Nerea Arregi Topas
Bizilagunekin, plataforma de donostiarras por el decrecimiento turístico

El debate de la tasa turística, para desviar la atención de los temas fundamentales

El modelo de turismo imperante a día de hoy en Donostia no es sostenible y cualquier camino que nos propongan por la vía de hacer crecer ese sector tampoco lo será.

Eneko Goia ha vuelto a hablar sobre la opción de establecer una tasa turística a los visitantes en Donostia. Sus socios de gobierno, la oposición y representantes de otras instituciones públicas han reaccionado y se han posicionado enseguida. Han calculado que se podrían recaudar hasta cuatro millones de euros anuales cobrando entre uno y cinco euros por noche a cada turista.

El hecho de recuperar el debate sobre la tasa turística en plena Semana Grande responde a un mero cálculo político. Quieren simular mesura. Los socios de gobierno muestran matices insignificantes mientras no se cuestiona la apuesta fundamental por el crecimiento turístico. La propuesta de tasa turística busca responder al notable desasosiego de las y los donostiarras. Pero la apisonadora de la turistificación ha pasado impasible por encima de toda crítica ciudadana durante estos años; que no intenten diluir la responsabilidad de cada cual antes de elecciones.

Que las instituciones públicas cuenten con presupuestos suficientes para cubrir las necesidades sociales siempre es deseable, pero no nos despistemos. La obra de arte de la isla Santa Clara ha costado cinco millones de euros al erario público; la pasante de metro de Easo a Ibaeta unos 200 millones de euros; y desde 2020 el Gobierno de España ha rescatado con más de 10.000 millones de euros a las grandes empresas turísticas de hospedaje y transporte.

La cuestión es que no hay ninguna garantía de que lo recaudado a través de la tasa turística vaya a ser utilizado para paliar los daños económicos, sociales y ambientales de la turistificación, mientras los presupuestos públicos se destinen a favorecer a especuladores, a la turistificación y a proyectos desmedidos en nuestra ciudad y en el territorio.

La preocupación entre las y los donostiarras es muy generalizada. Más allá del llenazo de las calles céntricas en los meses de verano, hay consecuencias mucho más graves que pueden ser irremediables. La expulsión generada por el precio de la vivienda, el desequilibrio total del modelo económico, la elitización de la ciudad, la degeneración del pequeño comercio y la hostelería, etc., son factores que están rompiendo los lazos comunitarios de la ciudad y sus barrios. Es algo que no se mide sólo en euros, pero que estamos sintiendo en nuestra propia piel.

Las empresas con intereses directos en la turistificación, las instituciones públicas y los medios de comunicación más poderosos celebran cada vez que crece el número de visitantes, la ocupación de los hoteles y la cantidad de vuelos de los aeropuertos, por ejemplo. Eso es legitimar el crecimiento del turismo y construir un relato en el que dicho crecimiento es beneficioso para la mayoría. No estamos de acuerdo y nos oponemos frontalmente.

Las únicas propuestas sensatas en Donostia, a día de hoy, son las que conducen al decrecimiento turístico; es una dirección que deberíamos tomar cuanto antes para evitar males mayores. Lo más deseable es un proceso paulatino de transformación del modelo de ciudad. Hay que romper con el monocultivo turístico, buscar salidas en otros sectores para las personas que trabajan precariamente en el turismo, replantear urbanísticamente algunos espacios desde el paradigma de la vida comunitaria, etc. Debería ser un proceso transparente y planificado. Pero consensuado con todas las y los vecinos a quienes afecta la turistificación de la ciudad. No puede ser que las instituciones, que deberían defender a todo el mundo, en realidad obedezcan a quienes tienen intereses económicos directos en la actividad turística.

Las políticas que favorecen la turistificación, la especulación y la explotación se hacen en nombre del turismo sostenible. Pero el modelo de turismo imperante a día de hoy en Donostia no es sostenible y cualquier camino que nos propongan por la vía de hacer crecer ese sector tampoco lo será. El concepto de decrecimiento turístico crea cierta inquietud en algunos sectores, pero hacer decrecer el peso de la actividad turística en la ciudad es la única manera de llegar a un escenario social, económica y ambientalmente sostenible.

Quien destina miles de euros a llevar delegaciones obscenas a Fitur y ferias similares, a pagar reportajes publicitarios en medios extranjeros, a participar en concursos entre ciudades para ser capital de la navidad o cualquier otro insulso título no está actuando con sensatez. Tratan de marginar a quien pone en duda el dogma de la turistificación, pero están empeorando las condiciones de la mayoría de donostiarras y aumentando el problema.

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