Nestor Lertxundi Beñaran

¿Es la ikurriña una bandera con raíces inquisitoriales?

La ikurriña, actual bandera oficial del País Vasco, es para muchos un símbolo de identidad, libertad y resistencia. Sin embargo, su diseño y origen levantan serias preguntas cuando se analizan los elementos que la componen desde una perspectiva histórica y simbólica. Lejos de ser una creación ancestral o popular, la ikurriña nace en 1894 por iniciativa de Sabino Arana, con una fuerte carga ideológica, católica y monárquica. Pero lo más inquietante es que varios de sus símbolos coinciden con los utilizados por la Santa Inquisición para marcar y ejecutar a los herejes.

El San Benito: la cruz verde del castigo

Uno de los instrumentos más reconocibles del aparato represor de la Inquisición era el San Benito, una especie de túnica o escapulario que se imponía públicamente a los condenados por herejía. Esta prenda no era solo una humillación, sino una sentencia visible: quienes la vestían eran señalados como enemigos de la fe.

Además, la cruz del San Benito originalmente también era verde, un detalle clave que conecta directamente con la cruz verde en aspa de la ikurriña. Esta cruz diagonal, conocida como cruz de San Andrés, aparece en la bandera vasca sobre fondo rojo, con una cruz blanca superpuesta. La coincidencia no es casual ni inocente.

Aspas, colores y fuego: el catálogo del castigo inquisitorial

La Inquisición utilizaba un complejo sistema de códigos visuales en los San Benitos para clasificar a los condenados:

Aspa verde: para reconciliados bajo vigilancia, usualmente sometidos al silencio o reclusión perpetua.

Aspa negra: señalaba a quienes serían ejecutados en la hoguera, a menudo rodeados de llamas pintadas.

Aspa roja: indicaba arrepentimiento forzado. Algunos eran liberados, pero marcados de por vida.

Tres llamas rojas: símbolo de ejecución inminente. Muchas veces incluían también el nombre del condenado.

A esto se sumaba el desfile público en los autos de fe, donde se exhibía a los reos antes de ser ahorcados o quemados. El simbolismo era claro: obediencia absoluta, castigo ejemplarizante, supresión de la disidencia.

¿Una cruz inquisitorial en la bandera vasca?

La cruz verde de la ikurriña, reinterpretada como símbolo foral por Sabino Arana, tiene raíces mucho más oscuras. La cruz de San Andrés fue emblema de los Tercios españoles, símbolo de conquista colonial y represión inquisitorial.

Así, un emblema impuesto a los herejes por la Iglesia aparece en el centro de la bandera moderna de un pueblo que presume de resistencia. La contradicción es, como mínimo, provocadora.

El rojo de la ikurriña: ¿sangre vizcaína o herencia navarra?

Se ha afirmado que el color rojo de la ikurriña representa la «sangre de los vizcaínos», pero esa explicación es históricamente dudosa. El rojo ya existía mucho antes en la bandera del Reino de Nabarra, no con cadenas, sino con un carbunclo cerrado pomelado en oro sobre fondo rojo. Este símbolo representa el equilibrio y la unión de fuerzas, y fue sustituido por las cadenas tras la imposición heráldica castellana.

Sabino Arana pudo haber heredado el rojo de esa tradición ancestral navarra, aunque sin mencionarlo. Lo cierto es que no es un rojo vizcaíno, sino un rojo más profundo y antiguo, que representa un legado político y simbólico mucho más amplio.

Antes de la ikurriña: la bandera carlista

Antes de que Sabino Arana diseñara la ikurriña, la bandera carlista ya ondeaba en muchos pueblos vascos. Asociada al foralismo y al legitimismo, fue utilizada por comunidades enteras como símbolo de resistencia y tradición.

Todavía hoy, en localidades como Hernani, Fuenterrabía, Oñati o Etxarri-Aranatz, esta enseña forma parte de las fiestas populares. No se trataba de una bandera ideológica impuesta, sino una expresión popular y colectiva, mucho más arraigada que la ikurriña.

Parlamento, juntas y memoria destruida

La bandera del Reino de Nabarra no era un simple estandarte dinástico. Representaba una estructura política autóctona basada en las juntas y valles, con delegados que participaban en un parlamento propio desde antes del siglo XII, cuando aún era Reino de Pamplona.

La destrucción de castillos, archivos y documentos tras la conquista castellana tuvo como objetivo no solo el dominio militar, sino borrar la memoria institucional y democrática de Nabarra.

Conclusión: ¿liberación o sumisión simbólica?

La paradoja es inquietante: una bandera considerada emblema de libertad nacional contiene elementos que fueron utilizados durante siglos para reprimir y castigar la disidencia.

¿Podemos hablar realmente de símbolo de resistencia cuando sus raíces están en los aparatos represores de la Iglesia y la monarquía?

¿Y qué lugar ocupan entonces la bandera de Nabarra o la carlista, que sí fueron utilizadas por el pueblo durante generaciones?

Repensar los símbolos no es renunciar a la identidad, sino rescatarla de las manipulaciones del poder.

Las banderas no son inocentes. Guardan en sus formas y colores la memoria de quienes las impusieron o defendieron. Es hora de devolver a Nabarra y a la lengua éuskara el lugar que les corresponde en la historia. Sin maquillajes. Sin imposiciones. Sin inquisidores disfrazados de libertadores.


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