Kepa Ibarra
Director artístico de Gaitzerdi Teatro

Joyas de plástico

Siempre hay cosas que parecen eternas, que se hacen inamovibles y que hasta la masa social asume como algo natural y consustancial con un sistema establecido y una marca reconocible. Para el poder instaurado, casi por decreto ley, estas marcas sustentan su propia credibilidad y hace que bajo cierta fortaleza fáctica los resortes de una sociedad de bien y orden mantenga su estatus. Allí donde las aguas bajan revueltas, la contestación se reduce a núcleos identificados de la población, en un marco (recordando) que ni el Living Teatro fue capaz de superar, cuando la Fundación Rockefeller llamó a su puerta y todo el entramado contestatario en Nueva York decidió que plegar era una opción y exiliarse una prioridad.

Desde la Legión X Gemina romana, pasando por la flema británica, con el símbolo de fortaleza y constancia que indica el roble alemán, recordando a «Le malaise des banlieues» en la Francia más desfavorecida, aderezado todo por la imbatible Regia Aeronáutica italiana de los pasados veinte y arribando en nuestro gentil binomio Salud-Seguridad, resulta que ahora este entramado paleopolítico de toda la vida se resiente, cojea, adviene en confusión y acaba definido en conjura, alimentado por fuerzas extrañas y alentado bajo la inestimable ayuda de aquellos que nunca nos quisieron. Eso dicen.

Cuando se percibe que todo lo que parecía intocable, bajo el calificativo pomposo de joya áurea, comienza a presentar fisuras, hay una sensación compartida de que las cosas no eran como se decían y sí como parecían, en una deriva que suena a chapoteo en aguas turbulentas y bajo colofón almibarado de un producto político que nunca gestionó bien sus propiedades.

A estas alturas del versículo, acometer una nueva estructura maniquea que pretenda transformar los ámbitos de salud y seguridad desde la suficiencia, la arrogancia, el gesto apocalíptico y la santa cruzada, lo único que consigue es que reeditemos a nuestro querido Capitán Queeg ("El motín del Caine-Bogart") en la metáfora del pie cambiado y que son los demás los que se equivocan, llegando a lo hilarante si no fuese por la transcendencia que la dupla requiere (Salud-Seguridad) en la búsqueda de soluciones estructurales y de método.

Hay preocupación social por acometer una nueva lectura de los principios que rigen nuestra salud y nuestra apuesta por una policía integral y adherida al pueblo. Ante este reto, observar cómo desde un castillo de naipes, amparados en una fortaleza que siempre se ha considerado inexpugnable, lo único que ha conseguido ha sido perpetuar a una élite política sin apego real y al socaire de un argumentario basado en la desconfianza y en esa mirada de reojo cuando el enemigo parece que se multiplica por mil.

Se han acabado las ventajas en la salida. Comenzar unos metros por delante, sentir que todo lo que tocas es intocable, acudir al Séptimo Sello para jugar una partida de ajedrez sin conocer de primera mano quién es tu antagonista, revolverte ante una situación paradójica, en definitiva, dejar en manos de Mikazaru-Kikazaru-Iwazaru (los tres monos sabios) las respuestas a los retos que la sociedad demanda no es más que un ejercicio antológico por asirse al castillo de naipes en plena fiesta de la confusión y pretender que cada carta aguante su vela. Y la vela parece que ya ni aguanta ni ilumina. Cosas.

(Tercera pata: los y las trabajadoras de Bahía Bizkaia Gas, en lucha. Lo que faltaba)

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