Nikolas Xamardo González
Profesor de la UPV-EHU

Koldo Mitxelena

En este año a punto de finalizar, centenario del nacimiento de Koldo Mitxelena, se suceden los homenajes institucionales a esta figura singular de la filología vasca. Leyendo lo dicho y escrito con motivo de esta efeméride, todos los relatos, más que biografías, parecen hagiografías.

Y, sin embargo, una vez más, lo significativo no son tanto las evidencias de lo contado, que nadie discute; sino lo no dicho, lo oculto, lo que le falta al relato para decir la verdad –toda– sobre el homenajeado. Los hechos que paso a relatar considero son importantes para situar el perfil humano de Koldo Mitxelena.

Decía Jon Zarate, vicerrector de euskara de la UPV-EHU en aquel momento (20/08/15), que, en 1977, «participó en la creación de la nueva Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea, que adquiere carta de naturaleza en 1980 sobre el precedente de la antigua Universidad de Bilbao e inspirándose en la Universidad Vasca de 1936». Lo que no decía Jon Zarate es que fue el Colegio Universitario de Álava la verdadera base de la actual Facultad de Filología, Geografía e Historia; ni que todos los profesores de ese centro, excepto cinco, fueron incorporados a la nueva Facultad. Tampoco decía que Koldo Mitxelena (junto con el decano comisario, Emiliano Fernández de Pinedo) tuvo un papel determinante en la exclusión de estos cinco profesores por razones ideológicas y xenófobas (dos gallegos, dos castellanos y un alavés): un comportamiento, a todas luces, injusto y antiético.

Quiero recordar aquí, por su gravedad, los efectos de estos despidos en la salud de dos de los compañeros excluidos. Cuando denunciamos este trato discriminatorio, se nos dijo que para entrar tendríamos que pasar un concurso de méritos (algo que no se les exigió a los demás profesores que, estando en nuestra situación, se incorporaron sin más a la nueva Facultad). Es más, al tiempo que nos excluía, Koldo Mitxelena incorporaba, sin prueba ni concurso alguno, a gente de su confianza: Karmele Rotaetxe, Ibon Sarasola, Enrique Knörr o Patxi Goenaga.


No conforme con nuestra exclusión, presionó a la Junta de Gobierno de la UPV-EHU, presidida por Gregorio Monreal, para que nos excluyese a perpetuidad de la misma. Sin embargo, he de decir que, ante tamaña injusticia, el Diputado General de Araba, Emilio Guevara, el Director del Colegio Universitario, Juan Manuel Gandarias y, de forma especial, el alcalde de Gasteiz, José Ángel Cuerda, (a quienes, públicamente, reitero mi agradecimiento) intervinieron ante las autoridades universitarias para que, consumado ya el despido, se suspendiese la resolución que nos impedía poder acceder a la docencia en la UPV-EHU. Gracias a la intervención de esas personas, tras el preceptivo concurso de méritos, dos de los excluidos pudimos volver a ser profesores en la UPV-EHU.

En su panegírico, Jon Zárate, refiere también lo siguiente: «José Luis Álvarez «Txillardegi», quien también fuera profesor de la Universidad del País Vasco y nos dejara hace tres años, dijo claramente: Mitxelena ha sido el mayor erudito que haya dado el euskara y ante ello, me quito el sombrero. No cabe la menor duda. Es una de esas personas que surgen una vez en un siglo». Estas declaraciones honran a alguien de la talla intelectual y ética que acreditaba Txillardegi. Sin embargo, lo que el vicerrector de euskara no dice (algo que era «vox pópuli») es que Txillardegi no pudo ser nunca profesor en la Facultad de Filología, Geografía e Historia de Gasteiz ni miembro de Eukaltzaindia por la oposición frontal de Koldo Mitxelena, que le exigía condena expresa de ETA. 


Una muestra ilustrativa del talante intempestivo y despótico del homenajeado la refiere Xabier Kintana, quien, estando presente en una ocasión en que Pello Salaburu (a quien Koldo Mitxelena dirigía la tesis doctoral) entregó a este unos folios para su revisión, cuenta que, tras ojearlos, en un arrebato de ira, los lanzó a la cara del doctorando. En fin, Koldo Mitxelena, esa figura singular de la filología vasca, como dijo Bergamín a propósito de Menéndez Pidal, nunca fue un poeta.

 

 

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