Raúl Zibechi
Periodista

Ganar elecciones y no poder gobernar

Pese a que en Honduras existe un potente movimiento popular que apoya críticamente al Gobierno, algo que no sucede en Perú, los resultados por ahora son muy similares: se tiene el gobierno pero no se puede gobernar.

Los recientes triunfos electorales en algunos países de América Latina están enseñando los límites de la gobernabilidad en estos tiempos turbulentos, en particular en países donde los Estados son estructuralmente frágiles frente a las clases económicamente dominantes y ante las mafias narcoparamilitares.

El maestro Pedro Castillo logró imponerse por escasos votos a la ultraderechistas Keiko Fujimori y Xiomara Castro consiguió desplazar a los políticos corruptos de su país, con una holgada victoria. En ambos casos, es la primera vez que fuerzas progresistas llegan al gobierno en sus respectivos países, si exceptuamos el gobierno militar reformista de Juan Velasco Alvarado en Perú (1968-1975).

Sin embargo, es más que difícil que ambos puedan concretar las aspiraciones de quienes los votaron y las propias promesas de campaña, más allá de la honesta voluntad de las respectivas presidencias.

Castillo va deambulando de crisis en crisis. Acaba de nombrar su tercer gabinete en apenas seis meses. Días atrás renunció el ministro del Interior, Avelino Guillén, por discrepancias con el comandante general de la Policía. El ministro pretendía relegar al comandante por la actuación de la fuerza en momentos de auge de la delincuencia que, como se sabe, en todas partes es regulada por la fuerza policial.

La renuncia de Mirtha Vásquez es más grave aún, ya que proviene del movimiento social y era la persona más de izquierda en el Gobierno. En su carta de renuncia puso el dedo donde duele: «La crisis en el sector del Ministerio del Interior no es un asunto cualquiera ni coyuntural, es la expresión de un problema estructural de corrupción en diversas instancias del Estado» (https://bbc.in/32TApDm).

A la izquierdista Vásquez, la sustituye al frente del Consejo de Ministros el conservador Héctor Valer, miembros del Opus Dei, acusado de violencia contra su esposa e hija, de corrupción y declaraciones misóginas y anticomunistas durante la campaña electoral.

«¿Por cuánto tiempo podrá mantenerse Castillo en el poder en medio de tanta inestabilidad?», se pregunta el corresponsal de BBC en Lima, recordando que Castillo «ha sido el quinto presidente de Perú en los últimos cinco años» (https://bbc.in/32TApDm).

El auge de la delincuencia, que preocupa cada vez más a los peruanos, llevó a la declaración del estado de emergencia en las regiones de Lima y Callao por el anterior gabinete, lo que supone sacar a los militares a las calles en apoyo de la Policía (https://bit.ly/3AYGF9I).

En Honduras las cosas no van por mejor camino. Días antes de la asunción de Castro, el 40% de su bancada (20 en 50 diputados) se pasaron a la oposición neoliberal conservadora que acaba de ser desplazada del Ejecutivo. Con ellos pierde la mayoría en el Congreso y deberá gobernar «cuesta arriba», ya desde el mismo día de asumir el cargo.

Algunos analistas sostienen que Honduras vive una «situación revolucionaria». Cuando la Policía debió levantar las vallas del Parlamento, se llenó de manifestantes. «Niñas y niños se sentaron en las curules de los parlamentarios y tomaron sus micrófonos; vendedoras y vendedores del mercado informal ingresaron al edificio para vender agua y nueces a la gente que se aglutinó en un acto de recuperación de este espacio público» (https://bit.ly/3Gwkt84).

Ante semejante clima de irrupción popular, el Gobierno de Biden corrió en apoyo de la elite local y transnacional desplazada. Los resultados se hicieron sentir de inmediato.

Castro cambió radicalmente de postura frente a China. Se había comprometido a romper con Taiwán pero cuando fue electa decidió que «establecer relaciones con China no es una prioridad y continuará fortaleciendo sus lazos con Taiwán» (https://bit.ly/3HoK2Jl).

Kamala Harris asistió a la ceremonia de asunción de Xiomara Castro en un estadio repleto, donde según el analista Alfredo Jalife buscó «detener la imparable migración a México y Estados Unidos y posponer las relaciones con la República Popular China «después de que Nicaragua fue incorporada a la Ruta de la Seda» (https://bit.ly/3B2ft9V).

Un par de datos que revelan cómo Honduras no es una nación soberana sino un protectorado. Harris llegó con una amplia comitiva y varios vehículos blindados a la base militar Enrique Soto Cano (una de las más importantes bases militares de EEUU) y no al Aeropuerto Internacional Toncontín donde arribaban los demás visitantes.

«La vicepresidenta de Estados Unidos fue llevada en un helicóptero Chinook de Comayagua a Tegucigalpa, la capital del país», donde fue recibida por autoridades (https://bit.ly/3ATLD7v). A mi modo de ver, estos «detalles» son más reveladores que los discursos que, finalmente, son palabras.

Pese a que en Honduras existe un potente movimiento popular que apoya críticamente al Gobierno, algo que no sucede en Perú, los resultados por ahora son muy similares: se tiene el gobierno pero no se puede gobernar.
Para no caer en críticas de personalismos, me limito a abordar un par de cuestiones estructurales.

La primera es la dependencia de nuestros países de las empresas multinacionales y de EEUU, que les impide ejercer libremente su supuesta soberanía nacional. Castro chocó de frente con este límite, pero no lo expresa.

La segunda es la propia conformación de los Estados-nación latinoamericanos, hechura colonial, antidemocráticos, profundamente oligárquicos y corruptos. Castillo debió nombrar un gabinete plagado de mafiosos, pero no lo explica.

Una síntesis de ambas situaciones: el chileno Gabriel Boric recién electo, Pedro Castillo y el probable futuro presidente de Colombia, Gustavo Petro, se pronunciaron en contra del gobierno de Nicolás Maduro; y Castillo también contra Cuba y Nicaragua (https://bit.ly/3uoo05U).

Más allá de lo que cada quien piense de estos gobiernos, el problema es que los critican en los mismos términos que lo hacen los Estados Unidos y las derechas del mundo. Actitud que revela vasallaje, tanto hacia el imperio como en relación a las clases dominantes de cada país.

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