Txema García
Escritor y periodista

Elecciones en Euskadi: la cera que arde

Escribo como ciudadano preocupado, imagino que como otros muchos, por la actual deriva política de nuestra sociedad. Y la pregunta es directa: ¿a quién no votar en estas elecciones que tenemos ya a la vuelta de la esquina? La respuesta, más clara aún. No se puede votar ni al PNV ni al PP, ambos de derechas y unidos más de lo que parece desde los tiempos ya lejanos de Aznar-Arzallus y ahora, entre otras muchas cuestiones, en su apoyo o en mirar para otro lado en relación con la política genocida que practica Israel y sus aliados contra Palestina. Ya solo con eso es suficiente para negarles el voto.

De igual manera, tampoco se puede votar a la franquicia del PSOE local ni a sus adláteres de Sumar porque su izquierdismo, en todo caso, es de plastilina Y claro está, ni abstención ni voto en blanco porque eso siempre suele favorecer al propio Sistema y al actual status quo.

Ya lo expresamos en un artículo anterior. Para cualquier persona de izquierdas aquí solo hay dos opciones que, a mi juicio, debieran fundirse en una única plancha electoral a fin de maximizar cada voto: EH Bildu y Elkarrekin Podemos. Dos espacios que se complementan, dos formaciones que suman sensibilidades ciertamente diferentes en algunos aspectos pero que debieran colaborar también en el ámbito electoral para fortalecer un amplio polo de izquierdas y constituirse en la referencia estratégica de la conducción política de una sociedad más justa e igualitaria y reforzada en su propia identidad. Lo demás son brindis al sol.

Dicho esto, paso a señalar algunas cuestiones en relación con esta propuesta que, como toda operación política de alcance, conlleva riesgos e incorpora elementos en forma de dudas razonables.

En primer lugar, una pregunta que creo procedente: ¿Cuáles son los miedos o las reticencias para no afrontar siquiera un debate abierto sobre este tema? ¿De qué debatimos, entonces? ¿Damos por sentado desde la ciudadanía que no es necesario preguntarnos sobre esta cuestión? ¿En serio?

Creo que la izquierda tiene que abandonar cuanto antes dinámicas viciadas y retrógradas que vienen del pasado. Solo concibo una única trinchera de todos y todas contra quienes nos oprimen a diario. Sin muros divisorios que limiten el alcance de las respuestas que hemos de dar a tantas situaciones de opresión que enfrentamos a diario.

Han pasado más de cuatro décadas desde que Terry Jones y los Monty Python filmaron «La vida de Brian». Nos reímos mucho con ella, pero retrataba esta situación a la perfección. Da lo mismo a qué formación política de hoy día asignemos los nombres del Frente Popular de Judea, el Frente Judaico Popular o la Unión Popular. Seguimos exactamente igual que hace más de dos mil años. Pareciera que esta es la maldición de la izquierda: subdividirse y subdividirse hasta resultar irrelevante mientras el «Poder» se ríe de nosotros a mandíbula batiente.

Soy de los que creo que hay mimbres suficientes para construir entre EH Bildu y Elkarrekin Podemos una «casa común», eso sí, con habitaciones diferentes, manteniendo perfiles propios pero complementarios. Una casa («aitaren etxea») en la que podamos convivir y luchar muchas personas en este país, aunque pensemos decorar cada espacio con tonalidades distintas, pero, eso sí, todas y todos bajo un mismo techo que nos acoja frente a las inclemencias e injusticias de un sistema depredador y despiadado.

La izquierda abertzale está en ciclo ascendente y quiere aumentar su presencia institucional para convertirse, si no es en estas elecciones en unas próximas, en alternativa real de gobierno. Elkarrekin Podemos, por su parte, está en horas bajas, golpeado por una operación política de exterminio planificada por Pedro Sánchez + Yolanda Díaz + Iñigo Errejón (con la inestimable ayuda de Lander Martínez) que le ha dejado a la deriva y con riesgo de desaparecer de la máxima institución autonómica. Permítaseme utilizar un símil que no pretende ser soez: aquí se juntan, en todas las direcciones que se quieran imaginar, el hambre con las ganas de comer.

Y es que casi cinco décadas después del comienzo de la denominada Transición, después de tantas vueltas y revueltas, todo está por hacer. España sigue siendo un Estado fallido y nunca hubo borrón y cuenta nueva. Los herederos del franquismo (versión AP, PP, Vox, y Ciudadanos incluso), ayudados por la cúpula eclesiástica católica y una buena parte de los medios de comunicación, son la nueva Falange y siguen con la misma concepción autoritaria, rancia y ultraconservadora, es decir facha, del ejercicio del poder. Ahora se ven con más claridad aún que en décadas anteriores los grandes boquetes de una Transición que ha resultado ser un fracaso en toda regla: no hubo depuración de nada, ni de cuerpos policiales, ni de un estamento judicial que considera estar por encima del legislativo, ni nada de nada. Y el denominado «Estado de las Autonomías» ha quedado relegado a un reino de taifas con una Comunidad de Madrid que va marcando el paso centralizador a todas las demás.

Las derechas nacionalistas (PNV y CIU-Junts) erre que erre. Lo suyo ha sido y es el negocio disfrazado, a veces, de democracia cristiana estilo Andreotti, o de neoliberalismo a ultranza, casi siempre. Es la pela, la pasta, el arte de convertir lo público en negocio privado y en trasladar al erario público las pérdidas de las élites económicas por aquello de que hay que cuidar a los empresarios dado que son ellos los que crean la riqueza. Más allá de este panorama desolador está el PSOE y sus socios de Sumar que más pronto que tarde se verán en una resta aguda y abandonados hasta por Ferreras y la Sexta.

Y planeando sobre todo este panorama más bien desolador una cuestión crucial: el PNV, a diferencia de Junts, jamás se embarcará en una operación de marcado carácter independentista. No llega ni al amago. Con un día al año, el Alderdi Eguna, tiene suficiente para mantener la cerilla encendida de una Euskadi soberana (Euskal Herria les queda muy lejos) de cara a algunos pocos soñadores que todavía resisten en sus filas.

Entremos, por tanto, a la cuestión de siempre, los dos carriles por los que ha de transitar un proceso emancipador en Euskal Herria: el socialista y el identitario. La izquierda abertzale dice que el 21A se va a votar mayoritariamente abertzale y de izquierdas. Cierto, pero en un sentido muy genérico, porque esto encubre distintas realidades y mezcla churras con merinas.

El voto al PNV (incluida su práctica política) podrá ser en todo caso abertzale y nacionalista, pero difícilmente se puede considerar soberanista o independentista. Y mucho menos de izquierda. Así que por ahí, es difícil, por no decir imposible una suma con la izquierda abertzale. Y el voto al PSE podrá ser «algo de izquierdas» pero no tiene nada de abertzale y menos de independentista. Lo cual también hace que una posible opción de gobierno de este partido con la izquierda abertzale se torne prácticamente imposible. Es decir, EH Bildu no va a poder formar gobierno con ninguno de estos dos partidos porque tanto uno como otro son de naturaleza excluyente para los postulados y objetivos de la izquierda abertzale.

Pero sería un error reducir este debate exclusivamente a términos electorales. Eso es lo que quiere el Sistema, que la izquierda juegue en el limitado campo de las instituciones que se renuevan cada cuatro años. «Vota y luego quédate en casa hasta la próxima convocatoria electoral», es el mensaje. Seamos serios. Ser izquierda comporta luchar, sí, en hemiciclos e instituciones, pero sin abandonar la calle, los centros laborales, la educación y la sanidad, la lucha por la igualdad de los géneros, los cuidados de la vida, del medio rural, de la mar y del medio ambiente, las condiciones de vida de los barrios de las ciudades y de la gente más humilde, impulsando el trabajo de la sociedad civil organizada, sin cooptarla, sin dirigismos, dejándola volar sin restricciones ni ataduras de ninguna clase.

Llevamos casi tres décadas de desarticulación paulatina de los movimientos sociales, salvo el feminista, en el marco de un complejo entramado social y de un convulso panorama cada vez más atomizado en la izquierda y sumamente inquietante por el ascenso creciente de las fuerzas de ultraderecha en todo el mundo. Abandonar los espacios antes citados y pensar que con conseguir el gobierno (que no es lo mismo que tomar del poder) ya es suficiente, es como hacerse trampas al solitario.

Así que en esta partida a largo plazo que, es la importante, lo decisivo es abandonar triunfalismos puntuales y articular espacios de colaboración permanente a todos los niveles y eso se traduce en Euskadi por ampliar presencia institucional entre los más semejantes (EH Bildu y Elkarrekin Podemos), así como impulsar frentes de lucha en todos los ámbitos populares incluidos aquellos sectores de izquierda que no se sienten identificados con las tesis oficiales y el accionar de la izquierda abertzale, porque la izquierda sin una sociedad civil organizada no es nada, lo difícil es lo que vale y no hay más cera que la que arde.

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