Daniel Montañez Pico

El debate sobre la conquista de América y el racismo de izquierdas

Es difícil encontrar en el Estado español una postura que escape de estas dos visiones, las cuales, de una forma u otra, ya sean de derechas o izquierdas, vienen a justificar el hecho de la conquista de América y a exculpar a los españoles de hoy en día de los pecados de sus ancestros.

A raiz de la carta del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, al rey de España, donde le exigía que pidiera perdón por los abusos cometidos durante la conquista de América, se abrió un amplio debate cuyas consecuencias aun se sienten en el ambiente. El Gobierno del Estado español está impulsado diversos proyectos culturales a través de sus embajadas para intentar mejorar la imagen internacional de la historia de España, tratando de luchar contra la llamada «leyenda negra», mientras que partidos políticos, intelectuales, periodistas y voces de diversa índole del Estado español han venido aportando sus visiones sobre la cuestión, las cuales se podrían dividir fundamentalmente en dos grandes bloques.

Primero, el espectro ideológico de la derecha, donde hierve aun con fuerza el trauma de la pérdida imperial. Lejanos ya los días en donde España era un imperio donde «no se ponía el sol», aún quedan muchas voces melancólicas que, anhelando aquellos tiempos, defienden la naturaleza imperial de España como si aun fuera una realidad en un claro ejemplo de aquel círculo violento y vicioso de deseo-castración que Jacques Lacan diagnosticaba como «falta». Esta soberbia imperial sin fundamento real expresa sin complejos su orgullo por la conquista de América y la «civilización» de sus pueblos, llegando a decir que este «proceso de hispanización» fue una de las gestas más importantes de la historia universal al mismo tiempo que se niega sistemáticamente cualquier elemento negativo dentro de la conquista. Desde esta visión plantean que el presidente Obrador es un desagradecido que no toma en cuenta que México existe gracias a la benevolencia hispana y que además trata mucho peor a los pueblos indígenas que como les trataron los hispanos en los tiempos de la conquista. Esta postura se conoce comúnmente como «leyenda rosa» de la conquista y es, se mire por donde se mire, clara y abiertamente racista.

Por otro lado, está la posición de la mayoría de la izquierda, compartida por el actual gobierno y defendida ampliamente en diversos programas de la radiotelevión pública estatal (RTVE), donde se persigue una supuesta búsqueda de la verdad histórica objetiva, planteando fundamentalmente dos cosas: 1. No se puede juzgar con conceptos presentes acontecimientos ocurridos en un siglo XVI donde aun no existia la Declaración de los Derechos Humanos y las conquistas estaban a la orden del día; y 2. Hay que huir de las leyendas rosas y negras: en la conquista de América hubo tanto cosas buenas como cosas malas. Esta posición se puede observar con claridad en obras recientes como "La conquista de América contada para escépticos" (2019) de Juan Eslava Galán. El autor no es precisamente de izquierdas, pero –no tan curiosamente– expresa muy bien la posición mayoritaria en este espectro ideológico. En esta investigación se presenta la conquista hispana de América como una de las más benévolas de su tiempo, muy lejana de la violencia sistemática que aplicaban el resto de potencias europeas en otras conquistas paralelas. Se la compara así con las conquistas que hacían antiguos helenos y romanos, quienes llevaban a otras regiones más «atrasadas» las bondades de su civilización «superior», instituciones, religiones, etc., incluyendo a la población local en su proyecto civilizatorio. Se reconocen abusos en el proceso, pero se niega el genocidio de la poblacion indígena y se alude a las enfermedades como causa principal del descenso masivo de población.

Esta postura predominante en la izquierda es tan racista como la de la derecha, aunque su racismo sea un poco menos claro porque se esconde tras el velo de un cientificismo supuestamente neutral, ya que entienden que hay pueblos inferiores y superiores y que a estos últimos les es lícito imponer su civilización al resto. No son capaces de ver que si los hispanos conquistaron América incluyendo a los indígenas no tuvo que ver con benevolencia alguna, sino con que se trataba del plan político y económico más viable en contextos con alta densidad de población local, había que convertirles en mano de obra barata para conseguir extraer los minerales y no existían condiciones para establecer una guerra abierta, por lo que se impuso la lógica de la diplomacia y la conquista espiritual para lograr organizar una economía colonial racialmente jerarquizada. Por esta razón en el Caribe, con menos población local y más dispersa, se optó por la masacre casi total, a diferencia de México y el Perú donde se fomentaron procesos de mestizaje. Es la misma razón por la que el colonialismo inglés no actuó de la misma forma con la población local de la India y la de América del norte, desplegando en el primer lugar, más densamente poblado, una acción colonial basada en la alianza y creación de elites locales, mientras que en el segundo, menos poblado, se optó por el exterminio y el colonialismo de población. Es decir, no es un problema de que unas naciones sean más benévolas que otras, sino que el colonialismo se adapta a los contextos de distinta forma, pero sigue siendo colonialismo: no existen unos más benévolos y otros más crueles. Esta confusión lleva a la obra mencionada a sostener que la llamada Controversia de Valladolid (1550) fue un caso único en la historia en el que un imperio debatió sobre si se debía o no conquistar un territorio y cuál sería el mejor trato que se podría dar a los indígenas, cuando realmente lo que ahí se estaba debatiendo era cómo sacar mejor partido y organizar más eficientemente el trabajo de la población local de una colonia ya establecida.

De esta forma, es difícil encontrar en el Estado español una postura que escape de estas dos visiones, las cuales, de una forma u otra, ya sean de derechas o izquierdas, vienen a justificar el hecho de la conquista de América y a exculpar a los españoles de hoy en día de los pecados de sus ancestros. Pero lo que quizás sea aun más grave es que no hay en ningún caso el intento de comprender las razones por las que en México aún existe resquemor con este asunto. Para la mayoría el presidente Obrador es una persona rencorosa y mal informada que se ha creído las mentiras de la leyenda negra. Es decir, le toman por estúpido y no tratan de ponerse en su lugar para intentar comprender las razones profundas por las que siguen impactados por tal acontecimiento. Y justamente en esta misma actitud soberbia de la mayoría de todos los sectores, derechas e izquierdas, está quizás la respuesta a la pregunta de por qué siguen tan impactados en México ante este suceso: el racismo aún no se ha superado, tampoco en la izquierda.

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