El terror en su máxima expresión de crueldad
Ante la brutal, vandálica, despiadada, criminal y genocida respuesta dada por el Gobierno sionista de Israel y todos sus adláteres, internos y externos, a los ataques de Hamas, llevados a cabo en territorio israelí el pasado siete de octubre, nuevamente surgen imperiosas preguntas qué insistentemente vuelven a taladrar las conciencias dormidas, silentes, laxas, anuladas o indiferentes.
El sionismo, en su expresión más atroz, cruel y belicista parece que en esta ocasión, la enésima agresión dantesca y descomunal, está dispuesto a dar otra terrorífica zancada en pro de la expansión colonialista y consecución de unas hipotéticas fronteras, basadas exclusivamente en creencias religiosas y en leyendas míticas sobre la creación del Gran Estado de Israel que aparecen descritas en el Tanaj, que aglutina veinticuatro libros “sagrados” para el judaísmo.
En ese texto el Estado de Israel es inmenso comparado a las actuales fronteras. Se extendería por gran parte del mar Rojo, llegando hasta el Cairo, abarcaría los estados de Jordania, Líbano, Siria, Gran parte de Arabia Saudí, incluyendo Kuwait y gran parte de Irak.
Es prácticamente inverosímil y extremadamente difícil de creer que el ataque perpetrado por Hamas, sobrepasando el impresionante y gigantesco muro a través de varios tramos, cogiese por sorpresa al ejército israelí, a la policía y al enorme, diverso y complejo entramado de todo tipo de departamentos, organizaciones, servicios nacionales, oficinas, estamentos…encargados de la vigilancia, seguimiento, control exhaustivo y seguridad.
Analizando la desmedida, absolutamente desproporcionada, inhumana e inadmisible respuesta criminal del estado sionista, más bien parece tratarse de la excusa perfecta, el deseado, ansiado y anhelado “casus belli” para seguir expandiéndose y - continuar de forma sistemática, y ahora extremadamente acelerada - exterminando al pueblo palestino en una limpieza étnica sin precedentes, en la historia de la humanidad, por la crueldad, el terror desatado contra la población civil y el increíble armamento de guerra utilizado contra esa misma población, absolutamente indefensa y sometida a un encierro dantesco en un auténtico campo de exterminio.
Desde ese fatídico y aciago siete de octubre, la población civil del enclave de Gaza - el mayor campo de concentración que haya existido en la historia de la humanidad, donde subsisten más de dos millones de palestinos y palestinas en condiciones absolutamente inadmisibles e inhumanas - se ve sometida a un asedio total y completo, a un estado de sitio infernal y dantesco. Los bombardeos durante tres largas, interminables, apocalípticas, desgarradoras y terroríficas semanas han sido incesantes, implacables y atroces, de día y de noche.
Han sembrado la muerte negra, obscura y dantesca, fulminando las vidas, las esperanzas y hasta el propio futuro. Han descuartizado, acribillado, mutilado y asesinado a miles de niños y niñas, arrebatándoles las vidas con la descomunal fiereza de miles de toneladas de bombas, que igualmente destrozaban las vidas de sus padres, madres, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos… reducían a escombros sus hogares, sus colegios, sus hospitales, sus lugares de juego y asueto, sus calles, por donde transitaban e iluminaban con sus risas, la vida tan enormemente difícil y opresiva que les rodeaba. Todo ha quedado convertido y transformado en polvo, en materia calcinada.
La destrucción es inabarcable, la desolación es total y absoluta. La franja de Gaza está siendo convertida –con la increíble, inadmisible y repudiable pasividad e inacción de la comunidad internacional, o muchísimo peor todavía, con la execrable complacencia y apoyo directo al genocidio, de todo un pueblo, por parte de varios gobiernos– en el segundo lugar del planeta donde se ha generado la mayor y descomunal agresión terrorista, tras el bombardeo atómico a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
No es una guerra la que destruye y arrasa a sangre y fuego Gaza. Es un crimen sobrecogedor y dantesco; es la repetición infernal a lo largo de más de tres semanas de continuos e ininterrumpidos crímenes de lesa humanidad.
Es muchísimo peor que una guerra. Ya que esta implica el enfrentamiento armado entre dos naciones o potencias. Gaza no cumple ni el más mínimo requisito para poder considerarla una nación o una potencia, carece absolutamente de ejército, bien sea de tierra, mar o aire. Es un espacio geográfico minúsculo, sin ningún sistema tecnológico para hacer frente a los sistemáticos y despiadados bombardeos, carece de todo tipo de refugios antiaéreos, no tiene nada en absoluto con lo que poder defenderse, no tiene tampoco ningún sitio a donde huir.
La franja de Gaza ha sido convertida por el despiadado, brutal y criminal gobierno sionista en el mayor campo de exterminio que haya conocido la humanidad.
Por eso los cadáveres se cuentan por miles, los heridos por decenas de miles, los asesinatos de niños y niñas también se cuentan por miles, los ciudadanos y ciudadanas que yacen bajo inmensas masas de escombros de edificios destruidos, bien sean de viviendas, de escuelas de la ONU, de locales de organizaciones humanitarias, de centros de asistencia sanitaria, de mezquitas… también se cuenta por miles.
Gaza está sitiada, acosada y acorralada por uno de los mayores y mejor armados ejércitos del planeta. No existen operaciones ni planes de guerra. Todas las acciones militares que lleva a cabo el ejército invasor y exterminador, tanto por aire, mar o tierra, son auténticos crímenes de lesa humanidad, son auténticos y macabros actos de terrorismo, que conculcan repetida y sistemáticamente y con absoluta impunidad, todos los tratados internacionales diseñados, redactados y ratificados por la inmensa mayoría de las naciones del mundo.
Toda la legislación internacional, que comenzó a fraguarse en la segunda mitad del S. XIX, para defender y proteger a la población civil de la brutalidad y la barbarie indiscriminada de los horrores de las guerras, se ha transformado en papel mojado e invisible.
Los esfuerzos llevados a cabo desde el primer Convenio de Ginebra en 1864; la Conferencia de Paz de la Haya de 1899; la Declaración de Ginebra de 1924 –un texto histórico que reconoce y afirma, por vez primera, la existencia de derechos específicos para la infancia, pero sobre todo la responsabilidad de las personas adultas hacia los niños y niñas– transcurrido, prácticamente, un siglo de esa Declaración a las miles de pequeñas criaturitas asesinadas en Gaza no les ha servido para nada en absoluto.
La ONU surgió en 1945 y cuatro años después, en 1949, se aprobaron, por gran parte de la comunidad internacional, los cuatro Convenios de Ginebra para seguir ahondando en la protección de la sociedad civil y poner límites incluso a la guerra, basados en los valores universales de comportamiento moral y ético.
Los Convenios de Ginebra se constituyeron en la piedra angular del Derecho Internacional Humano (DIH), que «… protege a las personas que no toman parte en las hostilidades, como son los civiles y el personal médico y religioso. Protege asimismo a las personas que ya no participan en los combates, por ejemplo, combatientes heridos o enfermos… los prisioneros de guerra…».
La Corte Penal Internacional entró en vigor el año 2002. El Estatuto, de este organismo jurídico internacional, incluye las violaciones graves de las que se hacen eco los Convenios o las Convenciones de Ginebra, tales como: «…matanza deliberada; causar grandes sufrimientos o graves daños al cuerpo o a la salud; … trato inhumano…».
Todas y cada una de esas atrocidades y crueldades lleva realizándolas el Estado sionista de Israel sistemáticamente y con absoluta impunidad - desde hace más de tres semanas de terror - y con el apoyo explícito y decidido del Gobierno de EE. UU. y varios del continente Europeo.
Y ante la dantesca, inhumana e insufrible situación en Gaza, producida por la conculcación sistémica de todo el entramado jurídico del DIH ¿Qué hace la Oficina del Fiscal de la CPI? Nada en absoluto, silencio increíble y sumiso.
El asedio sobre la pequeña franja de Gaza ha pulverizado toda la legislación internacional encaminada a proteger los derechos básicos e inalienables de las personas; los ha triturado y convertido en polvo, arrastrado y esparcido por una violenta ráfaga hasta su total desaparición.
La masacre criminal sobre la ya castigada y agotada franja de Gaza, por un bloqueo total desde hace lustros, por una espiral de violencia extrema desde hace décadas, y ahora sometida al exterminio de toda una comunidad y a la desolación y destrucción total de todos los recursos básicos y fundamentales de una sociedad, supone uno de los mayores episodios de terrorismo y barbarie que haya padecido la humanidad a lo largo de toda su historia.