Raúl Zibechi
Periodista

En el centenario de Paulo Freire

Podemos decir que la educación popular se ha convertido en el sentido común de los movimientos, que ahora implementan esas prácticas de modo completamente natural.

Cuál es la raíz cuadrada de 23?», pregunta el pedagogo a un campesino, al que intenta convencer que sus saberes son diferentes pero igualmente valiosos. «No lo sé», es la sonriente respuesta. «Pues voy ganando uno a cero. Es tu turno», sigue el pedagogo. El campesino se rasca la cabeza y suelta: «¿En qué mes se cultiva el maíz?».«Ni la menor idea», responde Paulo. «Vamos uno a uno».

Este diálogo, real o imaginario, se reprodujo en muchos encuentros de lo que ya en la década de 1960 comenzaba a conocerse como «educación popular», una pedagogía creada durante las campañas de alfabetización entre los sectores más pobres y postergados de una sociedad profundamente desigual como la brasileña.

El centenario del nacimiento de Paulo Freire fue recordado con múltiples debates y seminarios, en todo el continente latinoamericano. Su libro más influyente, “Pedagogía del oprimido”, publicado en 1970 y escrito al calor de la revuelta global de 1968, provocó un tsunami en todo el mundo, tuvo muchísimas ediciones en diversos idiomas y alcanzó 750.000 copias en tres décadas, una cifra alucinante para un libro teórico.

Aquel fue el período más rico del pensamiento crítico latinoamericano, cuya expresión mayor se concentró en la nueva literatura que tuvo ventas increíbles para los niveles editoriales actuales. “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, vendía 100.000 ejemplares cada año en 1968, 1969 y 1970. La obra de Juan Rulfo, “Pedro Páramo”, alcanza las 60.000 copias en 1971 y “El Llano en llamas” los 50.000 ejemplares.

La Editora Nacional Quimantú fue el proyecto editorial popular más revolucionario del continente, al masificar el libro y llevarlo a los más remotos rincones del país, bajo el gobierno de Salvador Allende. Vendía medio millón de libros por mes, con tiradas de 30.000 a 50.000 ejemplares a precios populares, hasta que el régimen de Pinochet la cerró y quemó miles de libros.

Hoy podemos asegurar que no existen movimientos sociales que no tengan alguna relación con la educación popular. La propuesta pedagógica de Freire buscaba superar el vanguardismo imperante en esos años, sostenía que para transformar la realidad hay que trabajar con el pueblo y no para el pueblo, y que es imposible superar la deshumanización y la internalización de la opresión solo con propaganda y discursos.

Fue el inspirador de metodologías que pretendieron superar las jerarquías entre educador-sujeto y alumno-objeto, que mostraron rápidamente que son herramientas muy útiles para trabajar con los sectores populares.

La obra de Freire representó un corte de larga duración en las prácticas pedagógicas, pero también en los modos como trabajan los movimientos sociales, los que adoptaron ya en la década de 1980 el estilo impulsado por Freire.

En el aula, fue un duro crítico de la «educación bancaria», un modelo hegemónico que consideraba al alumno como un completo ignorante, cuyo vacío de conocimientos debía ser llenado por las y los docentes ante la pasividad del alumno que solo debía incorporar lo que le aportaban los que verdaderamente sabían.

Me interesa acercarme al impacto en los movimientos populares, sobre todo los urbanos integrados por migrantes rurales. La educación popular permitió a las personas militantes de partidos y de organizaciones sociales comprender mejor a campesinos y trabajadores precarios de las grandes ciudades, ya que inventó métodos que facilitaron la participación de quienes en la vida cotidiana no suelen intervenir sino solo escuchar a los que están arriba.

La formación parte de preguntas motivadoras que son trabajadas en pequeños grupos, en los cuales las personas se sienten más cómodas para expresarse. Había que romper el lugar central que ocupan los discursos teóricos para abrirse a los sentimientos de las personas oprimidas, que no suelen contar con un arsenal de conceptos, pero que pueden construirlos en base a la reflexión sobre sus experiencias.

Uno de los objetivos de Freire, inspirado en la reflexiones de Frantz Fanon, consistió en descubrir las opresiones interiorizadas por los sujetos colonizados. La educación comenzaba demostrando que las personas oprimidas tienen conocimientos muy valiosos, aunque sean desconsiderados por los opresores.

Creciendo en su autoestima, decenas de miles de pobres de la ciudad y del campo, muchos de ellos analfabetos, se incorporaron a los nuevos movimientos que surgieron en ese período. El Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST), integrado por dos millones de campesinos, fue probablemente la organización más relevante nacida al calor de la educación popular en este continente.

El MST creó más de 2.000 escuelas en los asentamientos de reforma agraria. En esos espacios la educación popular fue siendo amasada por miles de docentes y alumnos, hasta convertirla en la «pedagogía de la tierra» que comenzó a transformar la sociedad y a las personas que participan en la lucha.

En casi todos los movimientos del continente las reuniones se realizan en círculos, se hace rotar el uso de la palabra, adoptando algunas de las metodologías inspiradas en Freire. Podemos decir que la educación popular se ha convertido en el sentido común de los movimientos, que ahora implementan esas prácticas de modo completamente natural.

Cuando un movimiento triunfa aparecen tendencias contradictorias en su seno. En la década de 1990, una parte del movimiento de educación popular se institucionalizó y comenzó a servir a los gobiernos municipales progresistas que fueron naciendo. La horizontalidad dio paso a cierta jerarquización y profesionalización de los coordinadores, instalando nuevas prácticas que iban a contrapelo de las propuestas iniciales.

Sin embargo, una parte sustancial de las y los educadores populares siguen siendo fieles a la tradición creada por Freire, siguen apegados al trabajo de formación entre las camadas populares e impulsan nuevos movimientos que no dejan de surgir en todos los países. En síntesis, la educación popular sigue viva, aportando a la emancipación.

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