Marta Abiega
Activista de la plataforma OEE

Islamofobia

Si como decía John Donne en el prólogo de "Por quién doblan las campanas", la muerte de cada ser me disminuye porque estoy ligada a la humanidad, la muerte indiscriminada con este grado de violencia me disminuye aún más porque, es señal inequívoca del fracaso de esa humanidad que a estas alturas ha perdido hasta la denominación de origen.

Hoy, a las 5 de la mañana, en el aeropuerto de Tiblisi, Georgia, cuatro mujeres musulmanas, dos de ellas sólo mostraban sus ojos, rezaban la primera oración del día. Pienso, en un güiño de complicidad a la extendida creencia de la desorientacion espacial de la mujer, que las mujeres musulmanas siempre saben dónde se encuentra la Meca.

Sé que el día de los atentados en Cataluña tambien rezaron y seguramente cada día en sus rezos piden por todas las víctimas. Yo no recé, porque no soy creyente pero, lloré por todas ellas, por las que murieron y por las que mataron. Lloré por esta sinrazón de la cual ya somos todas víctimas.

Si como decía John Donne en el prólogo de "Por quién doblan las campanas", la muerte de cada ser me disminuye porque estoy ligada a la humanidad, la muerte indiscriminada con este grado de violencia me disminuye aún más porque, es señal inequívoca del fracaso de esa humanidad que a estas alturas ha perdido hasta la denominación de origen.

En el aeropuerto de Munich, donde te puedes comprar un reloj de una marca pornográfica por una cantidad pornográfica, la policía patrulla con la metralleta en ristre cuidando de mi seguridad y a mí... me da miedo, mucho miedo.

Las potencias occidentales hemos destapado la caja de Pandora y ya nada volverá a ser igual.

Con la inconsciencia alimentada por el fútbol y la tele basura y nuestras fuerzas debilitadas por el trabajo y el ocio alienantes permanecimos ajenos al expolio de sus territorios por gobiernos que aunque no votamos nos representaban, y alguna culpa tendremos en el hecho de que no nos representen los que votamos. Gobiernos al servicio de unas élites económicas para las que convierten en oro todo lo que tocan, la tierra, el agua, las energías,la salud, la seguridad, la información...

Creíamos que en nuestro nombre podían esquilmar, expoliar y lucrarse y no era nuestra responsabilidad pero, en nuestro nombre abrieron la caja de Pandora, desataron todos los males y perdimos una figurada inocencia que, simplemente era inconsciencia.

Quisimos ser felices viviendo en la ignorancia pero descubrimos que podemos vivir en la ignorancia pero no podemos ser felices. Esto no es una película de buenos y malos, falsa realidad dicotómica en la que nos adiestró la industria del cine americano.

Sólo nos resta recuperar la esperanza en los valores que nos rediman, solidaridad, respeto, libertad, equidad, justicia... porque, felizmente, cuando se liberaron todos los males, en el fondo de la caja de Pandora permaneció agazapada la esperanza.

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