Joseba Garmendia
Profesor de EHU

«Euskadi 2040» y el top 30

El proceso de prospección denominado “Competitividad para el bienestar de Euskadi 2040” está a punto de concluir y ofrecer sus propuestas. Hasta la fecha se conocen los objetivos y retos propuestos, los cuales plantean un enfoque inicial interesante. A falta de conocer el grueso de las propuestas de intervención y de acción, llama la atención un reto planteado: conseguir que la Comunidad Autónoma se sitúe entre las primeras 30 regiones de la Unión Europea en cuanto a PIB per cápita. La pregunta que se plantea es si trata de un objetivo substantivo o un objetivo simbólico orientado al marketing político.

En julio del año 2021 partió un proceso de reflexión para establecer las bases del futuro de Euskadi denominado “Competitividad para el bienestar de Euskadi 2040: una reflexión para la acción”. El objetivo del proyecto consiste en identificar los cambios que se están produciendo en los retos de competitividad de Euskadi, para construir un modelo de bienestar sostenible e inclusivo para la siguiente generación y un territorio próspero, innovador, conectado, comprometido, inclusivo y sostenible. Se trata de un ejercicio prospectivo de carácter principalmente institucional, donde participan el Gobierno de Lakua, el Parlamento, las diputaciones, los ayuntamientos de las capitales y EUDEL y donde algunos agentes económicos y sociales han sido consultados. Esta reflexión no ha sido muy publicitada, ya que las únicas noticias que hacen referencia a este proceso se han dado en septiembre de 2022 y un año después en el último pleno de Política General.

Hasta la fecha se han establecido las bases, la visión general, los retos particulares, los indicadores de evaluación del progreso y un modelo de gobernanza. Falta por publicarse la parte de intervención que recogerá los proyectos estratégicos y una agenda compartida de intervenciones para el logro de los objetivos marcados. Aun faltando el grueso y lo más substancial, cabe apuntar que se trabaja desde una orientación sistémica donde se combinan varias dimensiones del bienestar y del desarrollo y no se circunscribe únicamente al ámbito estrictamente económico.

Entre las cosas de interés, cabe destacar que los objetivos económicos habituales en los planes de competitividad (como garantizar la sostenibilidad económica, dinamizar la diversificación de la producción, desarrollar un ecosistema competitivo para atraer proyectos empresariales o desarrollar la innovación desde una perspectiva integral) se combinan con otros menos habituales, como la reducción de la dependencia y el impulso de estrategias para garantizar cadenas de autosuficiencia o abastecimiento en sectores clave como la salud, la vigilancia, la energía o los agroalimentarios. Además, se combinan de forma equilibrada con objetivos de desarrollo, bienestar y sostenibilidad ambiental. En la misma jerarquía de objetivos económicos se sitúan otros objetivos de distinta naturaleza, como la prestación de servicios públicos y de calidad relacionados con el bienestar; la respuesta al reto del envejecimiento de la población y de las tasas crecientes de dependencia; el impulso eficiente y ordenado del proceso de descarbonización de sectores como la industria, el transporte o la vivienda; y la reducción de las desigualdades de bienestar social y de los desequilibrios que puedan generar las grandes transiciones.

No obstante, una cosa es valorar la deseabilidad y el atractivo de los retos y objetivos planteados, y otra cosa es contrastar la consistencia y viabilidad de esos objetivos a la luz de la trayectoria y práctica implementada hasta la fecha y en relación con las acciones y mecanismos de actuación que se planteen para la consecución de dichos objetivos. En lo referido a ese contraste, cabe de antemano, sin conocer aún la agenda de intervención planteada, estudiar la factibilidad de determinado reto y el esfuerzo que requeriría.

En ese sentido, llama la atención el reto cuantificado de situarse entre el 10 % de las regiones europeas con mayor renta por habitante, es decir, entre las primeras 30 regiones con mayor PIB per cápita. Se trata de un reto mayúsculo porque la comunidad autónoma se sitúa en 2020 en la posición 76, según los últimos datos completos disponibles en Eurostat. Además, en los últimos 12 años se ha vivido un retroceso en el ranking, ya que en el año 2010 se ocupaba la posición número 47. Alcanzar a la región de Noord Brabant de los Países Bajos, –que con una renta de 43.200 € por persona en el año 2021 se posiciona en el puesto 30 del ranking–, desde la renta per cápita media de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, –que alcanzó los 34.900 €–, supone superar una brecha de 26 puntos porcentuales en 17 años. Es decir, se requeriría superar por lo menos en 1,38 puntos el crecimiento del PIB per cápita de las 30 regiones punteras cada año.

Sin duda se trata de un reto fabuloso, mucho más teniendo en cuenta la distancia de partida y mucho más la evolución en el ranking de los últimos doce años. Además, si nos atenemos a una de las palancas más importantes para mejorar la productividad y generar mayor valor añadido, como es la innovación, el panorama tampoco parece alentador. Según el Regional Innovation Scoreboard 2023, quien ofrece una evaluación comparativa del rendimiento de los sistemas de innovación en 239 regiones, la comunidad autónoma se situó en la posición 72.

En el marketing político no es raro encontrar propuestas estrella que resultan quiméricas, que son irrealizables o que están alejadas de la realidad. Su función consiste en captar la atención y la ilusión de los electores apelando a sus emociones, instintos, deseos o creencias. La propuesta de un reto extraordinario puede ayudar en la motivación, alineación e implicación de diversos agentes en determinado proyecto; pero en el caso que nos ocupa y vista la trayectoria de los últimos años, mucho me temo que hay que reevaluar honestamente y corregir los modelos de intervención en distintos apartados de la promoción económica en general, y en la política industrial en particular. Sin olvidar que las propuestas irrealizables o exageradas también pueden generar desconfianza, escepticismo o rechazo.

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