José María Pérez Bustero
Escritor

Esa necesidad que no citamos: la cohesión vasca

Si de veras nos pusiéramos a promover esa cohesión vasca, nos tropezaríamos pronto con una clara tarea, sencilla y compleja a la vez. Y que es imprescindible asumir.

Si un día de estos, en pleno verano, se nos ocurre transitar por nuestra tierra, nos enamorará ese panorama de llanuras, zona media, montes y costa. La pena es que somos un país partido en tres. Euskadi, Nafarroa, Iparralde. Y que no tenemos una dirección social y política homogénea, ya que los partidos políticos que la gestionan recelan unos de otros, o incluso se aborrecen. En ese sentido, nuestra Ama Lur, es una madre tierra en trozos, y sin un destino claro.

Así que en la izquierda abertzale tenemos delante la pregunta: ¿qué hacemos nosotros ante esa tremenda realidad? Desde luego, seguimos manteniendo un programa con dos términos clave: independencia y socialismo. El primero indica nuestro objetivo de no continuar bajo otros estados. El segundo, nuestra aversión al sistema económico y político vigente. Y por ese camino van nuestras actuaciones más significativas: aireamos las fotografías de nuestros presos como emblema de lo que somos y hemos sido y de las profundas heridas que arrastramos; gestionamos con la máxima honradez las alcaldías y concejalías a las que hemos accedido; promovemos el aprendizaje y uso del euskera, cultivamos los grupos militantes en pueblos y barrios; asumimos profundas decisiones, como la de ponernos en marcha-abian, y de llevar a cabo la refundación abertzale.

Excelente todo. Pero, a decir verdad, no tenemos diseñado expresamente el objetivo de generar una verdadera cohesión vasca. Que no conlleva atadura y encadenamiento de unos con otros sino el sentido de vecindad, la aceptación mutua, la confianza entre personas y entre territorios, el apego que surge con la aceptación de nuestra diversidad. Esa cohesión no está formulada en nuestros documentos, no hablan de ella nuestros representantes, ni marcamos pasos concretos para conseguirla. La cohesión vasca resulta un objetivo ausente.

Si de veras nos pusiéramos a promover esa cohesión vasca, nos tropezaríamos pronto con una clara tarea, sencilla y compleja a la vez. Y que es imprescindible asumir.

En primer lugar, hemos de digerir ¡y exponer! que cada persona vasca –habite en la costa, zona media o tirando hacia el sur–, tiene su proceso vital, su entorno y sus deseos personales. Y que casi la mitad de los vascos son-somos venidos de fuera o hijos de ellos. Precisamente desde ese patrimonio vital, cada persona entresaca su mentalidad social, su perspectiva política, su elección de voto. Un detalle a observar en esa exposición, evitaremos cualquier desestima de dichas situaciones y opciones individuales. Todo lo contrario: hemos de ponerlas en relieve.

Incluso tenemos que dar un segundo paso: desarrollar y mostrar nuestra comprensión hacia quienes no simpatizan con nosotros. No gritarles, explícita o implícitamente, que su obligación es mamar de nuestro ideal político. Por el contrario, decirles que la disparidad es nuestra realidad y punto de partida vasca. Que los vascos tenemos una identidad muy amplia y compleja. 

Parecido hemos de hacer con los diferentes territorios. Reconocer la situación específica de cada uno. No hablar meramente de Euskal Herria, sino citar, dar noticias, expandir imágenes de Nafarroa Garaia, Lapurdi, Zuberoa, Araba, Nafarroa Behera, Gipuzkoa, Bizkaia. Extender el conocimiento de todas las zonas. Tanto de su proceso histórico, como referidas a la realidad y sucesos actuales. Seguidamente, cumpliremos un apunte más. Animar a visitar esas diferentes tierras. Promover visitas mutuas. De todo tipo. Espacialmente, a las zonas menos citadas o visualizadas. Incluso plantear relaciones y hermanamientos entre poblaciones. Expresado todo esto, puede que alguien de casa pregunte: ¿pero, es que no lo hacemos ya? Echemos una mirada a nuestros noticiarios, y sintamos la vergüenza de que haya zonas y gentes que confundimos con el desierto.

Una cuestión más. Para ser capaces de llevar a cabo esas tareas, tenemos una labor que hacer, no hacia fuera sino con nosotros mismos. ¿De qué hablamos? De lavarnos de todo rol de protagonistas. Darnos bien con jabón, a ver si se nos va la imagen de pastores que les echan forraje a los demás, o les azuzan los perros. Decirnos con toda claridad que no debemos ir de héroes. Borrarnos toda expresión de mesías y de ser el núcleo moral y mental del pueblo vasco.

¿Seremos capaces de hacerlo? A decir verdad, nos va a resultar difícil quitarnos retales de auto enamoramiento, y no sentirnos la biblia vasca. ¿Que llevamos dentro más dolor que nadie, más obrerismo que nadie, más herencia histórica que nadie, mejor visión social que nadie? Pues, si realmente es así, vamos a definirnos también como buscadores de cohesión. No se trata de ir al Himalaya sino de buscar cohesión en todas partes: en la vecindad, en cada población, en el entero país vasco.

A ver si logramos que nos miren como a gente que tiene los pies en el suelo. Sin poner por una y otra esquina que somos abertzales. Todo cristo es abertzale. Es decir, tiene apego a su casa, barrio, pueblo, vecindad. ¿Qué los de Encartaciones no aman a los de Tudela, y viceversa? Pero ¿es que hemos hecho algo para que no suceda así? ¡Ah, ya! Que todo eso va incluido en los términos independencia y socialismo. ¿De veras? Mira por dónde, que la gente no ha caído en ello.

Va a ser verdad que necesitamos hacer esa refundación de la que hablamos últimamente. Y ponernos en marcha de nuevo. Abian. No como un retoque político. O un simple añadido. Sino sintiendo el desconcierto de ser abertzales tipo machos. Esos machos que aman-amamos las cuatro zonas más perceptible de la mujer –cara, pechos, tripa, piernas– pero no se preguntan cómo es por dentro, ni qué etapas de vida tiene, ni que deseos le arden. Que no miran todo lo que es-somos la gente de este país. A ver si con esa nueva actitud e imagen podemos emprender a fondo la tarea de cohesión vasca, que es tan esencial como la independencia de otros poderes.

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