Bittor Martínez

El fútbol

Es una lástima que a día de hoy, arrastrado por la vorágine actual que impera en el mundo, tal evolución futbolística se desarrolle en una sociedad desbocada hacia un objetivo en el que la economía en general marca el destino de cualquier actividad que pueda obtener beneficios monetarios.

Ateniéndonos estrictamente al deporte denominado fútbol, se entiende por una modalidad deportiva de gran interés personal y social. En efecto, es un juego deportivo de equipo que exige una educación colectiva de solidaridad, organización, sacrificio y respeto interpersonal. En otras palabras, un equipo de fútbol es un grupo de personas que practica una actividad común y mediante una eficaz organización compite por obtener un resultado positivo conjunto, guardando riguroso respeto a las reglas de juego y al contrincante. En definitiva educa a sus practicantes tanto en la actividad deportiva, como en numerosas facetas de la vida, además de transmitir una satisfacción festiva a sus seguidores.

El fútbol en versión moderna, lo inventaron los británicos como una bifurcación del rugby, con unas normas propias, allá por el 1863. Desde entonces hasta nuestros días, ha venido evolucionando en todos los aspectos, llegando a ser en la actualidad uno de los deportes más populares del mundo, practicado hoy, según dicen, por más de 250 millones de personas.

Es una lástima que a día de hoy, arrastrado por la vorágine actual que impera en el mundo, tal evolución futbolística se desarrolle en una sociedad desbocada hacia un objetivo en el que la economía en general marca el destino de cualquier actividad que pueda obtener beneficios monetarios. Y así, salvo en los casos de algunos clubes, por desgracia no muchos, que han sabido conservar unos determinados valores deportivos en todo o en parte, arrastrado por su impronta a nivel mundial se ha sumergido en una mercantilización tal, en la que la especulación ha pasado a sustituir a una rentabilidad inversora, dentro del pensamiento único del capitalismo neoliberal.

Es evidente que el deporte romántico con el que se ha iniciado este artículo, se ha convertido en un espectáculo mundial, y fuente de suministro de importantes productos especulativos, entre ellos los futbolistas, sujetos impulsados en una carrera enloquecida de excesiva profesionalización en el nivel retributivo, e institucionalizando la formación de una monumental pirámide financiera.

Tal es así, que en el mundo doméstico que nos rodea, llegamos a ver un domingo sí y otro también, cómo padres de los niños que debieran disfrutar con la práctica de un bello deporte, llevados por la pasión se entregan a disputas durante la celebración de partidos, padeciendo en el subconsciente las ansias de que sus hijos estén en la proyección de ser reconocidos futbolistas, o sea, en piezas codiciadas para la especulación económica.

Quiérase o no, y pese al titánico esfuerzo de las personas volcadas a impulsar el deporte en sí mismo, que las hay, y vaya desde aquí mi humilde homenaje, el fútbol está encaminado en ese horrendo devenir. Chavales de doce años, con representante mercantil o similar, son piezas a batir por ojeadores de una escalonada estructura manejada por sus correspondientes cúspides piramidales.

Multitudes rendidas a esas élites, idolatran a sus enriquecidos futbolistas, alaban con cánticos y celebraciones excesivas las victorias de los clubes de su devoción, no dudando en renunciar a sus derechos y en muchos casos a sus necesidades, para convertirse en fieles seguidores de quienes manejan los capitales y les manipula cuando interesa.

Medios de comunicación que se sustentan en programaciones especiales de información futbolística, en el que nos cuentan multitud de comentarios relacionados con los entornos del espectáculo futbolístico, en el que no faltan referencias a rumores, manifestaciones, entornos familiares y otras andanzas de los astros del balón... Incluso sus profesionales nos sorprenden con nuevos vocablos futbolísticos inventados, irreales, pedantes... En fin, que todo ayuda a la proliferación del marketing del espectáculo derivado del fútbol.

El egoísmo y la avaricia, una vez más, ha declarando la guerra inconscientemente al deporte futbolístico, llevados por la ceguera del beneficio a corto plazo, en una gestión desintegradora sin sentido, en el que la gestión empresarial multidisciplinar dentro del propio club, obtiene el efecto contrario al que debiera, incluso desde una versión capitalista. Los jugadores se enriquecen por el mero hecho de serlo, dejando de ser deportistas y convirtiéndose en ídolos, por el hecho de tener alguna habilidad futbolística, habiendo dejado en muchos casos otra formación vital, tanto en valores personales como profesionales. Las finanzas, buscan su multiplicación ¿con qué destino? El resultado es el fracaso deportivo, absorbido por el egoísmo institucional, abocado a la inminente burbuja que producirá en no mucho tiempo una inevitable eclosión económica.

Curiosamente y quizá debido a la efervescencia social en favor de los derechos del sexo femenino, asistimos a una progresiva mayor presencia del fútbol practicado por chicas, que aunque hoy por hoy, no tiene el interés económico del ficticio fútbol profesional masculino, de él emana el verdadero deporte futbolístico, el de referencia anterior. Juego limpio, deportividad a raudales, juego sin interrupciones marrulleras, carencia de simulaciones, progresiva belleza del fútbol practicado, alegría y diversión, son algunas cualidades que podemos presenciar de forma habitual en sus encuentros.

Seguramente sonará a osadía pero «El Gran Espectáculo del Fútbol» necesita significativos cambios estructurales, diferenciando y reglamentando en la línea de un sentido de acercamiento a todas las capas sociales, versiones profesionales y amateur, en los que acercando las diferencias económicas a cuantías razonables, recoja inexcusablemente el espíritu deportivo, recreativo e identitario, mirando como referencia al incipiente fútbol femenino y los valores representados en el concepto del bello deporte, denominado «fútbol».

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