Jokin Revilla González y Usua Zuluaga Martin
Ongi Etorri Errefuxiatuak!

En el siglo del colapso ecológico se emigra para sobrevivir

Vienen tiempos revueltos, por lo que se necesitará ser críticas y no dejarnos engañar por los fascismos emergentes. Cuando ellos agitan el miedo, nosotras debemos encender la solidaridad

El 18 de diciembre, Día Internacional de las Personas Migrantes según la ONU. muchas personas saldremos a manifestarnos en la calle. Y no lo haremos por cumplir un rito, sino porque pensamos que la cada vez más precaria situación de las personas migrantes lo sigue exigiendo, y, además, porque esa solidaridad es otra forma más de defender la vida, en un mundo que diariamente condena a muerte sin piedad a miles de sus más indefensos habitantes.

En este siglo XXI, estamos padeciendo ya las consecuencias más brutales del colapso ecológico y de la crisis civilizatoria a la que el sistema económico/político imperante –el capitalismo globalizado– nos ha arrastrado sin remedio. Uno de los síntomas de esta crisis es un descontrolado y exponencial crecimiento de los movimientos migratorios.

Las causas de este desplazamiento forzoso son múltiples -guerras, saqueo de sus tierras, razones de género, violaciones de derechos, cambio climático, crecimiento de los mares, sequías…– pero todas tienen un origen común: la necesidad del capitalismo por crecer sin limites… en un planeta que tiene sus recursos casi agotados. Algo que cualquier persona sabe que es imposible, pero que las minorías que dirigen empresas y países, prefieren ocultar con una ignorancia suicida.

Por eso hoy las migraciones tienen una característica más dramática. No se emigra para vivir en otro sitio, se emigra para poder sobrevivir. Y esa radical diferencia debiera obligarnos a un replanteamiento del concepto de quienes deben ser hoy consideradas «personas sujeto de refugio», reconociendo que necesitamos una visión más amplia y humanitaria del mismo, si de verdad queremos defender todas las vidas injustamente amenazadas.

Es obvio que nadie va a lograr detener a los millones de personas que hoy solo pueden elegir entre emigrar o morir. Sin embargo, «el sistema» -llámese Trump, Unión Europea o G7– ha decidido responder con la necropolítica, que consiste en ir dejando morir (y, a veces, asesinando) a todas las personas que no le son útiles, porque ni producen, ni consumen lo que ellos venden. Al capital, en tiempos de crisis de beneficio, le sobran todos los pobres.

Con ese objetivo, los países enriquecidos del Norte global –gracias a ese continuado saqueo del Sur- utilizan cualquier medio -desde muros con cuchillas, a campos de concentración, pasando por inhumanas leyes de Extranjería– con tal de impedir el acceso a aquellas personas que huyen forzosamente de sus tierras. Sin embargo, para extraer (léase robar) de sus países de origen, el agua, los minerales, o las riquezas, mediante leoninos tratados comerciales, no se ponen fronteras. Tampoco para el turismo, otro de los grandes negocios del capitalismo global.

En Euskadi, nuestro gobierno practica una eficaz esquizofrenia, simultaneando un discurso vaticanista con el total apoyo a las industrias vascas que participan en ese saqueo, careciendo del coraje democrático, tanto para situarse claramente del lado de las débiles, como para combatir en su seno el propio racismo institucional.

Vivimos además un momento de ascenso de los neofascismos, como consecuencia del continuo vaciado de la democracia y de los derechos humanos, por lo que se hace más urgente un rearme moral de la sociedad vasca. Urge defender la diversidad como otra de nuestras señas de identidad.

Tenemos que conseguir una Euskal Herría multicolor, más justa, más feminista, más ecologista, y sin perder nada de lo propio. Donde todas las personas tengamos los mismos derechos.

Vienen tiempos revueltos, por lo que se necesitará ser críticas y no dejarnos engañar por los fascismos emergentes. Cuando ellos agitan el miedo, nosotras debemos encender la solidaridad. Como dice la compañera boliviana María Galindo, ante la agresión que está sufriendo su país: «Hoy, lo más subversivo es tener esperanzas, lo más subversivo es el humor y la desobediencia». Si a eso le añadimos el trenzar redes entre todas las nadie que «el sistema» desahucia, obtendremos la subversión perfecta. Y cuando vengan a por nosotras, les estaremos esperando.

Bilatu