Isidoro Berdié Bueno
Profesor de Ciencias de la Educación, doctor en Historia y Filología Inglesa

Fernando Arrabal, el milenio contraataca

El surrealismo se parece mucho a esos espejos curvos que deforman la figura, que existían antes en las ferias y de los que nos habla Lorca, graciosos si te quedas unos instantes ante ellos, pero si permaneces un poco más, de graciosa la imagen pasa a ridícula, grotesca y desagradable.

Recordando, porque como los entendidos dicen por ahí, recordar es volver a vivir. Sobre la base del artículo publicado en "Egin", 1996, apirilak 12, ostirala, a cargo de Nere Larrañaga, en el apartado "Kultura eta Ikuskariak", con algunas aportaciones personales mías a Fernando Arrabal, compañero libertario, vayan estas líneas a GARA, para deleite de los escritores y lectores de antaño, y para los de hogaño, que algunos, para salir a hacer deporte ya vestimos la camiseta dedicada a la música, que para ayudar y promocionar a este gremio, ha tenido a bien sacar el equipo pensante de este diario euskaldun. Comenzamos.

El escritor melillense nació el 8 de noviembre de 1932, el mismo día que Werner Heisenberg recibía el Premio Nobel de Física por sus trabajos sobre mecánica cuántica, derivó el tema a la edad de la indeterminación, dejando de ser frente al mantenimiento perpetuo. Escritor vanguardista e iconoclasta, desarrolla su labor indistintamente en español y en francés. Desde 1955 reside en París. En 1962 conoce al surrealista André Breton y junto con Roland Topor y Jodorowski crean el «Movimiento Pánico», en honor al dios griego Pan.

Arrabal es un autor que a veces se adelanta a su momento histórico y desarrolla la acción de su obra en un punto indeterminado del espacio y el tiempo, como puede ser en el tercer milenio. Donde se ponen de manifiesto las dualidades que configuran la existencia del ser humano, como el bien y el mal, las consecuencias globales de las decisiones individuales, etc. En este marco vive también la confrontación entre el mundo masculino y femenino, apostando por este último, y convirtiendo a la mujer en el elemento vital y redentor.

Faltará poco para que a la obra de Arrabal le llegaran los clones, se pudiera tunear y fuese capaz de volar. Admira a Bulgákov y su obra en la que recrea el mito del doctor Fausto, el hombre que vende su alma al diablo para conseguir poder y conocimiento, en el escrito cree ver un Moscú comunista, en el que las mujeres conducen tranvías y son capaces de cortar cabezas. Según Joan Font, la obra de Arrabal tiene varias lecturas, nosotros lo hemos abierto a un mundo simbólico y mítico, en él hay un cambio constante de roles y todo se confunde en el mejor sentido de la palabra. Para Arrabal la parte masculina y patriarcal tiene que cambiar en este mundo, y debe dar paso a otro femenino con diferente sensiblidad, trasversal y transformador, no en vano la mujer es la conservadora de la vida.

La obra de este autor va desde la tragedia griega, pasando por el barroco, llegando incluso al cómic de viñeta más futurista. En una conferencia en Madrid aludía al fin del mundo, que según los romanos iba a ser en... más tarde según los españoles... y en el 2012 según los mayas, desde entonces, afirmaba Arrabal , estamos todos muertos, muertos... de risa. Fue el «arrabalazo», una hora, 23 minutos y 53 segundos de delirio, esa noche ante el estupor general este escritor profetizó en plan metafísico la llegada del milenarismo y del apocalipsis, mientras soplaba un matasuegras. Una lección digna de Howard Hawks, la mejor comedia se alimenta de contrarios, el fin del mundo versus Arrabal desvariando. El yin y el yang de la cuchufleta, el alfa y la omega del astracán.

El escritor melillense observa que el mundo atraviesa actualmente un momento extraordinario, apasionante, un renacimiento que marca el fin de los titanes, una época, según define de explosión del sentimiento y de la razón. Varios referentes a titanes y dioses nos trae a la memoria la crítica que le hacía Simone de Beauvoir a Jean Paul Sartre por el uso de «disfraces gastados», por referirse continuamente en "Er l’Armenien", precisamente, a titanes y dioses.

Los titanes son para Arrabal unas personas extraordinarias que quisieron hacer para nosotros un mundo mejor. Son Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, etc. y sus campos de concentración, consecuencia del imperio de la razón, esa que según Goya produce monstruos que llevan la vulgata racionalista a sus últimos extremos. Recordó que el siglo comenzó con el hundimiento del Titanic, fíjense qué ironía de nombre, al chocar contra un iceberg cuando navegaba, otra ironía, por un océano que no era el Pacífico. En un virtual salto mortal circense, se trasladó mentalmente a la Expo de Sevilla, uno de los homenajes más grandes a los titanes, para preguntar al público si habían ido a ver lo que han hecho con sus impuestos: un cementerio de chatarra y ruinas, algo, por otro lado, muy simbólico.

Dioses «pecadores». Arrabal afirma en ese punto que todos los finales de los titanes son horrorosos, citó a Prometeo, Atlas y Sísifo como ejemplos de querer hacer hombres nuevos y lo que consiguieron, afirma en plan nietzscheano, fueron hombres de barro y enlazó con los dioses griegos, los que estaban en el Olimpo, pecaban y gozaban. Porque, a juicio de Arrabal, los poetas nos identificamos con las cucarachas, que no son comunistas, ni socialistas, ni fascistas, sino seres independientes, con desorden amoroso. El nazismo y el comunismo, afirma en plan metafórico, querían hacer hormigas que, a excepción de la reina, no tuvieran vida sexual, no tuviesen acceso a los bienes y placeres de este mundo. Y ahí, puntualizaba eufórico e irónico que no habiendo desorden amoroso, no hay transformación social.

Este escritor residente en París se definió como «un ateo que reza por las mañanas con la esperanza de creer algún día en Dios», manifestó que cuando alguien quiere hacer mi felicidad me cambio de acera; cuando alguien quiere mejorar mi vida es que quiere vivir a mi costa, rechazó «el pánico» como sentimiento, recordó que cuando se hacen distinciones entre el bien y el mal se crea el tiro en la nuca y el gulag, y reivindicó que la moral está en cada uno de nosotros, a nosotros nos cabe mejorar personalmente.

Pero este texto así como la personalidad de Arrabal tiene un lado oscuro, como la luna, se llama surrealismo. Este movimiento es el desprecio a la lógica y a la coherencia, una burla a cualquier método. Entonces puede unir en una misma obra algo sagrado, con lo profano e incluso con el mismísimo cubo de la basura. Pretende crear confusión, le encanta escandalizar a los espectadores, producir la estupefacción por lo inesperada, llegando a ser como un pederasta intelectual, burlándose de la Verdad y del sentido común.

Se mueve en una esquizofrenia artística, que es compatible con un cuadro psiquiátrico, ajeno a la realidad, necesita un tratamiento de enfermedad de la mente. ¡Introducir un absurdo en la realidad! ¿Es lógico aplaudir y pagar por estas aberraciones? Porque el surrealismo se parece mucho a esos espejos curvos que deforman la figura, que existían antes en las ferias y de los que nos habla Lorca, graciosos si te quedas unos instantes ante ellos, pero si permaneces un poco más, de graciosa la imagen pasa a ridícula, grotesca y desagradable.

Cuando el surrealismo mezcla churras con merinas amen de otros animales, surge la pregunta, ¿qué clase de rebaño llevas?

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