Gigantes y cabezudos
“Gigantes y Cabezudos” es una zarzuela escrita por Miguel Echegaray y Eizaguirre que enseña cómo el amor, aunque sea en los seres más inocentes, siempre descubre sus mentiras. En los aragoneses, los Gigantes representan la fuerza de voluntad y los Cabezudos, la tozudez. Navarra también está repleta de gigantes y cabezudos que, como las figuras de cartón piedra, cada uno desfila con su caricatura particular.
Siguiendo el dictamen nietzscheano según el cual lo que tiene historia no tiene definición, está claro que los navarros/as no nos podemos definir, porque historias tenemos, y muchas, aunque el profesor Alfredo Floristán declare que la historia «no puede escribirla cualquiera, ya que no todo es opinable». Puede ser verdad, pero los hechos son sagrados y las interpretaciones, libres. Además resulta curiosa esta afirmación en el Reino de Navarra: siguiendo la dicotomía establecida por los griegos, unos poseen la verdad absoluta y son los polites o auténticos ciudadanos (PTV) y otros somos los idiotes o chusma. Lo claro es que Navarra sigue siendo es zafarrancho de Gigantes y Cabezudos forales. Entre otros, sirven tres claros ejemplos para demostrarlo.
El sacerdote Victor Manuel Arbeloa pregunta, «¿quién ha dicho que el perdón es sólo un concepto cristiano o cosa de confesionarios?»; y se contesta, «qué poco saben de historia de las religiones y de historia de la humanidad». Independientemente de quién pronunciara dicha afirmación, la respuesta parece ex catedra. Supongo que por su plural trayectoria profesional e ideológica sabrá mucho de la religión católica, pero sobre la historia de la humanidad dispense algo de conocimiento al pueblo. Tener humanidad, ¿qué es lo que supone exactamente? La admiramos como virtud, la elogiamos como sentimiento, la reclamamos como derecho, la proponemos como meta. Ahora bien, con ese binomio religión-humanidad suena más bien a retórica manida o a trascendente intrascendencia. Percibo que acepta el humanismo de su Sumo Pontífice cuando viene y arremete contra hábitos y leyes (divorcio, aborto, preservativos…) democráticamente establecidas. Yo le concedo mayor credibilidad a Foucault cuando en “Historia de la locura” afirmaba cómo Occidente se ha dedicado a configurar un hombre imaginario, a inventarlo, mientras excluía a los locos y torturaba sañudamente al hombre real y carnal. El humanismo aún no sabía lo que era la persona, aún no la había descubierto. El humanismo era retórica de ocultación de todo lo específicamente monstruoso que atañía al animal humano.
Siguiendo con la verdad absoluta, el señor Pascual Tamburri, entre otros exabruptos acusa a los «propagandistas sabiniano-marxistas» de contar sus historietas con su singular «empanadilla histórico-folklórica». Es curioso como los apasionados del «nazionalsocialismo» utilizan el término «marxista» para descalificar. Hoy en día seguir la estela de la extensa cultura marxiana basada en las personas para un mejor reparto del trabajo y de la riqueza es síntoma de humanismo y de criterio intelectual. Marx fue el primero que describió las crisis económicas vinculándolas al sistema de producción capitalista. Con esta crisis contra los derechos y valores sociales y laborales mejor sería leer El Capital que seguir el Mein Kampf. Cuánto más útil, señor Tamburri, es querer confesar que no se sabe lo que realmente se ignora, que no toda esa palabrería que provoca nauseas y le hace a uno sentirse mal.
Pero quien realmente destaca en la posesión de la verdad es el diputado Carlos Salvador. Éste liga a Nafarroa Bizirik y Nabarralde con exmiembros de ETA y del abertzalismo en general y concluye que todos sus escritos son mentira. Como son abertzales son ignorantes. Se les había tachado de muchas maneras, pero ésta es novedosa. Falaz deducción para un diputado que cobra de nuestro dinero. Pero, ¿de dónde ha salido este señor con semejantes argumentos?, ¿dónde ha estudiado?, ¿de verdad que los regionalistas no tienen mejor candidato? Si aplicase estos argumentos a su mentor, Del Burgo, por su trayectoria franquista, fíjese lo qué le quedaría por leer. La pobreza discursiva de este señor raya el ridículo. Decía Alejandro Dumas que está permitido violar a la historia, a condición de hacerle un hijo. Es decir, si la historia del siglo XX navarro la sienten como de extrema placidez, cómo van a escribir la del siglo XVI, y además subvencionada.
Así de retorcido es el curso de la historia. Como las galerías de uno de esos laberintos de Ariadna, conviene atenerse al sabio consejo de Bergamín: el que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y, aunque la encuentre saldrá sin haberlo entendido, señor Salvador. Con estas referencias sagradas que sentencian estos señores no me extraña que Felipe de Borbón, vestido de historiador, se atreva a imponernos nuestra herencia con un discurso pseudohistórico-político completamente fuera de lugar y propio de alguien que nunca ha superado ni elecciones ni oposiciones.
Señores forales, no se miren tanto al espejo porque, como en Borges, se asocia a la vanidad y la mentira. Además, ese espejo frente al rostro se alza como un dedo acusador y terrible. Ahora que sabemos que el Norte del Síndrome estaba arriba, pero en los despachos, recuerden un refinado castigo de los chinos, aplicado luego a ejércitos modernos: obligar al prisionero a pasar horas frente a su propia imagen.
En fin, como buenos navarros que son, y como en la historia de amor de “Gigantes y Cabezudos” en el fondo nos quieren, porque puede haber amor sin odio pero nunca odio sin amor.