Alexandra Ainz

La banalidad del mal

Ayudan a que un porcentaje alto de la población meta en el mismo saco a musulmanes, musulmanes fundamentalistas (en muchos medios e incluso artículos científicos se les llama «islamistas») y terroristas. No señores no; cada concepto encierra distintas realidades.

Vivimos en un mundo convulso donde los medios de, comunicación en ocasiones, e incomunicación, en otras, tienen un papel preponderantemente significativo en el devenir histórico actual. Esto es así, dada la gran influencia que tienen, entre otras cosas, en la formulación de opinión de las personas. Lo que entra por nuestros ojos, oídos, nos condiciona, inevitablemente para bien y para mal. La televisión, la radio, internet, puede despertar nuestro lado más humano, más empático, pero también la bestia que cada uno de nosotros alberga en su interior (porque sí, todo parece indicar que la tenemos).

Durante estos años que me he dedicado a investigar sobre islam, fundamentalismo y terrorismo islámico (tres cuestiones bien distintas y que, en ocasiones, confluyen, pero en otras, en la mayoría, diría yo, no) he asistido a un montón de desaciertos e imprecisiones conceptuales vertidos por parte de los medios. No pasaría nada, si estos desaciertos no tuviesen una repercusión en la población en la que impactan las distintas noticias e informaciones. El problema es que sí la tienen. Por un lado, ayudan a que un porcentaje alto de la población meta en el mismo saco a musulmanes, musulmanes fundamentalistas (en muchos medios e incluso artículos científicos se les llama «islamistas») y terroristas. No señores no; cada concepto encierra distintas realidades, las cuales se ven muy perjudicadas y estereotipadas gracias a su falta de interés en la precisión del uso del lenguaje que, a priori, vamos a pensar, muy benévolamente, que es inocente.

Hoy he leído en un medio de comunicación una noticia que hace referencia a la detención del «pensador islamista» Tarik Ramadan por un presunto delito muy grave que, sin duda, deberá pagar y espero que bien caro. Pero no, señores periodistas. Este señor no es islamista, es islamólogo. Es decir; estudioso del Islam, lo cual, una vez más, es bien distinto de lo que plantean. De hecho, si lo piensan; cambia absolutamente toda la realidad de la noticia. Si bien es cierto que el islam tiene sus muchas sombras, también es cierto que tiene sus luces y quienes investigamos y tratamos de poner de manifiesto ambas, intentado de ser precisos y por ende justos; nos vemos continuamente asediados por etiquetas que de nuevo no nos corresponden. Llevo años reflexionando, por un lado, sobre las distintas formas de terrorismo islámico, sus orígenes, sus causas y por otro, sobre cómo la población musulmana, paga por sus actos de distintas maneras en distintos países y en diferentes contextos. He asistido a lo que podemos llamar la «deshumanización del enemigo» que, en un primer lugar, sustenta sus pilares en la percepción de bloque de «esos otros» sin distinción alguna (musulmanes, islamistas, islamólogos, fundamentalistas, radicales, terroristas ¡todo vale!) despojándoles de toda humanidad posible: son malos, salvajes, irracionales, radicales, prehistóricos, violentos, bárbaros ¡qué se yo! Todos estos adjetivos, esta forma de mirarles se vuelve la justificación de cualquier atrocidad cometida contra el colectivo, porque como son malos… como son bárbaros…

El día que nos demos cuenta de que estamos condenados a entendernos, a hablar y dialogar deberemos empezar a llamar a cada cosa por su nombre. Señores y señoras de los medios, ya no les pedimos, habilidad, ni tan siquiera honestidad, fíjense, ya a penas ni eso. Estamos desencantados. Pero sí les exigimos, como mínimo; precisión. No se rían más de nosotros, porque, no se si lo saben; dificultan la convivencia y, además, hacen mucho daño.

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