Raul Río Díaz

En defensa de la sanidad pública

Me doy cuenta de la suerte que tuve de caer en manos de profesionales de una sanidad pública verdaderamente humana, para los que el único objetivo es realizar lo más correctamente posible su cometido, sin tener que pensar en la rentabilidad ni que el tiempo empleado vaya tener influencia en su economía personal o de la Seguridad Social.

Ahora que andan los enemigos de los servicios públicos haciendo todo lo posible para acabar con la sanidad pública y así favorecer a sus amigos de la privada que luego les sirven de puerta giratoria cuando dejan los cargos públicos y subvencionan con comisiones sus campañas electorales, me va a permitir el lector dejar constancia de este caso, por si puede servir de reflexión para defenderla y que no hagan negocio a cuenta de nuestra salud.

Comencé a escribir estas líneas en el Hospital público de Osakidetza de Cruces, donde me encontraba por la inconsciencia de no reconocer el paso de los años, no darme cuenta de que ya soy un sexagenario muy avanzado y ansiar a estas alturas una nueva e imposible primavera, como el corazón de Antonio Machado delante del olmo del Duero.

Todas esas creencias me llenaron de valor, haciendo que el pasado 25 de agosto, en Galicia, me atreviera a saltar un regato de un prado, de más de metro y medio de ancho. Tuve la suerte de saltarlo y no caer en él ya que también era bastante hondo, pero al aterrizar en la otra orilla me topé con un suelo irregular, sintiendo un fuerte dolor en el pie izquierdo. En un principio no le di mucha importancia, pero como al día siguiente tenía que viajar a Euskadi para hacer el día 27 una revisión de otro de mis achaques, después de salir de la revisión aproveche para pasar por urgencias, donde me diagnosticaron rotura del tendón de Aquiles, por lo que me escayolaron la pierna y cubrieron todos los requisitos para operarme el día 30. Llegó ese día y después de darme la anestesia, quitar la escayola y explorar el tobillo, el cirujano observó a simple vista que la escayola había creado una pequeña flebitis en aquella zona; así que consultó con sus compañeros de Cardiología Vascular, que después de hacer una resonancia le confirmaron que no se debía tocar.

Luego me comentó el cirujano que llevaba más de cuarenta años de profesión y nunca le había sucedido algo semejante, que para él lo más fácil hubiera sido operar, pero no lo creyó conveniente, pues sabía que era un riesgo que podía resultar fatal.

Al ver esto me doy cuenta de la suerte que tuve de caer en manos de profesionales de una sanidad pública verdaderamente humana, para los que el único objetivo es realizar lo más correctamente posible su cometido, sin tener que pensar en la rentabilidad ni que el tiempo empleado vaya tener influencia en su economía personal o de la Seguridad Social; donde los especialistas de todos los órganos que puedan ser afectados por la intervención forman un equipo con la única intención de hacer entre todos lo mejor para la salud del paciente.

Ahora pienso cual sería mi suerte si cayera en las manos de profesionales de una clínica privada, no porque sean malos profesionales, sino por las condiciones precarias y la presión en la que desarrollan su trabajo; donde no hay equipos de profesionales de otras especialidades que puedan valorar o informar de la conveniencia o no de realizar una operación, teniendo en cuenta los órganos del paciente que se pueden ver afectados por su actuación, ya que en estas clínicas, en base a la rentabilidad económica, no existe un equipo de valoración y normalmente el mismo cirujano tiene que ejercer también de anestesista y tomar una decisión muchas veces condicionada por trabajar bajo el estrés de tener que realizar un número determinado de operaciones diarias, ya que estas clínicas cobran por intervenciones realizadas, salgan bien o salgan mal. En ese caso no cabe duda de que mi suerte o la de cualquier otro paciente hubiera sido otra.

Nos vendrán ahora esos de los que hablaba antes con que la Seguridad Social no es viable porque hay más gastos que ingresos, pero fueron precisamente ellos con sus políticas de recortes, bajando los salarios a los trabajadores y trabajadoras y los impuestos a las empresas, los que la llevaron a ésta situación, porque poco puede cotizar a la Seguridad Social un trabajador en precario, con un sueldo que apenas le da para malvivir. Dirán también que no hay cotizantes porque bajó el índice de natalidad, cuando los mozos tienen que emigrar porque no les dan trabajo, ni a ellos ni a los emigrantes y refugiados que vienen por culpa de su apoyo a la política guerrera e intervencionista del liberalismo criminal internacional. Bien saben ellos que la solución está en subir los salarios de los trabajadores y trabajadoras, para poder cotizar más, y volver a la cotización empresarial que había antes de las reformas, pero, a pesar de que ya lo hicieron en Portugal, Finlandia y otros países, con resultados positivos, dirán que esto es populismo, cuando populismo del barato es querer engañarnos que con un sueldo miserable que no da para una sanidad pública va a dar para una privada, que todavía tiene mayores costos, pero a ellos no les importa nuestra salud y lo que pretenden es dejarnos sin dinero y sin sanidad, como pasa en su idolatrada y despiadada sociedad estadounidense, el país que más recursos consume del mundo por persona, pero al que no tiuene contratado un seguro privado le echan del hospital y va a morir la calle como si fuera un perro, y perdóneseme la expresión, pues ellos no, pero los que todavía tenemos algo de humanidad entendemos que los perros también tienen derecho a vivir y morir tan dignamente como ellos.

Bilatu