Josu Iraeta
Escritor

Entre certezas y dudas

Sólo una sociedad compuesta de mujeres y hombres libres, cultos, con criterio, puede enfrentarse con éxito a quienes desde «su laboratorio de ideas» expanden una hipótesis que pretende «la reconquista» de una sociedad camino de un pasado sumiso e ignorante. Catalanes y andaluces conocen el «virus».

El tiempo transcurre inexorable y debo reconocer que no me siento cómodo asumiendo el papel de mero espectador, ante los acontecimientos y situaciones que se viven en Catalunya.

Digo esto porque es evidente el cinismo que impera ante la intervención del Estado español en Catalunya. Cinismo que impregna toda relación, sea esta de carácter singular o grupal, política o social.

Dicho esto, entiendo como más que probable el que algunos de los que me honran con su lectura, comiencen a pensar en la «escasa formación democrática» como generador de este evidente fracaso.
No seré yo quien niegue eso, pero no es «sólo» formación, créanme, también hay intereses, muchos intereses.

Vivimos un capítulo «otro» que sin duda avergonzará a nuestros descendientes, y ante el que las generaciones que hoy estamos tomando decisiones, debiéramos enderezar y reconducir, para no transferir errores que bien pudieran ser irreparables.

Claro que esto que vivimos con cierto asombro, no es nuevo, pero eso no minimiza la gravedad de la situación en la que, de diferentes formas y posiciones, sin duda, colaboramos unos y otros.

En los últimos meses estamos «reviviendo» –sin ánimo de alarma– situaciones similares a las conocidas en el mundo, hace treinta y cuarenta años. Como entonces, tampoco hoy se ejerce gobierno desde las instituciones de máximo rango, no hay un sistema, «sólo» se ejerce el poder, la fuerza y el contubernio político.

Y lo triste es que todo esto es posible, porque es evidente que, en el Estado español, muchos millones de ciudadanos desconocen, ignoran, que, en democracia, no hay espacio para los «Matones», ostenten estos, cargos públicos o no. La democracia es otra cosa señores.

En la misma línea, día tras día, estamos siendo testigos de una «siembra» cuyos frutos alimentarán el enfrentamiento. No se aceptará el «juego» democrático y dañarán y romperán cualquier atisbo de raciocinio, lo que, unido a la notoria presencia de los nuevos inquisidores, impondrán lo que de verdad buscan, ejercer la involución.

En párrafos anteriores afirmaba que esta situación no es nueva, ya que se ha puesto en práctica en otras ocasiones.

 Uno recuerda que, como extraña secuela del debilitamiento de la Unión Soviética, sobrevino una falsa y deliberada simplificación particularmente potenciada –como ahora– por los medios de difusión: La hecatombe del socialismo real significaba «también» la definitiva derrota del socialismo como propuesta doctrinaria y a su vez, la ratificación del capitalismo como ideología hegemónica.

Es decir, las inadmisibles conductas de personajes como Ceaucesco y Zhivkov inhabilitaban a Lenin, y un Lenin así inhabilitado descalificaba retroactivamente a Marx.

Sin embargo, fue «otra» la visión que se vendió al mundo respecto a Nixon o Color de Mello, expulsados ambos, el primero en 1974 y en 1992 el segundo. Los dos también por conductas inadmisibles, de las presidencias de Estados Unidos y Brasil.

A pesar de lo que inicialmente pudiera parecer, no tuvo las consecuencias esperadas y no se exigió la inhabilitación del sistema capitalista o el neo liberal que los encumbraron a tan altos cargos.

Esto nos muestra que el cinismo y la hipocresía –en las democracias vigentes– son estimadas, como una de las «bellas artes».

Estamos en condiciones de afirmar –la historia así nos lo permite– que, tanto en el Estado español, como en otros países europeos, la experiencia en situaciones similares, es más que amplia. Entre otros, puede citarse a los franceses Jacques Chirac y Nicolás Sarkozy, al italiano Silvio Berlusconi, y a los españoles Felipe González y Mariano Rajoy.

Esto quiere decir que no debiera extrañar tanto la «reacción» del fascismo español, ante el movimiento independentista de Catalunya.

Con anterioridad citaba la involución, algo que ya se está dando, y que en fechas próximas verá acrecentada su actividad dirigiéndola al mundo intelectual. Así ha ocurrido siempre. Veremos cómo los nuevos inquisidores recusarán a unos y otros. Cómo en sus «razzias» incluirán a quienes en épocas más o menos próximas se pronunciaron contra las agresiones de corte imperialista, las torturas en las cárceles, las agresiones económicas, la pena de muerte, los estragos ecológicos, la corrupción política impune…

Parecerá como si todas esas demandas, lógicas y democráticas, hubieran sido sepultadas bajo el pronunciamiento de «La República de Catalunya».

Con lo ocurrido hasta ahora se puede llegar a muchas conclusiones, una de ellas, sin duda, la increíble capacidad de las personas para cerrar los ojos. Sólo así se pueden entender las reacciones que –inducidas unas y espontáneas otras– están avergonzando al resto de Europa y el mundo.

No se trata sólo de la llamada «caverna» mediática, hay más, mucho más en las sombras que protegen este sistema corrupto donde los hubiera.

En el sistema actual vigente, no se razona, se ordena, no se discute, se impone, olvidando que la única manera de aprender, es discutir. Desde el principio, con el libro de texto y el profesor. Discutir con todo aquello que no se entiende o comparte, es la única manera de formar personas con criterio, con dudas, es decir, inteligentes.

Quiero continuar, porque me parece fundamental imbuir la idea, la certeza de que un hombre o una mujer, no es nada si no es un ser que duda. Una persona con capacidad de conjugar la duda, y la certeza, con el compromiso de ser fiel a algo.

Una persona con mayor o menor intelecto debe ser capaz de apoyar o defender una realidad política o social, a pesar incluso, de reconocer motivos de duda.

Es evidente y notoria la presencia contradictoria entre la fidelidad y la duda, pero es una contradicción positiva, sin duda fructífera.

Si las personas con capacidad de sentir y mostrar fidelidad, ignoran las dudas, viven en un equilibrio ficticio. Cierto que con el transcurso del tiempo pueden obtener cosas, triunfos, incluso grandes resultados, pero el dogmatismo aplicado que rige sus vidas, evita lo más importante; ser personas libres.

Sólo una sociedad compuesta de mujeres y hombres libres, cultos, con criterio, puede enfrentarse con éxito a quienes desde «su laboratorio de ideas» expanden una hipótesis que pretende «la reconquista» de una sociedad camino de un pasado sumiso e ignorante. Catalanes y andaluces conocen el «virus».

En el Sur de Euskal Herria hemos conocido en las últimas décadas, movimientos involutivos con la misma «genética» que actúa en Catalunya y Andalucía, y seguro que antes del próximo verano, nuevamente, se hará notar su «presencia».

Entiendo que quizá sorprenda a más de uno, pero no me resisto a plasmar lo que estos últimos párrafos han traído al primer plano de mi memoria. Me estoy refiriendo a mi viejo y querido amigo José Luis Cereceda Garaio. Una persona íntegra e inteligente, con capacidad analítica sorprendente, que supo desarrollar su vida personal y política con brillantez, conjugando a la perfección, sus certezas y sus dudas, y del que muchos aprendimos, quizá yo más que nadie.

La libertad, la soberanía, el conocimiento, incluso el amor y el dinero, sólo sirven «de verdad», cuando se donan, cuando se distribuyen, cuando se esparcen...

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