El atracador confundido
Si yo fuera un delincuente −todos lo somos poco o mucho, no te engañes, pues si te aseguraran que no te cogerían si atracaras un banco, te apresurarías a ir a la sucursal más cercana diciendo que te dieran todos los billetes de gama alta, «los de cinco ni se los mire, y los de diez y veinte se los da usted a un pobre», y «por favor, apresúrese que estoy nervioso y tengo que salir corriendo por normativa del oficio, ya me entiende» (a pesar de la seguridad prometida de que la policía del país está de vacaciones u ocupada, como es natural, con lo político), entonces paseando hacia casa, pasando por el bar para presumir de intrépido aventurero delante de los amigos: «¡Chico, difícil...!, ¡difícil y arriesgado!». O sea, que encima de atracador, mentiroso. Y eso que te estabas diciendo a ti mismo que no eras ni un poco delincuente, ni un poco, «¡nada de nada!», te decías. Y ya ves, acabas de atracar un banco. ¡Mal!, ¡muy mal! Pero no tienes que preocuparte, no eres un atracador, no se dan las condiciones para que lo seas, no las cumples, no la imprescindible. La condición imprescindible para ser un atracador de bancos es que te cojan, si no, no, si no lo sabe nadie no eres un atracador, lo que eres es un hombre rico, así va la cosa, y hemos quedado que a ti no te han cogido. Solo en caso de ser detenido y hubieras salido con tu cara fingida de buena persona en el diario, que se hubiera hecho público, serías un atracador. Como no te han cogido, no lo eres. Y además, lo estás contando a los amigos y te estás callando que sabías que no te iban a coger. ¿Cómo somos la gente, no? ¡Bueno, tú!, ¡eso, tú!, que te escondes a ti mismo tu delincuencia y tus miserias! ¡Miserable! Te he oído decir, hablando de delincuentes, según tú −decías−, que a los inmigrantes que delinquen −no hago ir sinónimos de delinquir porque estoy declinando el verbo−, debían expulsarlos inmediatamente y sin miramientos del país. Luego, que a los sin papeles. A todos. Te fuiste animando y, total, que entre atraco y atraco, como vas muy rápido, te sobra tiempo para echar a los que no son de tu pueblo, no son propietarios del pueblo, quiero decir. Por no tener, no tienen ni un huertecito. No ya un solar en la calle Mayor, no, ni un huerto en las afueras. No tienen nada. ¡Pues fuera! ¡Por huir de la miseria y no tener ni papeles ni un huerto, todos a la frontera! Estás lleno de confusiones y miserias, chico. O sea, que tú que eres un vulgar chorizo, un ladrón de bancos, ahora resulta que pretendes ser el propietario del país, de la nación, quiero decir, de la calle Mayor y de todos los huertos, los huertos que hacen tan bonito con las verduras tan bien puestas y todo lo que hay en los huertos tan bonitos, el dueño de todo. Yo lo encuentro muy feo lo que dices. Creo que no está bien. Oye, tú que eres un delincuente, porque ahora ya se te ha descubierto −a todos los miserables se les descubre−, todos los miserables presumís de serlo y os descubrís solos (por miserables presumidos). Normalmente, sois muy poca cosa. Miserables, pero poca cosa. Solo los miserables pueden querer echar a aquellos que huyen de mil miserias. Siendo curioso, que los que están en prisión con largas condenas, digamos los que para ti serían los delincuentes normales, no sé, los que son de tu huerto, del país, que desgraciadamente es el mío y comparto contigo, y con tantos como tú, de ahí la desgracia, solo sueñan con fugarse y huir a la frontera, algo que tú quieres hacer con los inmigrantes. ¡Curioso! ¡Qué te parece! ¡Qué te parece señor propietario de la tierra y del destino de tus semejantes, señor miserable!, tú, que te sientes el dueño, y solo eres el propietario de todas las miserias!