Taher Ali
Militante de Samidoun

Hassan ha muerto, la Resistencia vive

Palestinos y libaneses lloramos el asesinato del Hugo Chávez del Líbano, que se une a más de mil quinientos compatriotas y a las decenas de miles de sus hermanas y hermanos en el genocidio de Palestina. Hay un peligro real de que este holocausto se extienda con la complicidad occidental, pero no de que se apague la resistencia. Bajo túneles, entre escombros y sobre los torrentes de fuego del napalm, la lucha anticolonial ha venido desafiando al opresor; con misiles más o menos sofisticados, con bombas caseras, con cuchillos y con la mera existencia de un corazón indígena latiendo en el pecho de una niña. Con su mera existencia. La liberación nacional en una guerra popular prolongada no es solo fruto de un brillante líder –como era Hassan Nasrallah– o una férrea cadena de mando, sino que responde a las características propias que ese pueblo en armas sufre. Vietnam puso dos millones de muertos para liberarse de la colonización: se enfrentó a los franceses, expulsó a los japoneses, otra vez a los franceses y aún sobrevivió a las atrocidades cometidas por los angloamericanos.

El Eje de la Resistencia está en guerra de liberación con la colonia genocida 'Israel', pero no es una guerra convencional. La resistencia palestina son guerrillas, Hezbollah es una guerrilla con muchos misiles, pero una guerrilla. Sin tanques, sin cazas, sin armas nucleares...

A la máquina genocida sionista no se la puede matar solo por la fuerza bruta: se la mata por agotamiento, empantanado a sus tropas de ocupación, haciéndole perder decenas de millones de dólares con explosivos y cohetes de solo unos cientos, paralizando su industria y economía con alarmas, bloqueando sus puertos, devolviendo parte de la violencia que ejerce de vuelta, en definitiva haciendo su sistema insostenible. Pero una central nuclear no puede ser desmantelada a cañonazos y una potencia nuclear tampoco. Una necesidad objetiva o una condición subjetiva determinante de desmantelarlas es la única solución.

La derrota de 'Israel' se aceleró el día que invadieron Gaza tras la victoria de las fuerzas palestinas el 7 de octubre. Desde entonces es aún mayor la velocidad en la que la sociedad colona se retuerce en su propio odio y violencia, y cae en una locura colectiva: se fugan los capitales, la mano de obra cualificada, se sacan los dobles y triples pasaportes. Ha empezado un sálvese quien pueda solo ralentizado por el alto nivel de vida a costa de la ocupación de la que aún disfrutan muchos ciudadanos coloniales. Son varios los analistas israelíes que han puesto un corto plazo de caducidad al proyecto sionista. Illan Pappé se ha atrevido en cifrarlo en dos años. Dos años de atroz genocidio, eso sí.
 
La movilización masiva en el mundo occidental y sobre todo en EEUU aceleró las condiciones de la retirada en Vietnam y la de Francia en Argelia. Esta retirada no se habría dado si una férrea resistencia armada nativa, con batallas de consideración, con hostigamiento guerrillero y con bombas que interrumpían la vida colonial sembrando el caos entre los privilegiados, haciéndoles pagar un precio aunque infinitamente inferior al sufrido por la población nativa. Con todo, la presión de la sociedad occidental, que exigía dejar de mantener a toda costa esas sangrías, permitió que los muertos vietnamitas fueran dos millones en vez de cuatro. ¿A qué esperan los pueblos en Occidente?

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