Iban Martínez de Albéniz
Licenciado en filosofía

¿Es útil la filosofía?

Cuando era un adolescente y me preguntaba sobre mi futuro universitario o mi futuro en general (lo que viene siendo responder a la pregunta nada ingenua de «¿qué quieres ser de mayor?» con la que nos machacábamos de pequeños), mi padre me solía «aconsejar» con la siguiente frase: «hijo, estudia cosas prácticas».

En el lenguaje de mi padre, un trabajador de taller y dueño de una pequeña empresa a la postre, «estudiar cosas prácticas» suponía estudiar un módulo de mecanizado o una ingeniería, que me diera paso al mundo del trabajo rápidamente. Igual por rebeldía, o simplemente por desinterés, no le hice mucho caso y me puse a estudiar la carrera de Filosofía, la carrera a priori menos práctica. Seguramente fue una forma de «darle una patada en los cojones» a mi padre, con tanto mensajes del tipo persona trabajadora = persona honrada = buena gente.

La filosofía siempre se ha identificado como algo teórico, poco práctico e inútil; entendiendo esta utilidad como algo que sirve para otro fin (la utilidad de un cuchillo es que sirve para cortar queso por ejemplo, es útil en tanto en cuanto «sirve para algo»). Según mi padre, estudiar un módulo de mecanizado o una ingeniería era muy útil, muy práctico, porque te daba acceso al mundo laboral; que resultaba ser el verdadero fin en su particular (pero muy extendida) cosmovisión (persona trabajadora = persona honrada = buena gente). La filosofía, según esta visión de la vida, resultaba totalmente inútil y muy pero que muy poco práctica.

Cuando fui a hacer la carrera a Donostia y me encontré con clases de 6 o 7 personas, entendí que aquellas ideas, no eran solo de mi padre, es decir, eran muy pero que muy compartidas en la sociedad. Los filósofos de Ibaeta, éramos «los raros». Éramos un fiel reflejo de lo que se había convertido la filosofía, en una burbuja de pseudo-intelectualidad, en un almacén de conceptos abstractos y difíciles desligados totalmente del mundo, de la realidad, de la tierra, de las personas, de las cosas del comer…

En contra de lo que pueden pensar muchas personas, la filosofía es mucho más simple, es mucho más sencilla, es mucho más humilde y sobre todo es el ámbito del saber más práctico que existe; porque la filosofía no «sirve para» sino que es práctica y útil en sí misma. La filosofía entendida como la forma de cuestionarse y orientarse en la vida es lo más útil que existe en el mundo, gracias a ella encontramos la brújula que nos va orientando en la aventura de la vida. Eso no significa que dichas preguntas tengan una respuesta inmediata y menos certera y para toda la vida.

Por eso, creo que la filosofía tiene que recobrar el lugar que se merece, en las aulas y en la sociedad. Es un despropósito, que el PNV, de mano de su plan Heziberri haga una interpretación antihumanista de la LOMCE y pretenda quitarse del medio a la Filosofía en nuestros institutos. Sin asignaturas como la Filosofía, las competencias como «aprender a pensar», «aprender a ser»…que pretende impulsar Heziberri se quedarán en papel mojado o como mucho en buenas intenciones. Si yo no me hubiera cuestionado con cierta actitud filosófica acerca de las particulares ideas preconcebidas que había mamado de mi familia, de mi entorno, de mi sociedad… quizá hoy no sería quien soy.

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