Enseñanzas de Reino Unido
Desde ciertos ámbitos de decisión, se suele indicar que los vascos son más partidarios de plantear una votación sobre el derecho a ejercer la Autodeterminación que de votarla posteriormente en modo afirmativo. Si eso es así, ¿por qué no dejarnos de ataduras constitucionales y permitir votar a esta parte del pueblo vasco?
Reino Unido, a resultas del Brexit, viene dando muestras de que no es tan «unido» como a priori parece serlo. Por un lado, Inglaterra y País de Gales, ambos mayoritariamente a favor de la salida de la Unión Europea, y en postura antagónica a la de ellos, Escocia e Irlanda del Norte, proclives y partidarios a la permanencia en Europa. Es Reino Unido, pues, perfecta muestra de la polarización que se puede dar dentro de un mismo ente; En el Estado español siempre que se hace alusión a una hipotética salida de cualesquiera de las naciones que menor sentimiento nacional español tienen, esto es, Catalunya y Euskadi Sur, se habla de la balcanización que se daría en caso del ejercicio del derecho a la autodeterminación de las referidas. No ha lugar a un «divorcio» amistoso como el que en su día hubo entre
Chequia y Eslovaquia, por ejemplo.
Reino Unido, que constituye a mi modo de ver la avanzadilla democrática europea en múltiples aspectos, tales como tener una Constitución oral, no escrita, el posibilitar que las naciones que lo conforman puedan formar sus propias selecciones deportivas o, por último y no por ello menos importante, el permitir que los escoceses emitieran sufragio en 2.014 con respecto a la independencia, sí o no, sólo con esas dos posibilidades, sin ambages.
El divorcio que se ha dado con Europa ha disparado el independentismo en Escocia e Irlanda del Norte, que «amenazan» al primer ministro Boris Johnson con referéndums soberanistas más pronto que tarde. Las vías en los dos casos son claras y nítidas; en el caso de los seis condados del Norte de Irlanda, la senda para la reunificación con los irlandeses del Sur es la siguiente:
la ley de Irlanda del Norte de 1.998, aprobada tras el acuerdo de paz en Belfast, otorga al ministro británico para la región la capacidad de poder convocar un referéndum «en cualquier momento en el que le parezca que una mayoría de votantes expresaría el deseo de que Irlanda del Norte deje de ser parte de Reino Unido y desee pasar a formar parte de una Irlanda unida»; Dublín convocaría otro referéndum tras conocer el resultado (cabe significar que la Constitución irlandesa ha sido enmendada 37 veces desde 1937 -la española desde 1.978 solo 2- ). También en 1998 tuvo su particular enmienda. Así, se cambió la reclamación de soberanía sobre Irlanda del Norte por una aspiración a la unidad, «basada en el consentimiento de la mayoría de la población, expresado democráticamente en ambos lados de la isla». Ahora que está cercano el centenario de la partición de la isla en 1.921, son muchas las voces que han manifestado su más absoluta convicción de que el referéndum tendrá lugar en diez años máximo.
Como vemos, Reino Unido es respetuoso al máximo con el juego de las mayorías, y en Irlanda del Norte el segmento poblacional católico le viene comiendo terreno al protestante desde hace ya un tiempo. Si aplicamos el axioma irlandés al caso vasco, veremos que de los 75 parlamentarios que tiene la Cámara de Gasteiz, según reciente prospección de Gizaker para EiTB, las fuerzas que abogan por el derecho a decidir en la CAPV sumarían en torno a los 57-58 jarlekus, por los 17 ó 18 de PSE-EE y PP, por lo que bajo ese prisma correspondería votar.
La segunda de las vías, la escocesa, requiere de la aquiescencia del primer ministro de Downing Street, en este caso del tory o conservador Boris Johnson, como hace ya 8 años hizo el compañero de partido del Sr. Johnson, David Cameron, que acordó para 2.014 un referéndum sobre la independencia en Escocia. De momento, el primer ministro británico está cerrado en banda y la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, del SNP, ha solicitado por escrito a Johnson la transferencia de poderes al Parlamento escocés para poder convocar una nueva consulta, en cumplimiento del artículo 30 de la ley autonómica escocesa. Todo indica que será el Tribunal Supremo el que tenga la última palabra sobre el intento de la Sra. Sturgeon de un segundo referéndum independentista.
Desde ciertos ámbitos de decisión, se suele indicar que los vascos son más partidarios de plantear una votación sobre el derecho a ejercer la Autodeterminación que de votarla posteriormente en modo afirmativo. Si eso es así, ¿por qué no dejarnos de ataduras constitucionales y permitir votar a esta parte del pueblo vasco?
Me gustaría acabar recordando unas palabras que el ex primer ministro Gordon Brown, laborista y escocés, ha dirigido a su homólogo Boris Johnson, y de las que se puede sacar más de una conclusión para el Estado español: «Si no reconocemos pronto que somos un Estado plurinacional y no damos la voz, la seguridad y la oportunidad a la gente en las regiones del país, los 300 años de existencia del Reino Unido tal y como lo conocemos llegarán a su fin».