El extraño caso del Dr. Objetivo Climático y Mr. Subfluvial de Lamiako
Robert Louis Stevenson escribió hace más de un siglo sobre un doctor respetable que se transformaba en un ser despiadado. Hoy, en Bizkaia, asistimos a una contradicción similar: una administración que se compromete públicamente con la lucha contra el cambio climático mientras impulsa un proyecto de infraestructura viaria que disparará las emisiones de gases de efecto invernadero. Hablamos del Subfluvial de Lamiako, un túnel de más de 3 kilómetros bajo la ría del Nervión cuyas obras podrían comenzar en mayo de 2026 y que conectará ambas márgenes de la ría entre Leioa-Getxo y Sestao-Portugalete.
Este proyecto, con un presupuesto que supera los 500 millones de euros, consiste en la construcción de un túnel bitubo que intentará facilitar los desplazamientos en vehículo privado entre las dos orillas. Pero esconde una realidad incómoda que la propia Declaración de Impacto Ambiental (DIA) no puede ocultar: lejos de reducir emisiones, el Subfluvial las aumentará significativamente.
No hace falta mirar lejos para ver los efectos de la emergencia climática. Las inundaciones que asolaron Valencia en octubre de 2024 son solo el ejemplo más reciente y dramático. Pero también las olas de calor extremo que cada verano baten récords de temperatura o las tormentas cada vez más violentas que antes considerábamos excepcionales y que ahora se repiten con preocupante frecuencia.
Lo que la comunidad científica llevaba décadas anunciando y que veíamos como un futuro lejano es ya nuestro presente. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha sido claro: necesitamos reducir drásticamente nuestras emisiones en esta década para evitar consecuencias catastróficas. La humanidad tiene un "presupuesto de carbono" limitado, una cantidad máxima de CO2 que podemos emitir si queremos mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados centígrados. Y ese presupuesto se está agotando a marchas forzadas. Al ritmo actual de emisiones, en pocos años lo habremos consumido por completo, y nos encaminaremos peligrosamente hacia los 2 grados o más, un umbral donde las consecuencias climáticas serán mucho más severas e irreversibles. No es un problema para mañana. Es el reto de hoy, cada tonelada de CO2 que no se emita es fundamental.
Precisamente en este contexto, el Gobierno Vasco ha lanzado recientemente una convocatoria para crear un Pacto Social sobre Transición Energética y Cambio Climático. En la carta de invitación, el Consejero de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad afirma sin ambages: «El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestro tiempo y por ello es el momento de reforzar las políticas públicas. Necesitamos un marco común que nos ayude a avanzar juntos en la transición energética y climática».
Palabras hermosas que hablan de corresponsabilidad, de construir entre todas y todos un futuro más sostenible y resiliente para Euskadi. Se organizan talleres, se pide participación ciudadana, se habla de la necesidad de alcanzar emisiones netas cero para 2050. Todo suena razonable, urgente, necesario.
Pero entonces, ¿cómo se explica el Subfluvial de Lamiako?
Aquí es donde aparece Mr. Hyde. La Declaración de Impacto Ambiental del proyecto, emitida por la propia Diputación Foral de Bizkaia en diciembre de 2023, contiene datos que deberían hacer saltar todas las alarmas. No son opiniones de grupos ecologistas. Son las conclusiones del órgano ambiental oficial.
La DIA reconoce textualmente que «las emisiones en el tramo de carretera proyectado serán de 12,79 kt CO2-eq en 2028 y de 14,27 kt CO2-eq en 2038» y que «todos los escenarios que plantea el Proyecto de construcción presentado suponen aumento de emisiones de GEI para 2028 y para 2038». Es decir, no hay duda: el Subfluvial aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Y por qué? Porque el propio modelo de tráfico del proyecto asume que «en 2038 se incremente la movilidad en vehículo privado en un 21% respecto a la movilidad de 2019» y que «en 2048, los desplazamientos en vehículo privado llegarían a ser un 33% superiores a los observados en 2019». La lógica es demoledora: construyes más carreteras, facilitas el uso del coche, aumenta el tráfico, suben las emisiones.
La contradicción con los objetivos climáticos es flagrante. La propia Diputación Foral de Bizkaia estableció en 2005 «la necesidad de contener el crecimiento de la movilidad». El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) del Estado español persigue reducir el tráfico interurbano un 1,5% anual, lo que en 2048 supondría una reducción del 30%. El Subfluvial proyecta justo lo contrario: un aumento del 33%.
Pero hay un problema aún más grave: la Diputación está aprobando una infraestructura de más de 500 millones de euros sin contar previamente con una planificación integral de la movilidad. De nuevo, es la propia DIA quien lo denuncia: «Se evidencia la necesidad de llevar a cabo una planificación integral de la movilidad y del transporte en el ámbito del Bilbao Metropolitano, que aún no ha sido abordada con la necesaria profundidad».
Es como si te recetaran un tratamiento sin haber hecho antes un diagnóstico. ¿Cómo sabemos que el Subfluvial es la solución adecuada si no hemos estudiado primero cuáles son realmente las necesidades de movilidad del área metropolitana y cuáles son las mejores formas de satisfacerlas minimizando el impacto ambiental?
A menudo se nos critica a quienes nos oponemos al Subfluvial que «solo sabemos decir que no» o que «no proponemos alternativas». Nada más lejos de la realidad. Cada vez hay más ejemplos en el mundo de ciudades que han apostado por una movilidad sostenible y han reducido drásticamente sus emisiones.
Las soluciones existen y están funcionando. Pero no se puede pedir a una plataforma ciudadana, sin medios económicos ni técnicos, que realice la planificación integral del transporte y la movilidad que la propia DIA considera imprescindible y que debería haber hecho la Diputación antes de aprobar el proyecto. Esa es una responsabilidad institucional que no se puede eludir.
Volvemos así al principio: el extraño caso de una administración con dos caras. Dr. Objetivo Climático organiza talleres sobre transición energética, habla de corresponsabilidad y de la urgencia de actuar contra el cambio climático. Mr. Subfluvial, mientras tanto, aprueba una infraestructura que contradice todos esos compromisos y que hipotecará durante décadas la movilidad del área metropolitana a un modelo basado en el vehículo privado.
La diferencia con la novela de Stevenson es que aquí no hay poción mágica que explique la transformación. Es una decisión consciente, documentada en los propios informes oficiales. Y eso, en plena emergencia climática, resulta inexplicable e inaceptable.
Por eso, además de seguir con las movilizaciones para paralizar esta obra, como la que realizaremos el día 16 de diciembre a las 19;00 frente al instituto de Artaza-Romo, hemos iniciado la vía contencioso-administrativa. Es nuestra nueva herramienta para intentar que prevalezca la coherencia, la responsabilidad climática y el sentido común. Pero necesitamos apoyo. Necesitamos aportaciones económicas para sostener este proceso legal que es largo y costoso. Cada contribución cuenta para defender un modelo de movilidad coherente con los retos climáticos que enfrentamos. Más información en labur.eus/subfez.
La pregunta que queda en el aire es simple: ¿queremos ser consecuentes con nuestros compromisos climáticos o seguiremos dejando que Mr. Hyde tome las decisiones mientras Dr. Jekyll pronuncia hermosos discursos?