Karidad Ledesma

Hoy ha amanecido lluvioso (carta a Liher Rodríguez, los presos de Deusto y el resto de presos políticos vascos)

Me gustaría imaginar y transmitiros un día alegre, soleado, con un amanecer fresco, de esos que luego anuncia un hermoso día, con un cielo azul intenso, un día de esos que también sales a las siete de la mañana y empiezas a oír poco a poco los sonidos de un día, en el que oyes el canto de los pájaros porque has decido ir a dar una vuelta al monte, porque no tienes prisa, porque has quieres andar con tranquilidad, disfrutando de algo que no has podido hacer.

Hoy ha amanecido lluvioso, es lunes, llueve y es esa lluvia que cuando cae hace gorgoritos en el suelo, el día tiene un matiz plateado. A la calle, después de despertarte, ducharte y desayunar, sales a la calle y ves tu ciudad desolada, falta el movimiento cotidiano, ruido de motores, el ruido de las persianas de los talleres de coches que producen al ser abiertas, los bares abiertos a esas horas tan intempestivas, son las siete de la mañana, pero que se agradece que estén abiertos porque te invitan a entrar y tomar un exquisito café, el primer café del día, el café que te va a dar un impulso mágico para afrontar el día. Entro en el bar de siempre, en el bar que entro antes de ir a trabajar, es un bar de barrio, no es que sea muy acogedor, pero es increíble que a esa hora de la mañana disponga de una barra llena de pintxos de esa categoría, imagina, sandwiches, tortillas de patata, de todas las clases, de cebolla, sin cebolla, de jamón york, de queso, de salsa de txipirón, ¡um! que rico…, yo pido un cortado.

Espero a que me sirva el cortado, y mientras tanto sigue entrando gente a desayunar, otra oficinista como yo, una mujer rubia de unos cincuenta y ocho más o menos (¡jajaja, qué precisión!), pero, esta, se nota que es conocida del dueño del bar, también es asidua, viene, pide su café y con alegría y cara de estar descansada le contesta que está muy rico el café y que le cobre; al lado de ella se encuentra otra mujer, ésta no tiene cara de haber descansado ni en esa noche ni en una eternidad, su cara habla sobre el sufrimiento de una vida, sus marcas-arrugas en la cara hablan de ello como los círculos que nos muestran los arboles cuando les talan, cuantos años de sufrimiento, de no tener trabajo, de refugiarte en un bar desde que amanece hasta que anochece, de estar cansada buscando trabajo y de no saber si te va a llegar el dinero para pagar ese café que has pedido, porque no tiene dinero, tiene una mirada absorta en la televisión, en los bares de barrio, la televisión la ponen según abren, y en el mejor de los casos ponen noticias.

Me gustaría hacer un inciso sobre esto, pienso que los tiempos cambian, recuerdo que en mi pueblo los bares de al lado de la estación del tren, Renfe, abrían muy muy temprano, yo en aquella época fumaba y para mí era necesario comprar tabaco a esas horas, ya que trabajaba en un hospital durante la mañana y no podías salir a tomarte un café, ni a comprar tabaco porque alrededor no había nada, si existía la cafetería del hospital, pero allí no vendían tabaco. Siguiendo con lo que decía, yo iba muchas mañanas a comprar tabaco y me daba muchísima vergüenza entrar porque en aquella época a esas horas del día, serían las 6.30 de la mañana y a otras también, pero sobre todo a esas horas del día, era rarísimo ver a una chica joven entrando en esos bares, y digo en esos bares, porque sólo había hombres, unos bares que acogían a muchos trabajadores de Altos Hornos, a hombres que sentados a la barra del bar y con una mirada puesta en lo infinito del humo que desprendía el décimo cigarro que encendían, delante de una copa de Magno oían los sonidos de película porno que emitía la televisión.

Ya somos tres en el bar, y sigue lloviendo, ahora el día es más claro poco a poco y es cuando mejor se ve el torrencial de agua que está cayendo. Abren la puerta del bar y entran –calados hasta los huesos, menos mal que el chubasquero del curro les resbala el agua que cae–, tres trabajadores que arreglan cables de esos que van por el «subsuelo», entran helados, entran contentos, alegres. «Ponme un cortado largo de café». «Qué frío hace hoy». «Joder que barra tienes, tío». «Pues yo quiero una tortilla de esas que acabas de sacar». «¡¿Qué?! Que somos la ostia, a la final, ¿eh?». «La madre que los parió, si no daban ni una, vaya potra hemos tenido». En este momento en el bar ya hay bastante animación. En una esquina de la barra hay un hombre, asiduo, siempre toma un café con leche y un croissant, le gusta observar a los clientes del bar, mirar la tele, oír las noticias, le encanta escuchar las conversaciones, se sonríe con lo que oye, disfruta oyendo el ruido, las conversaciones, lo que se comenta, hasta creo que le gustaría tomar parte de ese momento como si éste formara parte de un trozo de familia cotidiana que sólo dura lo que dura tomarse el café, pero que si no tuviera este momento, lo echaría en falta inmensamente. Hoy estaba en alerta, ha habido comentarios porque ayer agredieron a una chica entre tres hombres, la gente habla, todos hablamos, es una manía del ser humano, parece ser que no eran de aquí, como él. Sentimiento de alerta, de miedo, de asco por lo que le hicieron a la chica; se meterán con él, ¿alguien le dirá algo?, parece que no, la gente sabe distinguir, por lo menos en ese bar, en ese momento y en ese día.

Es hora de ir a trabajar, la primera droga de la mañana ya está tomada, ya empieza a hacer efecto. Interrumpe una noticia en la televisión, que ya venía anunciándose: coronavirus, epidemia, pandemia mundial. Bueno, «mira tú, como estamos ahora». «Dicen que viene para aquí». «Ya, ya, pues mira en China como han cerrado todo». «Bueno, bueno, ya veremos».

Y efectivamente ha llegado el coronavirus. Sin que nadie nos lo hubiéramos imaginado nos han confinado en casa, no sabemos hasta qué punto nos cuentan la verdad, pero si transmiten miedo, mucho miedo, desconfianza. Dos semanas de momento en casa sin salir. Qué lujo, verdad, comparando las dos situaciones en la que nos encontramos por separado, nosotros en casa sin salir, vosotros y vosotras en la cárcel sin salir.

En esta vida que pocas veces nos paramos a contemplar una gota de lluvia, ese color plateado de un día que amanece lluvioso, los  gorgoritos que hace la lluvia al caer al suelo, ese momento mágico y raro de las siete de la mañana en un bar de barrio, antes de ir a  trabajar en el que encuentras a una especie de minifamilia cotidiana, para la cual es muy importante ir todos los días a disfrutar del café y cuánto echamos en falta todas estas cosas cuando ya no las podemos realizar, y cómo nos damos cuenta de la gran diferencia que hay entre que te confinen en casa a que te confinen en la cárcel.

Me gustaría imaginar y transmitiros un día alegre, soleado, con un amanecer fresco, de esos que luego anuncia un hermoso día, con un cielo azul intenso, un día de esos que también sales a las siete de la mañana y empiezas a oír poco a poco los sonidos de un día, en el que oyes el canto de los pájaros porque has decido ir a dar una vuelta al monte, porque no tienes prisa, porque has quieres andar con tranquilidad, disfrutando de algo que no has podido hacer. Sigues andando, llevas mucho tiempo andando y decides sentarte en la hierba, o mejor tumbarte en la hierba, y te pasa una mariquita, porque estás en el monte, te pones el jersey para no resfriarte, respiras profundamente el aire tan limpio que corre, te incorporas, a lo lejos ves más montes, incluso puedes ver Aizkorri, dudas, no sabes que hacer, si subir hasta la cruz o quedarte tumbado en Arraba, buscas en la mochila y sacas el bocata, de lo que más te guste, y tomas un poco de vino que también has llevado, y como no un trozo de queso, y disfrutas de ese inmenso manjar, no hay nada más rico y bueno en el mundo como ese momento, como esos sabores, como ese vino, y en compañía de la persona o personas  que queráis. Eso es lo que os deseo. Que sea pronto, hay mucha gente que está intentando y desea que sea así.

Parkatuko didazue euskeraz egin ez izana, baina askoz hobeto moldatzen naiz  idazterakoan erderaz egiten badut, eta benetan nahi nizuen idatzi zeozer, ez dut inoiz idatzi ezer, eta egia esan ez dakit preso dagoen bati zer konta, mila gauza bururatzen bazaizkit eta bat ere ez. Beti pentsatu dut egitea eta inoiz ez dut egin, koronabirus honek aukera eman dit. Muxu bat.

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