Joseba Garmendia
Profesor de la UPV-EHU

Frente a la atonía, retos y misiones

Esta propuesta revisa la mirada sobre el sector público y propone la necesidad de que tenga un rol activo en el impulso a la innovación con el fin de lograr un crecimiento más inteligente e inclusivo.

Los retos de futuro, la permanente posición de Hego Euskal Herria en el nivel medio entre las regiones industriales de la Unión Europea y las inercias e insuficiencias que acarrea la política industrial vasca, requieren rediseñar las políticas públicas en este ámbito para orientar tanto las líneas de actuación como los instrumentos necesarios hacia una política industrial más ambiciosa y pro activa que asuma roles de dinamización, transformación y tracción en el tejido productivo vasco.

La sensación de que la política industrial y de promoción del tejido productivo vasco necesita de reflexión y de nuevos planteamientos es cada vez más evidente. Los indicadores referentes al esfuerzo innovador dan muestra de ello, ya que se ha producido un claro deterioro en esta materia. Si nos atenemos al ranking en cuanto al gasto en I+D sobre PIB entre las 276 regiones de la Europa-15, entre los años 2007 y 2013 (año para el cual Eurostat presenta datos más completos) la CAV ha pasado de la posición 54 a la 59 y la CFN de la posición 56 a la 72. Ello es debido a la disminución inversora en este capítulo, ya que la CAV pasa de un máximo del 2,24 % sobre PIB en el año 2012 a un 1,80 % en el año 2016 y la CFN de un máximo del 2,13 % en 2009 a un 1,62 % en 2015. Se puede aducir que la crisis ha provocado recortes generalizados en esta materia, pero si analizamos dicha evolución entre las regiones europeas observamos que tan sólo 77 regiones reducen esta inversión, mientras que 103 la aumentan, y que entre las que más reducen entre 2013-2015 la CAV se encuentra en la posición 15 seguida de la CFN. Este retroceso es un indicador significativo de lo que está ocurriendo con nuestro tejido productivo.

Para hacer frente a esta atonía conviene superar el planteamiento limitado a generar las condiciones contextuales para las empresas y a depositar la responsabilidad y la confianza casi exclusivamente o prioritariamente en la iniciativa privada. Una actuación más decidida, de mayor planificación indicativa y de dinamización de las actuaciones empresariales, junto con una intervención directa e indirecta del sector público en la economía a través de los mecanismo disponibles y situándose en el margen superior de lo posible, es indispensable para situarnos entre las regiones punteras de la Unión Europea, posicionar cada vez más segmentos de nuestra industria y tejido productivo en la senda de alto valor añadido y avanzar en la generación de empleo de calidad, en un reparto más equitativo y en la sostenibilidad económica, social, energética y medioambiental.

Una manera de reorientar la política industrial hacia posiciones más proactivas es explotar el carácter emprendedor del sector público. La propuesta desarrollada por la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato de proyectos orientados a misión (mission oriented projects) constituye una vía que está adquiriendo fuerza a nivel de la Unión Europea. De hecho, el informe recién elaborado por esta economista por encargo de la Comisión Europea (“Mission-oriented Research and Innovation in the UE: A problem-solving approach to fuel innovation-led growth”) está marcando el diseño del próximo programa marco de I+D+i de la Unión Europea para el periodo 2021-2027, conocido como “Horizon Europe”.

Esta propuesta revisa la mirada sobre el sector público y propone la necesidad de que tenga un rol activo en el impulso a la innovación, más allá de crear infraestructura, fijar las reglas del juego y cobrar impuestos, con el fin de lograr un crecimiento más inteligente e inclusivo. Con un repaso a la historia de las innovaciones más importantes del último siglo, la economista desmonta el falso mito según el cual el sector privado es innovador, dinámico y competitivo, mientras que el Estado desempeña un rol más estático, interviniendo en el mercado tan solo para subsanar posibles fallos en el desarrollo de sus actividades. Demuestra que el Estado no es un lento y conservador ente burocrático, sino todo lo contrario: es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo. Frente a la ortodoxia fundamentalista del mercado, evidencia que el capital público inteligente, con visión a largo plazo, puede multiplicar inversiones privadas en áreas estratégicas en las que el mercado nunca invertiría de manera autónoma, y a su vez generar nuevos mercados, como lo ponen de manifiesto ejemplos como internet, GPS, el sector biotecnológico… No es cuestión de corregir fallos de mercado, sino en palabras de Keynes «lo importante para el gobierno no es hacer cosas que ya están haciendo los individuos, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que en la actualidad no se hacen en absoluto».

Para recuperar el papel emprendedor de las administraciones públicas Mazzucato propone una operativa basada en proyectos orientados a propósitos concretos (llegar a la luna, el proyecto GPS… en el pasado; y la reducción de plástico en los océanos, la reducción del impacto de la demencia o la «descarbonización» de 100 ciudades europeas, sirven como ejemplo en la actualidad), para cuya resolución son necesarias capacidades muy diversas en disciplinas distintas y que requieren de una visión conjunta y de una capacidad de gestión multidimensional muy compleja. Esta tendencia hacia la resolución de retos globales a través de misiones concretas se refleja en las agendas de la mayor parte de los países de la OCDE (https://labur.eus/PTZIx). También las Naciones Unidas y la UE han tomado un papel activo en la investigación y la innovación orientadas a misiones definiendo una batería de objetivos y retos (https://labur.eus/rBGm5) para los próximos años. En Europa, a diferencia del programa marco actual Horizon 2020 donde el motor eran los Retos Sociales que se han valorado como demasiado generales o ambiguos, en el nuevo programa marco que está en fase de discusión se plantean misiones concretas. Los criterios propuestos para la identificación y selección de cada misión son que sea audaz, inspiradora y con amplia relevancia social; con una dirección clara, orientada, medible y limitada en el tiempo; que provoquen acciones de investigación e innovación ambiciosas pero realistas; que activen la innovación interdisciplinaria, intersectorial y entre diferentes tipos de actores innovadores; y que generen múltiples soluciones ascendentes.

Si bien esta propuesta se aplica a escalas estatales o supraestatales, la filosofía, el planteamiento operativo y la metodología procesual resulta válida a escalas regionales que tengan capacidad de implementar políticas industriales, siempre y cuando los retos o misiones elegidas sean adecuadas a las capacidades productivas y tecnológicas y a las limitaciones del territorio. A nivel europeo se ha habilitado una consulta pública para recabar opiniones e ideas de posibles misiones de investigación e innovación. A nivel de Euskal Herria una iniciativa similar serviría para ir definiendo retos adecuados a nuestras capacidades y potencialidades, y simultáneamente debería acompañar una reflexión sincera y profunda sobre las transformaciones que se requieren en las arquitecturas y funcionamientos de nuestros sistemas de ciencia, tecnología e innovación. Reflexión necesaria por los cambios de importancia que se prevén en el nuevo programa marco de la UE, entre otras cosas porque los criterios de reparto de fondos apuntan a priorizar la investigación aplicada, la multidisplinariedad, la implicación empresarial y de la sociedad civil, la financiación ligada a la contribución a la solución final para la misión en lugar de a resultados de la investigación, y porque generará cambios profundos en la organización de los sistemas de I+D+i y su funcionamiento. Este cambio de enfoque puede resultar un revulsivo para agitar inercias y generar ambición de mejora y transformación.

Bilatu