Jesús Cantero Gonzalbo

El mensaje de un piel roja

«Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una maquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos solo para sobrevivir».

"La Tierra no pertenece al hombre". En 1855, el jefe indio Sealth pronuncio un discurso dirigido al hombre blanco en el que se expresa la filosofía de la vida de su pueblo. Esta lección de ecología constituye el más bello mensaje sobre la naturaleza jamás expresado.

«¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida».

«Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podéis vosotros comprarlos?».

«Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de árbol, cada grano de arena en las playas, cada gota de roció en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas. 
Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas».

«Somos parte de la tierra y asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. 
Por todo ello, cuando el Gran jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras dice que nos reserva un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. 
El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros».

«El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino también, representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras deben recordar que es sagrada y a la vez deben de enseñar a sus hijos que es sagrada y cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El mormullo del agua es la voz del padre de mi padre».

«Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, vosotros deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano».

«Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. 
Trata a su madre la tierra, y a su hermano el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorara la tierra, dejando atrás solo un desierto».

«No sé, nuestro modo de vida es diferente al de vosotros. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizá sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada».

«No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido solo parece insultar nuestros oídos».

«Y, después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos».

«El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestra tierras deben recordar que el aire nos es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida también recibe nuestros suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, vosotros deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas».

«Por ello, consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla yo pondré una condición: el hombre blanco debe de tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos».

«Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una maquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos solo para sobrevivir».

«¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado».

«Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo se escupen así mismos».

«Esto sabemos: la tierra lo pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado».

«Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; el es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace así mismo».

«Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con el de amigo a amigo, queda exento de destino común. Después de todo quizá seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Vosotros pueden pensar ahora que El les pertenece lo mismo que desea que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así. El es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para El y si se daña se provocaría la ira del Creador».

«También los blancos se extinguirán, quizá antes de que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. 
Pero vosotros caminaran hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que los tajo a la tierra y que por algún designio especial, les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Este destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos porque se exterminan los búfalos se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida, empieza la supervivencia».

No hay planeta B.

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