Jon Odriozola
Periodista

«Júrgol»

Ahora tienes que pagar por ver fútbol, ese producto mercantilizado que llaman «profesional» convirtiendo al aficionado en un consumidor de algo que, probablemente, ni siquiera entiende pero esun fenómeno social

En lo que tiene que ver con el planeta fútbol mi postura es reaccionaria,es decir,cualquier tiempo pasado fue mejor. Mi táctica es la Luis Aragonés, el Sabio de Hortalezas y Verduras: 1-3-2-5 y luego a ver quién achucha más, lo mismo de local que de visitante.

Y no lo digo sólo por la locura que suponen las distintas franjas horarias en que se disputan los partidos para satisfacer los intereses de los derechos televisivos que lo mismo te ofrecen un encuentro a las doce del mediodía del domingo que a las diez de la noche un lunes. Demencial. O la deuda del fútbol español con Hacienda, con clubes, estos sí, que han vivido por encima de sus posibilidades pero que se saben –los grandes– impunes contando con la indolencia de las administraciones locales y el factor político alienante y narcotizador como válvula de escape que es el júrgol.

Y, en lo deportivo, el injusto reparto de los derechos de televisión contribuye a que la Liga sea cosa de dos, algo que empieza a aburrir. Eso no ocurre ni en la Bundesliga ni en la Premier. Por no hablar de los elevados precios de las entradas que están provocando que las aficiones que pasan por taquilla, sobre todo en equipos modestos de Primera, huyan de las canchas, yendo a la piratería de señales por internet o al bar. O equipos que han desaparecido, sobre todo, y esto no se dice, femeninos.

Van a acabar con la gallina de los huevos de oro por pura avaricia. Acabaron con el pan y acabarán con el circo. No será para tanto, me dicen. No. El fútbol, algo que ya intuíamos, ¿no es cierto?, ya no es un deporte, sino un negocio y una mercancía. De sociedades deportivas se pasó a las sociedades anónimas –menos el Madrid, Barça, Osasuna y Athletic–, ergo fútbol como mercancía, para reducir la deuda. Todo inútil. Los clubs españoles se han convertido en exportadores de la materia prima que es este negocio: los futbolistas. De aquí que se mire como nunca la cantera, incluidos los grandes. Ahora tienes que pagar por ver fútbol, ese producto mercantilizado que llaman «profesional» convirtiendo al aficionado en un consumidor de algo que, probablemente, ni siquiera entiende pero es un fenómeno social. ¿Hará falta decir algo sobre los 100 millones de euros pagados por Bale? Es la «lógica» del capital...

Recuerdo cuando, joven, pusieron el alumbrado eléctrico –todo un acontecimiento a la sazón– en el mítico y legendario Old Lasesarre de Barakaldo (hoy Nou Lasesarre). Mi peña estaba orgullosa, joe, qué era aquello, oyes. Yo, sabio pirrónico, dije estas inquietantes palabras: «esto es el principio del fin del júrgol». Y añadí, como iluminado y Gran Maestre de Logia, estas premonitorias apotegmas: «ya no veremos nunca mais partidos los sábados o domingos a las cinco de la tarde después de jugar la partida al mus aprovechando la luz natural ,como en los toros, sobre todo en invierno, que Lorenzo se pone antes. Nos obligarán a ver partidos a las ocho de la noche, con luz artificial, y nuestras novias y parientas nos pondrán los cuernos con toda razón. Escuchadme bien, cuadrilla: ¡esto es el Armaggedón! Y llegará el tiki-taka, que son los aburridos rondos que hacíamos cuando entrenábamos de juveniles... ¡Arrepentíos!». Ite missa est.

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