Juan Manuel Sinde
Socio colaborador de Laboral Kutxa y presidente de la Fundación Arizmendiarrieta

Hacia un Modelo Colaborativo Vasco

No cabe duda de que, ante el divorcio surgido en el cooperativismo vasco hace unos meses, ha habido sentimientos generalizados de tristeza y decepción, incluso en socios de las cooperativas salientes, con un cierto sentimiento de pérdida de un proyecto colectivo que trasciende a las empresas. Así como una cierta sensación de fracaso colectivo, máxime cuando, paradójicamente, no parecían existir diferencias de fondo en los planteamientos sustanciales que se refieren a identidad, valores y enfoque de los sistemas de gestión empresarial, por lo que, aparentemente, el conflicto podría haber tenido solución de haberse afrontado sus causas anteriormente.

El disgusto, sin embargo, no evita que, como reza un aforismo en euskera, «balizko errotan, garirik ez», nos encontremos con una nueva situación de hecho que, paradójicamente también y «mirando con las luces largas», quizás pueda ofrecer nuevas oportunidades. Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que Orona y Ulma mantienen su participación en el capital de Laboral Kutxa, continúan sus socios en la Mutua Lagun Aro y siguen implicados en el desarrollo de Mondragón Unibertsitatea, en cuya evolución han tenido un importante papel. No podemos descartar, por tanto, que, pasado el momento más emocional de la crisis, se puedan ir tejiendo nuevos lazos de colaboración en proyectos de interés para distintas empresas de los distintos grupos, para lo que el paso del tiempo puede ayudar.

Por otro lado, los dos grupos empresariales segregados de Mondragón (Orona y Ulma) han demostrado estar bien gestionados y tener un éxito empresarial constatable. Se trataría, en cualquier caso, de grupos muy importantes en el País Vasco, con un número de personas superior a 5.000 y beneficios anuales del orden de los 100 millones de euros en cada uno de los casos. Grupos que, por otro lado, pueden experimentar nuevas fórmulas en la implementación de los valores cooperativos y en el establecimiento de nuevas vías de colaboración con empresas no cooperativas del País. Tendríamos así tres importantes focos de desarrollo de los valores cooperativos, complementarios de otras realidades que dejaron Mondragón hace ya unos años, cuantitativamente menos relevantes, pero también de éxito como Irizar y Ampo en Gipuzkoa y RPK, en Álava.

Pero, como hemos señalado en estas mismas páginas, también existe una corriente, cada vez más fuerte en el mundo empresarial vasco, que converge con algunos valores de la Experiencia Cooperativa. En ese sentido ha sido paradigmática la inauguración en el pasado enero del proyecto de Fabrika de Adegi, que consolida una trayectoria de bastantes años hacia una cultura de empresa que plantea su competitividad basada en el desarrollo de las personas (con, lógicamente, distintos ritmos en su implantación). Así como el proyecto denominado Ekinbarri, promovido en Bizkaia por CEBEK y varias de sus federaciones miembros, con idéntica orientación, que va engrosando el número de empresas trabajando en el mismo. Al igual, por otro lado, que el modelo de gestión avanzada de Euskalit, cuya implantación crece año tras año.

En ese sentido, la promoción de los Premios Arizmendiarrieta Sariak nos está permitiendo conocer, por otra parte, una realidad empresarial que no se queda en retóricas de cambio, sino que está avanzando con decisión hacia los valores y sistemas de gestión recomendados por el denominado modelo inclusivo participativo de empresa. Alcorta Forging y Salto Systems, en Gipuzkoa, AB Laboratorios de Biotecnología en Álava e Hidro Rubber, Seinsa y Conor Sport en Navarra no son sino la punta del iceberg de un grupo cada vez más numeroso de empresas en las que están presentes algunos valores humanistas tradicionales en el cooperativismo y que buscan un modelo de colaboración y desarrollo de las personas en sus proyectos empresariales.

Coincidiendo en algunos de sus valores con la notable presencia de entidades de la economía social en nuestro territorio que, según las últimas estadísticas disponibles agrupa, entre cooperativas y sociedades laborales, a 3.424 empresas y 61.452 empleos (contando también con los de los grupo antes citados) y que cuenta también con instituciones muy asentadas que se preocupan del cuidado y promoción de las mismas. Y coincidiendo sus valores, asimismo, con otras iniciativas de economía solidaria agrupadas alrededor de REAS...

Sin caer en un fundamentalismo cultural, no podemos despreciar el humus cultural y de valores en que se desarrollan las distintas experiencias que comentamos (que podríamos denominar, en su conjunto, como una experiencia colaborativa vasca) y que hacen que probablemente tengamos una ventaja importante a la hora de buscar un modelo socio-económico con ribetes propios para afrontar los retos que todas las comunidades del planeta tenemos planteados.

En ese sentido merece la pena recordar que el último informe de tendencias para los próximos 20 años del Centro Nacional de Inteligencia de USA señalaba que, ante un mundo que evoluciona a velocidad de vértigo y que va a tener que asumir retos de una magnitud antes desconocida, la cohesión social y la cooperación público privada son las claves para responder con éxito a dichos retos por parte de las diferentes comunidades en el mundo.

Lo que, por otra parte, sería deseable que fuera tenido muy en cuenta por personas e instituciones vascas de todo tipo a la hora de defender sus intereses particulares, de forma que vayamos construyendo una sociedad que se enfrente con éxito de forma singular a un desarrollo económico y social sostenible y solidario con otras comunidades humanas en el mundo.

Bilatu