multiplicación y conjunción con otras muchas, creará un surco fluido en el terreno que en su discurrir descendente, ya con un cierto caudal, dará origen a un nacedero. Lugar donde el agua adquiere una identidad hidrológica y esa circunstancia crea un efecto sorprendente cuando es percibida por el ser humano. En su transcurso recibirá continuas afluencias de arroyos hasta constituirse en río que recorrerá el territorio distribuyendo vitalidad por donde atraviesa y en su diálogo con las orillas creará momentos y senderos de gran belleza en plena naturaleza, o en su encuentro con artificios diversos como presas, puentes y edificaciones consolidará paisajes memorables hasta su desembocadura en la mar.

El agua, una de las cuatro fuerzas de la naturaleza, junto con el aire, el fuego y la tierra, es un recuso y regalo imprescindible para la supervivencia humana que a lo largo de la historia ha sido consustancial en todas las civilizaciones para propiciar sus evolutivos asentamientos comunitarios en la cercanía del agua, sea un río, lago o mar.

Presente en múltiples y diferentes situaciones en nuestro planeta con el transcurso del tiempo y el espacio; e incluso en el ser humano con ritos impuestos desde el bautismo de una criatura en la pila o santiguarse para entrar en un templo. De modo más pragmático, como fuente de vida tanto desde su captación, tratamiento y suministro potable a las poblaciones así como para otras necesidades sociales: la higiene, la ganadería, el regadío, la fuerza hidráulica para las producciones artesanales proto-industriales de antaño, molinos y ferrerías, posteriormente en la industria o incluso en usos recreativos u ornamentales.

Ante todas estas necesidades y usos a lo largo de la historia la humanidad ha necesitado controlar, conducir y distribuir este caudal vital para su existencia desde la recogida del agua de la lluvia, de los manantiales y los cursos fluviales lo que ha requerido diversas intervenciones en la naturaleza. El repertorio de elementos necesarios constituyen un rico legado tanto de obra pública con diversas construcciones, de patrimonio inmueble con edificaciones e ingenios, patrimonio mueble con dotaciones, objetos y utensilios, patrimonio documental por su representación en las bellas artes, escritos, tratados, planos, y patrimonio inmaterial en memorias, tradiciones y cánticos.

En el proceso de abastecimiento, el depósito, la alberca y la presa, las puertas del agua, son las principales construcciones para retener y regular estos caudales que con los medios para conducirlos, canales y acueductos, los pasillos del agua, hasta su distribución en la fuente nos ofrecen obras de suma trascendencia histórica, tecnológica y social de importante implantación en el territorio creando habitualmente entornos de notable calidad paisajística. El viaje del agua.

El agua es un gran tesoro para la humanidad que promueve esporádicos actos de solidaridad por su carencia en muchos lugares del mundo ya que muy desgraciadamente no llega para todos por igual. Como ineludible derecho humano universal es un bien común imprescindible pero escaso que apela a una toma de conciencia para establecer una pedagogía de consumo responsable que garantice la sostenibilidad del planeta con medidas efectivas de protección. En su condición de bien social debe estar ineludiblemente presente en todo espacio público a la vez que es preciso denunciar el gigantesco impacto ambiental que genera el agua embotellada en plástico, el inmoral negocio por su abusivo precio en la comercialización e incluso de dudosa bondad. En Euskal Herria con una excelente calidad del agua debería servirse obligatoria y gratuitamente en la hostelería como en los países y ciudades avanzadas ética, social y ambientalmente. Cuando bebo agua del suministro público estoy saboreando una naturaleza, la de su procedencia, la mejor de todas.

Finalmente, volviendo al origen del tema, el agua en su condición de elemento indispensable para la vida humana recibe un reconocimiento generalizado internacional mediante la Carta Europea el Agua, adoptada por el Consejo de Europa en octubre de 1967 y solemnemente proclamada en Strassbourg el 6 de mayo de 1968.

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