Aitor Merino Calero

Guardian Llodio, donde antes éramos 800, ahora seremos 0. Y no es casualidad

El cierre de Guardian Llodio anunciado esta semana no es algo casual, es algo programado desde hace muchos años, quizás desde hace más de 10 años. Realmente hemos visto ejecutarse este maquiavélico plan desde el año 2020, cuando Guardian decidió en plena pandemia y aprovechándose de esa situación de confinamientos, «regalar» el negocio de automóvil al fondo buitre Parter Capital. Pero su objetivo real no era vender el negocio, su objetivo fue deshacerse de 250 trabajadores y trabajadoras del grueso de su plantilla y que un actor secundario, en este caso Parter, fuese el ejecutor de esos 250 despidos. Y no fue casualidad que nos vendieran al fondo buitre suizo, fue algo orquestado dejando entrever la mala praxis y lo que de verdad le importamos sus 250 trabajadores en ese momento.

Tampoco fue casualidad que Glavista quebrara justo al de 2 años de producirse la transacción del negocio de automóvil, 2 años en los cuales Guardian sostuvo con cifras millonarias la actividad de Glavista. En total se gastaron más de 20 millones de euros por no despedirnos ellos y «ahorrarse esa cifra», aunque a día de hoy y tras más de 8 meses desde nuestro despido no hemos visto ni un euro de indemnización, la cual se tendrá que hacer cargo también Guardian Industries (otros 15 millones de euros más a sumar a la fiesta). Y menos casualidad fue que Guardian impidiese la venta de Glavista a un nuevo inversor salvando con ello 250 puestos de trabajo, tenían decidido que no volveríamos a trabajar allí, y así fue.

Casualmente, 2 años era el plazo para eximirse de obligaciones judiciales y legales de cara a posibles responsabilidades en esa quiebra programada por Guardian que está a punto de ser demostrada a través del TSJPV.

En esas estamos, 250 trabajadores y trabajadoras despedidos en una venta fraudulenta orquestada y dirigida desde EEUU, hasta llegar al 21 de enero del 2025 (casualmente coincidiendo con la investidura de Donald Trump), día en el que Guardian Llodio ha comunicado su decisión de cerrar la planta de Llodio con los apenas 180 trabajadores que quedan en la fábrica. Era una decisión tomada hace años y la han ejecutado por fases para no hacer saltar todo por los aires. El plan les va saliendo perfecto. Alegan poca rentabilidad si hay que invertir para reformar el horno Float, han adelantado el cierre el cual todos éramos conscientes que iba a llevarse a cabo con meras excusas y mentiras una vez más.

Recuerdo con nostalgia cuando mi aita trabajaba en Villosa, posteriormente Guardian, y eran más de 1.000 trabajadores en la fábrica, 1.000. Yo entré a trabajar en el 2003 y éramos cerca de 800 trabajadores, apenas 20 años después van a ser cero los trabajadores allí presentes. Una auténtica salvajada amparada por la deriva tomada por la multinacional americana y parte del grupo Koch. Recordemos que Koch ha financiado con millones de dólares las campañas políticas de Donald Trump. El capitalismo más salvaje ha hecho acto de presencia, y las decisiones tomadas a miles de kilómetros afectan a la gente obrera y con una enorme experiencia en el mundo del vidrio aquí en Laudio.

Una empresa centenaria va a desaparecer en unos meses, y digo que va a desaparecer porque poco o nada podemos esperar de la Diputación de Araba y del Gobierno Vasco visto lo visto con lo que sucedió con Glavista.

Dentro de este sistema capitalista en el que las empresas privadas campan a sus anchas haciendo y deshaciendo a su antojo e interés, tanto el Gobierno Vasco como incluso el Gobierno Central tienen NULA capacidad de actuación en estos casos. Me imagino a los responsables de estas decisiones sentados en sus despachos en Detroit diciendo: «Gobierno Vasco, SEA, Diputación de Araba... ¿Qué es eso y por qué opinan acerca de una decisión nuestra? Si vamos a hacer lo que queramos, nosotros tenemos el poder, ¿quién es una administración local para decirnos lo que tenemos que hacer?».

Por cierto, ¿qué hay del Laudio Glass Hub que nos vendió el PNV a bombo y platillo? Laudio se iba a convertir en el centro de referencia mundial del vidrio. Pues va a ser que no, todo quedó en una mera propaganda preelectoral y ya. Soluciones reales para retener la estructura empresarial desde luego no las hemos visto. Y no vale que digan que no se disponen de herramientas para darle vuelta a la situación. La expropiación está contemplada en el Estado español, pero nadie se atreve a atacar al capital, ya que las multinacionales son las que mandan, no los políticos, y esto es una auténtica desgracia para toda la clase obrera que es realmente la que sustenta el sistema.

Tampoco deja de ser casualidad la desindustrialización que se está llevando a cabo paulatinamente en Aiaraldea, el peso de la industria está cayendo a niveles ínfimos, con lo que ello conlleva tanto para las familias como para el eskualde. Desde aquí aprovecho para decirle a Ramiro González (Diputado general de Araba) que nos va a quedar un solar espectacular en el centro de Laudio, donde hace unos años trabajaban 1.000 personas, quizás ahora tenga vía libre para hacer lo que quiera.

Mucho viaje por el mundo promocionando Araba en las últimas semanas, pero ninguna medida real para que podamos desarrollar riqueza y una vida digna en nuestra tierra. De mientras, ellos (los políticos) seguirán viviendo en una realidad ficticia y dentro de una gran mentira. Si no se toman acciones reales y se utilizan las herramientas al alcance de los políticos sin miedo a aplicarlas ante multinacionales que solo buscan exprimir y sacar el máximo beneficio de sus actividades productivas a cualquier precio, esta será la Aiaraldea que se nos quedará. Vaciada y con sus habitantes teniendo que desplazarse a otros lugares para obtener un mísero salario.

Todo lo dicho anteriormente no es fruto de la casualidad, da para reflexionar y pensar en manos de quienes estamos, tanto laboral como políticamente. Para ellos todo es casualidad, pero no es así, es el sistema y se debe actuar sobre él si queremos seguir disfrutando de pueblos con vida, o por lo menos intentarlo más allá de las buenas palabras y las palmaditas en la espalda. Este cierre marca un antes y un después, que por desgracia no es el primero ni será el último.

Casualidad le llamaban.


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