Raúl Zibechi
Periodista

El largo brazo de la OTAN

La incorporación de Colombia a la OTAN no es un asunto que deba tomarse a la ligera.

Aunque fue creada para asociar países situados en el hemisferio norte del océano Atlántico, la OTAN ha extendido sus alas hasta el sur al incorporar a Colombia, siendo el único país de América Latina en formar parte de dicha alianza. Este paso fue dado por el entonces presidente Juan Manuel Santos, en 2017, adoptando el estatus de «socio global» que equivale a establecer lazos de cooperación en el terreno de la seguridad. Sin embargo, el 8 de diciembre de 2021 se firmó un nuevo tratado por el cual «el país se compromete en áreas nuevas de seguridad y cambio climático junto con los demás miembros» (https://bit.ly/3pydlSK). El ministro de Defensa, Diego Molano, explicó que «existen centros de excelencia en entrenamiento (de la OTAN) donde nos interesa enviar a parte de nuestras Fuerzas Armadas para capacitación».

En medio la tensión global por la invasión de Rusia a Ucrania, France 24 informa el 1 de marzo que Colombia y Estados Unidos están realizando «ejercicios militares en el mar Caribe, que por primera vez incluyen un submarino nuclear, en medio de las tensiones con Venezuela, aliado de Rusia en la región» (https://bit.ly/36Oqdxw).

Por el lado colombiano, explicaron que se trata de maniobras para fortalecer la lucha contra el narcotráfico y la defensa de la soberanía nacional, aclarando que los ejercicios se desarrollan «dentro del ámbito de la OTAN». En tanto, el ministro de Defensa venezolano, general Vladimir Padrino, rechazó los ejercicios colombo-estadounidenses calificándolos de «ostentación imperialista», en un mensaje en Twitter.

En el análisis del portal económico “Portafolio”, el nuevo acuerdo que profundiza las relaciones entre Colombia y la OTAN «respalda los esfuerzos colombianos por desarrollar sus fuerzas armadas, mientras Bogotá ofrece su experiencia en capacitación de desminado tanto a los aliados como a otros países socios» (https://bit.ly/3IJCEZG).

El ministro Molano adelantó que Colombia tiene la ambición de celebrar en Cartagena una cumbre de seguridad con la UE, México y otros países de la región, para discutir amenazas de seguridad y en su visita al Reino Unido abordaron la «cooperación en ciberseguridad y el acompañamiento que Scotland Yard puede hacer en la transformación de la Policía que ha emprendido Colombia».

Por su parte, Telesur considera que la incorporación de Colombia a la OTAN implica que «la organización transatlántica abrió la arista a otras naciones del continente americano que deseen incorporarse a esta estrategia» (https://bit.ly/35sxjHF). En esa dirección, algunos organismos de integración regional consideraron ese acuerdo como «una amenaza». En el caso de Colombia, según Telesur, aunque «el acuerdo alude la lucha contra el crimen organizado, los asesinatos sistemáticos contra líderes sociales y excombatientes acogidos al proceso de paz continúan sin descanso».

Para finalizar con este breve repaso, debe destacarse que para “Deutsche Welle” el acuerdo firmado en diciembre pasado, luego de cuatro años de adhesión de Colombia a la OTAN, «se centra en la capacitación de tropas» en centros de entrenamiento de la alianza atlántica (https://bit.ly/3vGtF85).

La incorporación de Colombia a la OTAN no es un asunto que deba tomarse a la ligera. Pero lo más importante es ser capaces de detectar lo que hay detrás de las declaraciones y los acuerdos públicos. En un artículo publicado en GARA el 5 de diciembre pasado, “Comando Sur: hechos y discursos”, intentaba explicar que mientras las comandancias estadounidenses hablan del respeto al medio ambiente y de la igualdad de la mujer, esconden la enorme contaminación que provocan las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, donde la mayoría de las uniformadas sufren acoso o violencia.

Si observamos el papel de Colombia en la actual realidad de América Latina, podemos explicar las razones de fondo de su incorporación a la OTAN desde la coyuntura continental y global, y también las consecuencias que puede acarrear.

El primer aspecto a destacar es el papel de «portaaviones» de Estados Unidos que se le asigna a Colombia para controlar o desestabilizar la región, con un radio de acción que abarca el Caribe, Centroamérica y sus vecinos, en particular Venezuela. A nadie puede escapársele que extender el brazo armado de la OTAN hasta las inmediaciones de la mayor reserva de hidrocarburos del planeta, es una apuesta arriesgada y desestabilizadora.

Colombia cuenta con el ejército más numeroso, en términos relativos, mejor entrenado y experimentado de toda la región, incluyendo a Brasil. Luego de décadas de lucha contra la guerrilla y de aplicación del Plan Colombia, el Ejército de Tierra es una fuerza temible con una larga experiencia en la colaboración con organizaciones paramilitares y narcotraficantes que están muy activas contra los pueblos originarios, negros y campesinos que resisten el modelo extractico.

La infiltración por la frontera hacia Venezuela es una estrategia de desestabilización planificada por el Pentágono y el Comando Sur, y ejecutada por las Fuerzas Armadas colombianas, usando a las disidencias de las FARC cooptadas por la inteligencia militar. Además, Estados Unidos tiene presencia permanente en siete aeropuertos, bases navales y fuertes de Colombia, cubriendo los dos océanos y todas las regiones del país.

El segundo se relaciona con el lugar de cuña de la integración regional, como sucedió en las últimas décadas. Colombia rechazó la pertenencia a la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), que ha sido el principal impulso integracionista en toda la historia regional.

En tercer lugar, Colombia produce el 70% de la cocaína del mundo. Gracias al Plan Colombia, los cultivos de coca han seguido creciendo, pero ahora con una sutil diferencia: las zonas fronterizas de Colombia con Venezuela concentran el mayor volumen de narcocultivos, según el último informe de Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (https://bit.ly/3C8KIRj).

La desestabilización regional está servida.

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