Juan Karlos Izagirre
Exalcalde de Donostia

Incineradora, política y judicialización. O de lo racional a lo malvado

Porque entiendo por maldad las decisiones vengativas, de escarnio público, de aviso a navegantes que se están tomando en relación a este tema por parte de los responsables actuales de Diputación y GHK. Contra personas que tan solo actuaron con coherencia.

Creo que es una afirmación compartida que no se debe judicializar la política. Queda bien la frase. La práctica es otra cosa, aquí se judicializa mucho. Reconociendo la posibilidad de estar equivocado, creo que tiene mucho que ver con la incapacidad para los debates sosegados y racionales (política), con la utilización de la judicialización para castigar al más débil y, todavía más triste si cabe, por el convencimiento de que la justicia actuará partidariamente. Es grave lo que digo, y probablemente las cosas no son así. Por eso, yo también me sumaré al «no comparto la sentencia, la respeto y la recurro».

Estoy en contra de la incineración como tratamiento final de los residuos. No me voy a extender, pero creo que existen y se pusieron sobre la mesa, alternativas más saludables, económicas, respetuosas para el medio ambiente, coincidentes con las recomendaciones europeas... Estoy en mi derecho a pensar así. Como lo está quien defiende la incineradora como mejor solución. Recuerdo con que tranquilidad respondía yo que «no me cabe en la cabeza que ningún alcalde quiera una incineradora en su territorio (incluido mi predecesor Odón Elorza, durante muchos años, aunque luego cambió de parecer), como nadie la quiere al lado de su casa», como principio lógico. Digamos que «por si acaso…».

En el 2011 el movimiento anti-incineración (del que yo formaba parte) estaba en la calle con fuerza (el no querer ver las cosas, es otro cantar). Bildu ganó las elecciones e hizo lo que dijo que iba a hacer, que aunque parezca raro a día de hoy, es lo que deberíamos exigir a todos los gobiernos. Suspendió un contrato. No es inhabitual suspender contratos y proyectos en diferentes fases, por diferentes motivos (yo recuerdo perfectamente Mompás o Auditz-Akular, o el intento de modificar la ubicación de la estación de autobuses; y ahora veo con pena que un presupuesto ya adjudicado en el 2015 para renovar Sagüés, creando un espacio similar al Peine del Viento, con la Paloma de la Paz de Basterretxea como eje central, haya quedado en nada; etc.). Quien decida suspenderlos deberá explicar por qué lo hace, lo que va a costar y los beneficios que considera traerá esta decisión a la sociedad en general. Bildu lo explico.

Había, entiendo yo, tres motivos principales. El primero aseguraría que es compartido incluso por los que defienden la incineradora. La proyectada era demasiado grande. Gipuzkoa recicla cada vez más, y no va a tener que quemar, no al menos las cantidades previstas en aquel proyecto. Solo esto, a mi entender, obligaba a suspender aquel proyecto y, en su caso, realizar otro. Ya está bien de aeropuertos sin aviones, autovías sin coches o macroincineradoras sin nada que quemar.

El segundo era más ambicioso. Si se hacían bien las cosas, si de verdad creíamos en la actitud responsable de las y los gipuzkoarras, podíamos llegar a cantidades de resto tan pequeñas que no hiciera falta una incineradora. El sueño de cualquier buen gestor de residuos. Aquí no vamos a estar de acuerdo con los pro incineradores. Es en este punto donde tenía que haber primado el debate sosegado, el estudio de alternativas, los consejos de técnicos, las experiencias en otros lugares, los informes médicos, científicos... Pero es imposible el diálogo si una parte no quiere (esto también es interpretación mía, por supuesto). Solo diré una cosa, no querer debatir es una cosa (muy significativa, por cierto), pero mentir, manipular datos u ocultar información no es aceptable de ninguna manera.

Y en tercer lugar. Muy importante. Había un compromiso con la ciudadanía. Y exigía presentar una alternativa real. A ser posible consensuada con la mayoría. Esto último no pudo ser, pero se presentó la alternativa (no es verdad que no se hayan puesto alternativas, existe).

No se quiso hacer política. Se judicializó. No se quiso un debate racional. Y se ha llegado a ser malvado. Porque entiendo por maldad las decisiones vengativas, de escarnio público, de aviso a navegantes que se están tomando en relación a este tema por parte de los responsables actuales de Diputación y GHK. Contra personas que tan solo actuaron con coherencia, y se lo puedo asegurar, pensando en lo mejor para Gipuzkoa.

Una pena. No pierdo la esperanza. Quizá si en determinada clase política; quizá sí en una justicia que, lo siento, a veces no me parece justa; totalmente la he perdido en que los medios de comunicación sean neutrales; pero no la pierdo en la gente.

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