Ibon Cabo Itoiz
Ex presidente del comité vasco de fútbol sala y ex directivo de la federación vasca de fútbol presidida por Luis Mari Elustondo

El ciclo de lucha que se avecina en el fútbol

Se avecina un nuevo ciclo de lucha ante lo que parece un nuevo «impasse» histórico fruto de una legislación caduca y de una falta de voluntad por parte del fútbol por avanzar en el anhelo de un pueblo que es verse representado algún día de manera oficial en competiciones deportivas.

La Federación Vasca de Fútbol decidió el pasado marzo tomar un nuevo rumbo y renovar sus órganos internos de gestión. Con ello se puso fin a la persecución que por parte de una de las territoriales sufrió el ya expresidente Luis Maria Elustondo por su lucha en pos de la oficialidad de las selecciones vascas. Los directivos que dimitieron por este hecho han sido premiados y forman parte de la nueva dirección acentuándose el monopolio del poder que ejerce implacablemente la federación vizcaina de fútbol. A todo ello se añade el control y la falta de ecuanimidad en el reparto de las subvenciones que continua sin resolverse varias años después del inicio de la polémica que surgió en el fútbol sala y que compartió titulares junto con las polémicas anteriores.

Sin embargo, no podemos dejar atrás el hecho de que, durante año y medio, se abrió un foco de esperanza para aquellos y aquellas que creemos que la federación vasca de fútbol tiene que ser el verdadero motor del fútbol vasco. Sin duda el fútbol sala, el fútbol femenino y el colegio de entrenadores y entrenadoras demostraron que su gestión no debe ser una cuestión de porcentajes ni de asignaciones sino de voluntad decidida de trabajo.

La puesta en marcha de una comisión de trabajo en el fútbol sala supuso un cambio a la hora de la fijación estratégica de objetivos, la puesta marcha de sistemas complementarios de formación, los nuevos premios a futbolistas y sobre todo la transmisión a todos los miembros federativos de que estamos aquí, que somos parte de la federación y que hemos venido para quedarnos. Pero, sobre todo, se convirtió en un espacio reivindicativo de referencia respecto a las injusticias en el reparto de fondos provenientes de Madrid y a la coordinación de la acción de las selecciones vascas y del deporte escolar entre las distintas federaciones territoriales. También fueron un evidente referente a nivel estatal las charlas generadas por el comité de entrenadores a través de Mikel Etxarri, un lujo para cualquier federación.

En este contexto, es importante destacar las dificultades encontradas que pueden marcar también a corto plazo el futuro de la oficialidad. Las anquilosadas formas de funcionamiento de la federación, los cambios continuos de nombre por la puerta de atrás, las dificultades para crear y mantener competiciones propias como las copas vascas o la realización de campeonatos interterritoriales, la ausencia de patrocinadores y, sobre todo, la falta de fuerza propia de la federación vasca, hacen que por cada paso hacia delante que da la Federación Vasca de Fútbol, sea obligado a dar dos hacia atrás.

Así pues, a futuro la Federación tiene una serie de retos fundamentales por delante. En primer lugar, transformar su estructura en una maquinaria acorde con un reto tan importante como es el de la oficialidad. En segundo lugar, afrontar una reforma legal que convierta a la Federación en una federación propia y no en una falsa unión entre federaciones provinciales. En tercer lugar, el dotar a los comités de trabajo de personas cualificadas y tituladas para el ejercicio de esas funciones. En cuarto lugar, bajo el prisma actual (erróneo a mi juicio) de porcentajes de participación para las distintas modalidades, en justa reciprocidad así se deberían también gestionar los gastos y el número de contrataciones. La figura del director deportivo se convierte aquí en prioridad si verdaderamente se quiere transformar algo. Sin él o ella las directrices no serán deportivas sino administrativas y estarán basadas en intereses personales y no en las necesidades del fútbol.

Y en quinto lugar y no por ello menos importante, la necesidad de impulsar la oficialidad de una forma activa y no circunstancial. Cuando las que deben ser los principales motores de la implementación social de este sentimiento deportivo (las federaciones) se convierten en meros espectadores de su propio deseo, se convierten conscientemente en frenos para la consecuencia de este objetivo. En este sentido no lo tiene nada fácil el nuevo equipo que encabeza Javier Landeta, ya que seguramente es muy consciente que sobre este tema tiene a su propio enemigo en casa. La deriva pasiva, el fortalecimiento del sentimiento hacia la roja en detrimento de la verde y la falta de autonomía durante los años anteriores encabezado por parte de algún relevante dirigente deportivo no hacen sino pensar en que esta línea se va a mantener hasta que haya cambios legislativos muy a pesar del actual presidente y de las federaciones territoriales que sí optaron por la renovación en el pasado ciclo electoral.

Así pues, se avecina un nuevo ciclo de lucha ante lo que parece un nuevo impasse histórico fruto de una legislación caduca y de una falta de voluntad por parte del fútbol por avanzar en el anhelo de un pueblo que es verse representado algún día de manera oficial en competiciones deportivas. Difícil será avanzar si no lo hacemos juntos y si no enterramos los territorialismos infumables que solo aportan división. Difícil será avanzar si no reconocemos juntos cuales son los frenos que nos impiden avanzar y plasmamos las soluciones en reformas consensuadas.

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