Jon Nikolas Lz. de Ituiño
Patrono de Euskaria Fundazioa (*)

El navarrismo desbocado

El navarrismo envuelto en la bandera española ha levantado a sus voceras del PSN (franquicia del PSOE) y de UPN para gritar con fuerza ante la debacle electoral que amenaza su alternancia hegemónica: ¡Que vienen los vascos!

Las algaradas y el clamor con que pretenden agitar los sentimientos de quienes, como navarros, tienen todo el derecho a decidir el cambio de régimen, dejando de ser cautivos de un sistema corrupto, amenaza sus intereses. El Amejoramiento de la Transición democrática no ha mejorado nada en Navarra. Después de una etapa (en el 2015, 39 años), tan larga como los cuarenta años del franquismo, los personajes del continuismo del régimen son la imagen viva de la corrupción a beneficio personal.

Ya lo han dejado bien claro tanto Jose Mari Esparza como Arantzazu Amezaga ante las manifestaciones estrambóticas de Roberto Jiménez. La inquina navarrera de Roberto Jiménez provisto de un martillo de picapedrero para derribar molinos, quiero decir escudos de Navarra hermanados con otros de los territorios de Euskal Herria, no es sólo ignorancia.

Para Roberto Jiménez, Navarra separada de sus hermanas vascongadas es cuestión de Estado. Lo mismo que para Sánchez Muniain en nombre de UPN pidiendo que desaparezcan los carteles que sitúan a Navarra en Euskal Herria. ¿Negando la historia creen que puede desaparecer la realidad de un pueblo milenario capaz de mantener su identidad, contra romanos, visigodos y francos en el pasado y en circunstancias de cambios geoestratégicos en el presente?

Los representantes del régimen en retroceso no son tan ignorantes. Cuando se ven tan acosados por su propio desprestigio político y personal no tienen otros argumentos que gritar su españolidad envueltos en la bandera de Navarra. Sin embargo, los navarros de bien conocen las palabras grabadas en piedra en el Monumento a los Fueros: gu gaurko euskaldunak… que reclaman la vigencia de Euskal Herria también en el presente.

No hace mucho tiempo (un mes quizá) que escribí un artículo ¿Navarros, por qué y desde cuándo? Hacía ver la importancia que toma la dimensión del árbol, Navarra; una relevancia que no debe tapar la extensión del bosque que alcanza hasta los orígenes de nuestro pueblo. El pueblo del euskara, Euskal Herria, al que la ignorancia y el imperialismo romano nos hizo vascones desde los tiempos de la conquista.

Hasta que los euskaldunes autóctonos de Herribehera no se hicieron musulmanes en el siglo VIII no existían las gentes del nabarri (con /B/), en euskara. NABA HERRI, tierra de la llanura, toda la cubeta del gran río de cuyo nombre en euskara, IBAIBEHERA, los romanos sacaron su IBERVS FLVVIVS para nombrar toda la geografía de la Península: IBERIA, según reconoce Plinio en sus escritos.

NABA HERRI, según el pensamiento expresado en la lengua funcional, nabarri en aglutinación, el territorio donde nació el moro Muza en el año 788, hermano uterino de Eneko Haritza considerado primer rey de Pamplona pero no de Nabarra. El moro Muza era euskaldun aunque su familia Banu Qasi hubiese adoptado la religión del Islam, como lo eran todas las gentes autóctonas que quedaron bajo la influencia política del emirato de Córdoba.

El reino de Pamplona se hizo reino de Navarra cuando Santxo VI el Sabio, reunió los territorios del AGER VASCONVM (Herribehera, nabarri) y del SALTUS VASCONVM romanos en base a la identidad que comprendía a todas las gentes de un pueblo que se expresaba en lingua navarrorum. Fue la realidad de la extensión del euskara en todos los territorios de su reino la que dio carta de naturaleza a Navarra en el registro de la historia como el Estado de los vascos.

En un tiempo de confusión inducida por intereses coloniales y políticos del nacionalismo español resulta que vascos parece que sólo somos las gentes de un territorio periférico, occidental y septentrional. La geoestrategia de la España imperial nos ha hecho Comunidad Autónoma Vasca, Euskadi, a unos, mientras desde el centralismo de la República francesa, no se permite al Pays Basque el reconocimiento a su identidad. Es así como los originarios vascones han pasado a ser NAVARROS, con V bien marcada.

Sólo en el siglo pasado se acuñó un nuevo gentilicio propenso a seguir confundiendo la realidad antropológica de Euskal Herria con la doctrina del divide y vencerás. Así fue como mi abuelo paterno, nacido en Biana, era vasco-navarro y, yo mismo, tengo que reconocerme bien como vasco, o bien optar elevando el listón para afirmar con coraje (junto a Mikel Sorauren y otros nabarros) que Nabarra es el Estado de los vascos.
Un Estado que ha sido realidad por su unidad territorial, lingüística y política en el pasado, construido con los materiales antropológicos de Euskal Herria. Un Estado que deberá ser lo que la mayoría democrática puede llevar al ejercicio de su soberanía desde el derecho a decidir. Incluso con la opción de reconocer la identidad política de su realidad forjada en el nuevo mestizaje de un pluralismo de respeto a la historia.
(*) Autor de "Arquitectura de las naciones, "El surco de Babel" y "Una geografía propia del euskara"

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