Juan Mari Arregi

Encubridores de la pederastia

No se hubieran reproducido ni mantenido en el tiempo aquellos abusos si sus compañeros o superiores hubieran actuado de inmediato y aislado a esos abusadores.

La pederastia en la Iglesia católica vasca, española, francesa, europea, e incluso mundial, se ha convertido en las últimas semanas en un tema que ocupa, como nunca, páginas de los periódicos y programas de radio y televisión. Como observador interesado por haber sido también una víctima de esa lacra, me sorprende la unilateralidad de los análisis tras dejar constancia de los testimonios personales de quienes, menores aún, padecimos abusos sexuales por parte de sacerdotes, religiosos y religiosas.

Solamente se habla y se denuncia a los abusadores. Para nada se analizan sus entornos, como sus compañeros sacerdotes o religiosos y sus superiores de colegios, conventos, seminarios. Y ahí pueden estar, y estuvieron, muchos que pudieron evitar la repetición de aquellos primeros abusos sexuales. Porque los abusos se extendieron hasta que se cortaron. Y pasó su tiempo hasta que se cortaron, aumentando la cifra de abusados. Son, fueron los encubridores. Y, en consecuencia, si se denuncian y aparecen públicamente los nombres de algunos abusadores, ¿por qué no se hace lo mismo con sus encubridores, tan responsables o más de aquella lacra?

Pondré un ejemplo cercano a mi persona. Hace ya casi dos años y cuando apenas había trascendido este tema, hice público mi testimonio personal como víctima de abusos sexuales en el seminario de Derio en la década de los 50. La revista "Argia" dedicó portada y varias páginas a aquel testimonio, ("Pederastia Derioko Seminarioan", 19-3-2019), y, tras ese reportaje, algunos medios se hicieron eco posteriormente. En aquellas páginas denunciaba como abusador sexual a quien fuera en aquella época director espiritual de seminaristas en el seminario de Derio, Manuel Estomba.

Pues bien. Los abusos por parte de Estomba los sufrimos muchos de los seminaristas de Derio. Algunos compañeros de seminario aplaudieron mi testimonio porque podía ser también el suyo. El entorno de aquel director espiritual, como eran el obispo, sus compañeros, rectores, directores espirituales y superiores del seminario, lo supieron pero no actuaron de inmediato o lo hicieron tardíamente. Y por ello los abusos se sucedieron hasta que en un momento determinado, no de forma inmediata, el abusador no es castigado o separado de su misión, sino que es enviado a las Misiones Diocesanas en Venezuela y posteriormente ubicado en la parroquia de San Antonio de Urkiola. Como si un abusador, como aquel director espiritual, no pudiera seguir con su actividad depredadora fuera del seminario de Derio.

Lo que comento del seminario de Derio podría aplicarse sin duda a colegios y conventos en los que se registraron abusos sexuales a menores de edad. No se hubieran reproducido ni mantenido en el tiempo aquellos abusos si sus compañeros o superiores hubieran actuado de inmediato y aislado a esos abusadores.

Por todo ello, es importante focalizar el problema, no solo en el abusador sino en sus encubridores. En el caso del seminario de Derio, muchos de aquellos supuestos encubridores, como el mismo abusador, ya fallecieron: Pablo Gúrpide, obispo; Isidro Larrauri, Santiago Goyri, rectores; Jesus Garay, Jose Maria Iruretagoñena, directores espirituales; Santiago Duo, Jose Luis Malillos, Pablo Bilbao, prefectos, etc. Hay sin embargo algunos que todavía viven, como los José Angel Ubieta, Jose Maria Bustinza, Angel Echevarria, Juan Mari Uriarte... que podrían dar testimonio de aquella lacra. La comisión de investigación podría analizar hasta qué punto, con su actitud de omisión, fueron también responsables. Tan responsable es quien abusó como quien lo encubrió y lo hizo posible extendiendo así en el tiempo sus abusos a más menores.

Bilatu