Jesús Uzkudun Illarramendi
Activista sindical por la salud laboral y miembro de Asviamie

Hay daños mas allá de los accidentes que no deben ignorarse

Que dichas enfermedades sean ocultadas como comunes conlleva un enorme fraude a la prevención de los riesgos.

Es hora de que las organizaciones sindicales, sanitarias o el conjunto de la sociedad amplíen su mirada sobre los daños a la salud en el trabajo, mirando más allá del inadmisible accidente. Las enfermedades profesionales, aunque no sean inmediatas, sus consecuencias son enormes en pérdidas de días de trabajo, sufrimiento, invalidez y muerte. Exige mirar más allá del impacto producido por las caídas de altura, el aplastamiento, sin olvidar la epidemia de cáncer pulmonar y enfermedad respiratoria que nos afecta a un sector de trabajadores de la industria. Resulta igualmente injusto culpabilizar de forma exclusiva al tabaquismo, como causa de estas enfermedades, ignorando las insalubres condiciones de trabajo soportadas años atrás. Comparto la opinión de una experta en medicina laboral que señala: «Cerca de un 40% de los cánceres que afectan a trabajadores de la industria vasca tiene origen profesional». Una cifra de muertes sin duda muy superior a las recogidas en diferentes estadísticas en disputa.

Cuando la Comisión Europea, nos señala, que el 52% de las muertes laborales son resultado del cáncer por la múltiple exposición a sustancias cancerígenas y cuya prevención, es posible. En la misma línea, la OIT nos señala que entre el 2010 y 2015, las muertes por enfermedad laboral aumentaron un 20%, pasando a 7.500 muertes diarias por enfermedad laboral y 1.000 por accidente de trabajo en el mundo. Estas cifras deberían ayudar a reflexionar, cambiar discursos y sobre todo, la acción preventiva de todas las instancias implicadas. ¿Por qué continuar cerrando los ojos a la fatal realidad?

Las estadísticas del Cepross del Ministerio, unidas a la acción ocultadora de las mutuas, junto a la resistencia de profesionales sanitarios de Osakidetza y servicios de prevención a cumplir el Real Decreto 1299/2006 en relación a la «comunicación de sospecha», y a la falta de respuesta sindical, parece que lograrán hacer realidad el chiste de unos «trabajadores torpes» por la siniestralidad que padecen, pero, con «salud de hierro» o tal vez «naturaleza inmune» a las sustancias tóxicas, al ruido, movimientos repetitivos o sobreesfuerzos. Pero es tema serio, no para chistes de humor.

Insisto, que nadie tranquilice su conciencia reconociendo el sufrimiento causado por el amianto, pues seguirá ignorando la exposición laboral a sustancias cancerígenas como sílice, humos de soldadura, diésel, cromo, cadmio, polvo de maderas, hidrocarburos, etc., causantes de innumerables cánceres o enfermedades respiratorias. Sin olvidar las múltiples lesiones musculo-esqueléticas que, a partir de cierta edad, destrozan la calidad de vida de un sector de trabajadores como consecuencia del incumplimiento empresarial de la adopción de medidas preventivas frente al sobreesfuerzo, movimiento repetitivo y malas posturas. Que dichas enfermedades sean ocultadas como comunes conlleva un enorme fraude a la prevención de los riesgos, el saqueo de los recursos de Osakidetza y la sanidad pública en beneficio de la contingencia profesional gestionada por las mutuas y un atraco a las prestaciones económicas de la Seguridad Social al enfermo y familias.

Para terminar, animo a la implicación de los activistas sindicales en la visualización y reconocimiento de las enfermedades laborales sin esperar a que el sector médico cumpla con su obligación. Es la mejor herramienta preventiva, especialmente si a ello le sumamos la exigencia de reparación por el daño causado. Las condiciones de trabajo mejorarán y seremos más fuertes frente a la ofensiva del capital.

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