Alfredo Ozaeta

Involucion asistida

El objetivo es condicionar a sectores progresistas a renunciar o modular sus legítimas reivindicaciones por temor a enfrentamiento o involución. Es tan básico como utilizar al matón de turno para hacer lo que ellos no se atreven.

Hace ya tiempo que se viene anunciando el reseteo del fascismo en total sintonía con el larvado proceso de pérdida de derechos y libertades democráticas. En esta evidente involución participan además de la mayoría de partidos institucionales la práctica totalidad de poderes y estamentos del Estado. No es algo nuevo, estaban entre nosotros, la génesis de la intolerancia en el Estado español viene ya de muy atrás, su nula voluntad de adaptación y cambio ha condicionado su escasa cultura democrática. Los permanentes conflictos que desde siglos mantiene con pueblos de culturas diferentes dentro de su estado, anexionados y conquistados por las armas en contra de su voluntad, es un claro ejemplo de estado que en otras latitudes se consideraría como fallido.

Desde mi punto de vista no deja de ser una involución estimulada y tutelada por los poderes, IBEX incluido, medios de comunicación y algunos partidos políticos. La puesta en escena de una formación de extrema derecha con clara orientación fascista, como es el caso de Vox, no obedece a un repunte o regeneración de esta ideología, ni mucho menos, los ultraderechistas ya estaban censados únicamente han cambiado su empadronamiento a otra formación política. Tomar conciencia ahora de esta seria amenaza por los anónimos intimidatorios difundidos en estos días y enviados a dirigentes y cargos políticos, si no fuera por su gravedad no dejaría de ser un ejercicio de puro cinismo. Hay que recordar que no hace mucho nos han amenazado con fusilarnos a millones; se han difundido públicamente manifiestos en contra de la democracia; la apología y ostentación del nazismo en manifestaciones, concentraciones y celebraciones ha sido notoria; han dado protección y agasajado a tiranos y golpistas latinoamericanos y de otras latitudes. Y no ha pasado nada con sus autores, que por otra parte son precisamente anónimos. La connivencia y permisibilidad con exponentes de ideología y simbología fascista entroncados en las estructuras de los poderes del estado son evidencias diariamente contrastadas.

A estas alturas hay pocas dudas del origen de los nutrientes y caladeros donde se alimentan estos involucionistas. La cuestión es que si algo que diseñaron sus mentores en modo de «encendido/apagado» pueda escapar a su control y lleguen a ser devorados por su propio monstruo.

Tanto PSOE, PP, C's como PNV y UPN han considerado en cada caso y por motivos diversos que la irrupción de una fuerza de derecha extrema pudiera darles réditos y otorgarles certificados de homologación. Por un lado la utilizan como ariete para fisurar y eliminar derechos democráticos y sociales que tanto ha costado conseguir en base a una estrategia de miedo de que... lo que puede venir es todavía peor...; para seguidamente apelar a la moderación o freno en las luchas o demandas sociales y nacionales. Dejan que el trabajo sucio e impopular lo hagan otros cuyo coste ya lo tienen amortizado incluso con réditos. El objetivo es condicionar a sectores progresistas a renunciar o modular sus legítimas reivindicaciones por temor a enfrentamiento o involución. Es tan básico como utilizar al matón de turno para hacer lo que ellos no se atreven.

Por otro, lo utilizan como señuelo para situarse en una centralidad ficticia obtenida de haber prolongado artificialmente el extremo. Y de esta manera sin grandes diferencias en su forma de pensar e incluso de actuar con la derecha facciosa obtienen una supuesta mejor calificación democrática.

Tiran de manual, crean enemigos imaginarios o falsos para hacerles responsables de sus corruptas y nefastas políticas. Antes fueron los judíos y masones y ahora los migrantes que nos quitan nuestro dinero, trabajo y seguridad. Y, ¡como no!, los pueblos que pacíficamente quieren decidir su futuro en libertad y armonía. A estos curiosamente les llaman insolidarios y sediciosos.

La perversión del lenguaje, e incluso de sus hechos, es una práctica común entre estos partidos y sus altavoces. Vemos como etiquetan como radicales tanto a la extrema derecha como a defensores de las libertades. Equiparan peyorativamente por igual a fascistas con antifascistas cuando la obligación de cualquier demócrata de verdad debiera ser la de confrontar y enfrentarse al fascismo o lo que es lo mismo: ser antifascista.

Además de no banalizar en lo relativo a actuaciones en contra los derechos y libertades también hay que desenmascarar sus prácticas, trayectorias y programas en vez de darles cobertura como actualmente estamos asistiendo en la bochornosa, sobredimensionada y sobreexpuesta a los medios de comunicación campaña a las elecciones de la Comunidad de Madrid, de rancio afán centralizador. Es ilustrativo que utilicen como slogan electoral: [libertad o socialismo], confrontando dos sinónimos para otorgar la defensa de las libertades a la extrema derecha, que desfachatez e insulto a la inteligencia.

A la ignorancia, manipulación e intolerancia hay que oponerse activamente, es nuestra necesaria aportación para lograr una sociedad más justa, libre e igualitaria. La pasividad en algo tan serio e importante no deja de ser complicidad.

Bilatu