Floren Aoiz
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Españoles de ambos hemisferios

Durante este 2012 de aniversarios, hemos hablado mucho de la conquista de Nafarroa y el bombardeo de Gernika, pero no hemos prestado mucha atención al bicentenario de la Constitución española de 1812.

En Cádiz se va a celebrar una nueva cumbre iberoamericana con el pretexto de recordar aquel texto legal, que abrió una etapa durísima en nuestro pueblo. En nombre de la Ilustración y el liberalismo, se quería imponer un mercado único y un estado nacional en el territorio peninsular de la monarquía española. Los fueros vascos, presentados como privilegios feudales, sobraban. Ya se sabe, la burguesía, tan moderna, necesitaba excusas para eliminar obstáculos en su camino a la acumulación de capital. Las aduanas en el Ebro, la exención en las quintas y los terrenos comunales debían desaparecer.


En Cádiz, los idolatrados liberales, que en realidad habían sido elegidos por unos pocos propietarios, diseñaron su proyecto. Para ellos, libertad significaba que la burguesía obtuviera una parte mayor del pastel. No deja de ser sarcástico que se haya hablado de revolución burguesa, cuando en realidad la continuidad fue mucho más marcada de lo que se nos quiere hacer creer.


Las ansias modernizadoras no llegaban a cuestionar la legitimidad del colonialismo. En esto liberales y antiliberales apenas diferían. Lo pudieron comprobar pronto desde las «colonias». Ya lo habían aprendido los rebeldes haitianos, liberté, egalité, fraternité, claro, pero cuidadito con creérselo. Ya se encargaron los revolucionarios franceses de dejar las cosas en su sitio masacrando a los negros sublevados. Ya había ocurrido en la metrópoli. La ilustración era para los ricos, el pueblo podía actuar como extra en su papel de chusma desbocada, irracional, para tomar la Bastilla y aportar carne de cañón, pero el control debían llevarlo otros.


La Constitución de 1812 evidenciaba las limitaciones del espíritu revolucionario de la burguesía y su deseo de continuar la empresa imperial. En el territorio vasco peninsular se pagó con sangre, en las décadas posteriores, el coste de esta pretensión supuestamente modernizadora.


Ahora, 200 años después, una España a la deriva quiere tomar de nuevo el timón del imperio, a la espera de que las antiguas colonias vuelvan a llenar las arcas, esta vez en la forma de ventajas comerciales y nuevas oportunidades para seguir desangrando América por sus venas abiertas.


España necesita aferrarse a algo en su caída por el precipicio. Por eso quieren extraer de lo que en su día fue el imperio recursos para atemperar la debacle y lograr nuevos caladeros para las grandes empresas y los grupos financieros. Lo confiesa “El País”: «Lo que hay al otro lado del Atlántico es un mercado de unos 550 millones de personas y España tiene una buena posición para intentar sacar tajada». Mercado y tajada, una maravillosa definición de la burguesía y el liberalismo.


España necesita a los «españoles» del otro hemisferio, como decía la constitución de Cádiz, ahora que en este todo se resquebraja. Y les extraña nuestra prisa por marcharnos…

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