Víctor Moreno
Profesor

¿Existe la literatura?

Si la literatura existe, convendremos en que no tiene nada de neutra ni de inocente. Está hecha con palabras.

Una reseña sobre la última novela de Enrique Vila-Matas formulaba la siguiente hipótesis: «Si no te gusta una novela como ‘Montevideo’, entonces es bastante probable que, simplemente, no te guste la literatura». A ello podría replicarse: «¿Cuánto de probable?». Y: «¿simplemente?». La verdad es que la cuestión no es ni simple, ni fruto de la probabilidad.

La literatura que escribe Vila-Matas, ¿es la única y verdadera literatura? Más aún: la literatura que no se parezca a la que escribe Vila-Matas, ¿será literatura? Si es así, entonces, la mayoría de las novelas que se publican será bazofia, porque no son literatura. Y, si es así, la tenemos clara para encontrar un escritor que se parezca a Vila-Matas. Para colmo, cada escritor busca ser, ante todo y sobre todo, único en su género y no ser, desde luego, como Vila-Matas. Parecerse a otro, aunque este pertenezca al canon occidental u oriental, no gusta a nadie. No es que la originalidad sea un valor en alza, pero que te acusen de plagio tampoco es muy halagüeño.

El reseñista sugiere que el metro para medir la buena literatura se encuentra en la última novela de Vila-Matas. Y cabe deducir que las novelas que se escriban a partir de ahora tendrán que parecerse a las del escritor barcelonés, porque solo así se sabrá si estamos ante un «artefacto» que pertenece a la literatura o a la papiroflexia.

En fin, para no revolver más la cuestión, sería pertinente saber si existe la literatura y qué se entiende por dicho concepto. Y la verdad. Despejar tal incógnita no es sencillo, aunque no es para desesperarse. Tampoco se sabe qué es una novela y seguimos leyéndolas. Eso mismo pasa con el concepto de literatura. La leemos sin saber qué es. Parecemos personajes escapados de una comedia de Molière.

Hace años, un ensayo, "Teoría literaria y enseñanza de la literatura", ofrecía un inquietante panorama acerca de esta cuestión. Quien lea el capítulo I, titulado "Crítica y superación de la especificidad literaria", se asombrará ante el panorama que ofrece. Y se preguntará si existe «la» literatura, sea con una o con distintas variaciones en su realización y ello bajo el supuesto de que la literatura exista más allá de la literatura que representa hegemónicamente Vila-Matas. Reseñista dixit.

En este contexto, no estaría de más preguntarse por el porqué y cómo se ha convertido en literatura lo que algunos escriben, mientras que lo que escriben otros jamás alcanza esa consideración, a pesar de tener las apariencias de fabricar el mismo artefacto. Lo que nos lleva a preguntar: «¿Por qué unas obras son más ‘literatura’ que otras?».

En muchas ocasiones, los teóricos se han preguntado acerca de las cualidades específicas que debe tener un libro para tratarlo como literatura. Como la naturaleza no les dio el don de la clarividencia, mediante la cual pudieran establecer aquellos criterios que deciden cuál es ese valor objetivo que determina inequívocamente su carácter literario específico, no queda más remedio que volver a la pregunta original formulada de otro modo. Este carácter o cualidad de lo literario, ¿está en el libro o fuera de él? ¿Circula por las páginas o lo determina un experto que, a su vez, puede ser contradicho por otro experto, el cual, a su vez...?

J. Galard en 1973 afirmaba que «la literatura no existe. Sería necesario que la obra de arte poseyera en sí misma particularidades capaces de distinguirla de otros productos». ¿Y no las tiene? No. Lo que se tienen como tales particularidades no lo son de modo exclusivo y excluyente. Un libro suele adquirir la categoría de «literario» mediante evaluaciones subjetivas. A escritores como M. Vilas la sintaxis de Marías le parece un prodigio; a García Viñó, por el contrario, sus anacolutos eran la razón por la que el escritor madrileño, que en paz descanse, era un mediocre escritor.

Que haya escritores que formen parte del curriculum académico y otros no, es señal del terreno vidrioso en que nos movemos. ¿Significa esto que el contenido de estos programas está determinado por una buena dosis de sectarismo? No. Pero entiendo que tal organización se debe, más que razones a metodológicas y literarias, a razones ideológicas. Llama la atención que aquellos escritores que Goytisolo tenía como «escritores heterodoxos» sigan sin figurar en ese canon escolar aludido. Y no creo que sea porque no se parecen a Vila-Matas. De hecho, la prosa de muchos de ellos resulta ser más estimulante que cantidad de libros escritos por autores de la modernidad. ¿Incluidos los de Vila-Matas? De todo hay.

Que lo que llamamos literatura no contenga evidencias objetivas de su especificidad como producto, ¿sería la razón fundamental de su instrumentación ideológica, política y cultural por parte del sistema dominante? Seguro. En esta circunstancia, sería bueno seguir el consejo de J. L. Alborg, es decir, reparar en cómo se gestó la «historia de la historia de la literatura». Quizás, viéramos que dicha historia no sigue parámetros «literarios», sino, más bien, ideológicos y políticos. Es decir, hechuras de poder y producto de las endogamias académicas.

Si la literatura existe, convendremos en que no tiene nada de neutra ni de inocente. Está hecha con palabras. Y serán ingenuas e inocentes, pero no quien las utiliza. Siempre acompañaron el imperio. Y quien manda les da su significado.

Lo común es aceptar la literatura como una convención cultural más a la que nos tiene acostumbrado el sistema dominante. Pero las convenciones culturales no son espacios surgidos de la decisión pactada, democrática y plural. Han sido siempre las élites las que han determinado esas convenciones.

Lo mismo sucede con la palabra, concepto o sistema llamado literatura. A pesar de los límites de su definición –eso significa etimológicamente definir, poner límites– los hay quienes se aprestan a determinar dónde empieza y termina «la» literatura, atreviéndose a decir, incluso, que si no te gusta Vila-Matas eres, cuando menos, un imbécil. ¡Será posible!

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