Javier Lozano

Ética y política

Nos recuerda la radical urgencia de mirar la política desde planteamientos éticos, porque la supresión de ese tipo de preocupaciones contribuye a dejar el terreno libre a todos los demonios que atormentan a la humanidad desde sus orígenes

Kepa Bilbao acaba de publicar Ética y política en Maquiavelo, Weber y Marx, en la editorial Los libros de la Catarata, con prólogo de Imanol Zubero.

Kepa cuenta ya, a estas alturas de la película, con una sólida obra a sus espaldas. Es autor de diferentes títulos sobre temas variados que nos dibujan un panorama de sus inquietudes en el mundo de las ideas:

- Marxismo y filosofía (La modernidad en la encrucijada; Gakoa, 1997).
- Economía (Capitalismo. Crítica de la ideología capitalista del “libre” mercado. Talasa, 2013).
- Historia (La revolución cubana. Una mirada crítica. Gakoa 2017. Años de plomo. La excepcionalidad vasco-navarra en la transición. Gakoa, 2020) ...

La capacidad de trabajo de Kepa es envidiable. Sumergido en un tema que le interese, acostumbra a escarbar en la información al respecto hasta hacerse con el grueso de la disponible. Y es capaz luego de sintetizarla, clasificarla y, lo más importante, analizarla críticamente. Un currante con la cabeza bien amueblada.

Ahora, en su último libro, aborda las contradictorias y complejas relaciones entre ética y política. Un tema polémico donde los haya, con tal multiplicidad de ángulos y aristas que hace muy difícil abarcarlo en su totalidad. La elección de Maquiavelo, Weber y Marx como puertas de entrada a la discusión no es casual. Son tres autores -de diferentes épocas y con distintos enfoques- cuya influencia ha llegado a nuestros días. Hablar de ellos sigue siendo hablar de nosotros, de nuestro presente y de las sociedades en que vivimos.

Pocas actividades humanas están hoy en día tan desprestigiadas como la política. Los políticos se han convertido en uno de los blancos favoritos de la ira popular. Cuando la acusación generalizada es que solo les preocupa -y ocupa- la lucha descarnada por el poder, puede resultar incluso chocante la idea de sopesar sus actos en balanzas éticas.

El debate sobre los conflictos, contradicciones, dificultades o imposibilidades que supone tratar de conciliar principios morales y la vida política es tan antiguo como la humanidad. Kepa nos recuerda a Aristóteles o Platón, pero también a Confucio, o al código de Hammurabi, escrito en Mesopotamia cuando el desarrollo de la agricultura dio origen a las ciudades.

Maquiavelo -en su lectura más simplista- se nos presenta como el defensor de separar radicalmente criterios morales y acción política, de la defensa a ultranza de cualquier medio siempre que ayude a alcanzar y conservar el poder. Si recurrimos al diccionario de la RAE, por ejemplo, el maquiavelismo es la doctrina (...) fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral. Incluso, en una segunda acepción, lo define como modo de proceder con astucia, doblez y perfidia. La lectura de Kepa Bilbao, apoyada en múltiples autores, es mucho más matizada y compleja: lo sitúa en su época, destaca su intención de descifrar los mecanismos reales que rigen la política, señala su alejamiento de las tradiciones morales del cristianismo como origen de buena parte de las condenas que recibió...

De Weber es la distinción, tantas veces repetida, entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, entre lo que debería ser -los valores morales que defendemos-, y las consecuencias prácticas que acarrearía su estricta aplicación a la realidad. Si en la vida privada esa ética rigorista puede dar frutos no deseados, sus efectos pueden ser demoledores trasladados a la esfera pública. Es la contraposición entre el adagio latino Fiat Iustitia. pereat mundus (hágase Justicia, aunque perezca el mundo) y la relectura que hizo Hegel del mismo: Fiat Iustitia ne pereat mundus (hágase Justicia para que no perezca el mundo). Así que el predicador tampoco parece un espejo adecuado en el que deba mirarse el político.

El tercer apartado del libro se ocupa de las relaciones entre la moral y el pensamiento de Marx, o dicho de otra forma, de si en las teorías de Marx se desarrolla algún tipo de ética. Resulta paradójico que un análisis social y unas propuestas de acción política nacidas de la indignación moral ante los atropellos del capitalismo y la miseria en que viven las clases trabajadoras desemboque, bajo la pretensión de haber dado con las leyes científicas del desarrollo histórico, en una suerte de determinismo, en la conocida tesis de que será el propio desarrollo de las fuerzas productivas el que acabe conduciendo inevitablemente al socialismo. En ese esquema, la moral se concibe como pura ideología (burguesa, siendo esa la clase dominante). Y se pretende que será el nuevo modo de producción socialista el que producirá automáticamente una nueva moral, superior a todas las anteriores.

En cualquier caso, y dejando de lado numerosas polémicas y matices, la reflexión ética no ha solido acompañar a la acción política de los movimientos de izquierda, al menos de los más radicales o de matriz comunista. Ha sido marcada la tendencia a justificar cualquier medio si se creía útil para alcanzar los fines perseguidos. Y -como, según la tradición marxista, el choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de producción se articula a través de la lucha de clases- los valores morales supremos, públicamente exaltados, han sido la fidelidad y la entrega a la causa.

Ética y política no es un libro escrito al modo que yo llamo profesoral. No recurre a una terminología oscura como pretendida etiqueta de la profundidad de las ideas. Al contrario, Kepa Bilbao, sin perder el rigor de los análisis, se esfuerza por hacerse entender. Eso sí, el texto es denso, concentrado, con pocas divagaciones o concesiones literarias. Exige, por tanto, una lectura atenta.

Ética y política tampoco es un muestrario de recetas o de soluciones, al estilo de los manuales de autoayuda tan en boga. De hecho, plantea -como no podría ser de otra manera en un tema de tamaña magnitud- muchas más preguntas que respuestas.

Nos recuerda la radical urgencia de mirar la política desde planteamientos éticos, porque la supresión de ese tipo de preocupaciones contribuye a dejar el terreno libre a todos los demonios que atormentan a la humanidad desde sus orígenes.

Pero también la dificultad de construir una ética que no se dé de tortas con la acción política, que asuma que valores positivos pueden estar enfrentados entre sí y ser -socialmente- difíciles de equilibrar, que no se desentienda de las consecuencias prácticas de la aplicación a la realidad de los principios morales defendidos… Una ética que no desdeñe sus inevitables contradicciones con la vida política y social, sino que, por el contrario, las desmenuce, analice y encauce.

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