Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

Entre cuervos y tempestades

«Además de parásitos, la estrategia del Estado ha generado una atmósfera en la que las diferencias entre la realidad vasca y la española se han ido haciendo cada vez más evidentes, más pronunciadas, abriendo una grieta entre ambas que a cada día que pasa es más ancha. Su pretensión era precisamente la contraria; esto es, disolver la identidad vasca en la española para reducir el abertzalismo a los coros y danzas y la pelota vasca. Pero en lugar de una pintoresca postal de La Concha con el sello «Recuerdo de España», lo que han conseguido es reforzar nuestro sentimiento nacional vasco y darnos más argumentos, ¡más aún!, para no querer ser ni españoles ni franceses.»

Si alguien nos hubiera dicho hace unos años que íbamos a poder contemplar cómo los partidos de obediencia española se irían cociendo en su propia salsa no nos lo hubiéramos creído. Y eso que ya advertimos mucho tiempo atrás de que maquinar estrategias políticas desde premisas de odio y discriminación siempre acaban conduciendo, tarde o temprano, a la debacle.


Cuando se diseña una línea de actuación política aventando las semillas del enfrentamiento, de la proscripción y la represión, no se puede eludir el peligro de que las circunstancias generadas se inviertan, convirtiéndose en la peor trampa, ya que no hay emboscada más letal que la que uno se hace a sí mismo. Algo así le ha pasado al Estado español en su cruzada nacional contra Euskal Herria, en general, y la izquierda abertzale, en particular. Tanta agresividad, tanta violencia, tanto «vencedores y vencidos», tanto Roberto Alcázar y Pedrín y tanto guerrero del antifaz que han caído en su propia celada, una de la que hoy en día ya no pueden salir con los cuentos de antaño porque la sociedad vasca no está para milongas.


Los partidos españoles y sus franquicias vascas han comenzado ya a pagar las facturas de su estrategia de guerra contra Euskal Herria. Todo el gozo de su «victoria» ahogándose en el pozo de las contradicciones generadas por el desarrollo propio de esa estrategia a lo largo de los años. «Nosotros los demócratas», proclamaban, al tiempo que levantaban la infamia del «nosotros-ellos», «demócratas-violentos»... ¡buenos y malos! Como en la peor de las películas de vaqueros, la virtud siempre estaba necesariamente al mismo lado de la empalizada del fuerte y todo lo que viniera del otro lado había que combatirlo y eliminarlo.


Hay profesionales de la universidad con afán de notoriedad, políticos «de carrera», periodistas mesiánicos e incluso aquel otro iluminado que escribió la desfachatez de que echaría de menos «la violencia» porque se había divertido mucho. Demasiadas nóminas infames que se quedan sin efectivo cuando cesa el negocio y que no se resignan a tenerse que bajar del púlpito que dio relumbrón a su mediocridad.


Al calor del conflicto político vasco ha medrado un cultivo de organismos patógenos promocionado por las partidos que se dicen «de Estado». Toda esa colonia no quiere ahora perder su papel en la obra y se rebela contra sus creadores. De colaboradores necesarios han pasado a ser un lastre, una losa al cuello de los grandes partidos españoles. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice el refrán castellano.


Además de parásitos, la estrategia del Estado ha generado una atmósfera en la que las diferencias entre la realidad vasca y la española se han ido haciendo cada vez más evidentes, más pronunciadas, abriendo una grieta entre ambas que a cada día que pasa es más ancha. Su pretensión era precisamente la contraria; esto es, disolver la identidad vasca en la española para reducir el abertzalismo a los coros y danzas y la pelota vasca. Pero en lugar de una pintoresca postal de La Concha con el sello «Recuerdo de España», lo que han conseguido es reforzar nuestro sentimiento nacional vasco y darnos más argumentos, ¡más aún!, para no querer ser ni españoles ni franceses.


Desplazaron legiones de odio a lomos de la represión brutal y la persecución política y resulta que lo que han conseguido es que la realidad de la sociedad vasca no tenga nada que ver con la española, hasta el punto de reconocerlo la propia militancia vasca de los partidos españoles. Quien siembra vientos recoge tempestades.


Entre sus cuervos y sus tempestades navega hoy en día España por Euskal Herria.
Así, el PP español es cautivo de sus propios monstruos de la ultraderecha antivasca, hacia quien siente un miedo reverencial que lo atenaza. La primera escisión habida en la historia de ese partido ha sido precisamente por ese flanco. Aunque a Vox, con su carcelero líder espiritual y una rema de talibanes carpetovetónicos no se le prevea mucho recorrido, su sola presencia ya ha pintado algunos rostros de alarma en los engominados y oxigenadas dirigentes del PP. Cuando crecen los enanos, hay problemas en el circo.


El PP se ve en la necesidad de satisfacer sus pulsiones nacionalistas españolas, y esa pretensión, para su desgracia, les hace caer como mirlos en la trampa que colocaron para cazar abertzales. Dicen que nada ha cambiado, que jamás ha habido un conflicto político, que no tienen nada que hablar, que no se van a mover porque no hay nada para mover... la cuestión es mantener vigentes los fantasmas de la propaganda sobre la que han construido sus castillos. Pero un ciudadano vasco que escucha esas cosas, que conoce lo que ocurre porque vive en Euskal Herria no puede menos que pensar que al sur del Ebro están en otra galaxia, que se les ha ido la cabeza; que han perdido el norte.


Es la gran paradoja, que para no perder espacio en España se vean obligados a mantener un imaginario que en Euskal Herria se ve como lo que realmente es, una falacia, excusas para sostener el bloqueo del proceso, no salir de su bunker y negarse a la paz. Evidentemente, semejante inmovilismo no se entiende en tierra vasca; luego lo que hacen para mantener pulso en España los hunde en Euskal Herria. Y así está el PP vasco, agarrado del cuello por los espectros de Madrid y condenado a la marginalidad política en el escenario propio por la patética cerrazón de sus caudillos estatales. Quiroga y los suyos parecen condenadas a vivir en la trincheras, aunque ahora para protegerse del fuego amigo de sus jefes «nacionales» y de los medios de difusión. Si los primeros pueden llegar a tener algún tipo de compasión porque, en el fondo, son de la misma camada, los segundos seguirán al ataque sin misericordia porque se nutren de la bilis del odio.


PSE y PSN están también en homóloga tesitura, aunque no aflore de manera tan cruda porque el PSOE no está en el Gobierno español. No tener responsabilidades de gobernación les da más oxígeno y mayor capacidad de maniobra a la hora de intentar jugar a más bandas.
Están más sueltos porque sus jefes no tienen sus reales aposentados en La Moncloa, lo que no significa que estén al margen del escenario perverso que ellos también fomentaron por ser una cuestión de Estado. Además, su líder Patxi López parece que tiene ganas de sentarse en el trono de Ferraz. Y esto que, en principio, podría ser motivo de orgullo y satisfacción para la parroquia vascongada, resulta que es otra piedra en la mochila pues hoy en día tener un pie en España y otro en Euskal Herria es estar demasiado abierto de piernas.


Si hemos dicho que el PP está principalmente cautivo de sus cuervos, diríamos que el PSOE lo está de las tempestades, de los vientos que sembraron entre todos durante años con la pretensión de que barrieran a la izquierda abertzale de la sociedad vasca. Demasiado tiempo plantando espantajos y articulando todos los resortes políticos, mediáticos, judiciales... para segregar a un sector muy amplio de la sociedad vasca, para expulsarlo de la vida pública identificándolo con la maldad absoluta, satanizándolo. El moderno estigma de las brujas. Ahora que han cambiado las tornas, ¿cómo decir que queremos bailar con las brujas? esto es fácil en el marco local porque nadie creía que las brujas fueran como se las presentaba; pero a ver quién lo vende en España, donde tanto se ensalzó la obra del Santo oficio antiabertzale.


Pues bien, este es ahora el gran problema de PSE-PSN, que sus afanes del pasado ahora les condicionan el futuro y, al igual que el PP, el PSOE vive en otra galaxia que poco tiene que ver con la realidad vasca y que se rige por los intereses del Estado, de España. Es un pésimo escenario para que PSE y PSN puedan hacer política propia en Hegoalde.


Lo hemos visto con la espantada del PSN en la moción de censura contra Barcina. Los intereses de España sobre los de Nafarroa aun a costa de mantener un Gobierno corrupto, aun a costa del peligro de despeñar al PSN.


Observando a los «partidos de Estado», PP y PSOE, uno pensaría que dan por perdida Euskal Herria, que saben que aquí nada tienen ya que hacer y que por eso se afanan a no perder espacio en España. Tampoco estaría mal que así fuera, aunque lo ideal sería que lo admitieran y nos dejaran en paz a los vascos para hacer libremente nuestro futuro. Sus franquicias vascas podrían asi tener algo de juego en esa solución, lo que dificilmente ocurrirá si lo suyos los tiran al abismo de la nada política vasca.


Son víctimas de las fauces de sus propios fantasmas y del perverso clima político que generaron. Es el bumerán, que no perdona; pues si con mentiras se puede pervertir un escenario, el veredicto de la sociedad es inapelable. A ver que tal torean entre sus cuervos y sus tempestades.

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