Idoia Garin Uzkudun
Orreaga Nabar Estatu Pentsamendurako kidea

La canallesca

Las futuras generaciones deben heredar de todos nosotros, con hechos que ellas mismas puedan percibir, la firme convicción de que la libertad es el bien más preciado por el que un ser humano debe adoptar una posición defensiva permanente con vistas a preservarla.  

En este tercer aniversario de aquel 14 de marzo de 2020, cuando nuestras vidas fueron violentamente sacudidas, vemos oportuno realizar una pequeña recopilación de lo acontecido hasta nuestros días, con la vista puesta en no permitir que prosiga este atropello y que sus responsables respondan por ello.

Se aglutinaron, pensaron, elucubraron, concluyeron, esperaron su oportunidad y se pusieron manos a la obra para ejecutar su plan.

Dueños de los recursos expoliados a gran parte la humanidad, dictaminaron que llegó el momento de lanzar el mayor ataque de la historia contra el género humano.

¿Contra quienes iba dirigido y prosigue ese ataque meticulosamente planificado?

Contra las poblaciones bajo la órbita occidental en su conjunto y especialmente contra los que previeron que sucumbirían a la primera de cambio y además fuesen mayoría para poder de esa manera seguir con su alocada estrategia de destrucción.

Estos últimos fueron los que se dejaron recluir en prisión domiciliaria permanente y revisable mientras a las ocho de la tarde salían a aplaudir desde sus balcones y durante ese tiempo eran dejados a su suerte y abocados a una muerte «inevitable» padres, madres, abuelos y abuelas en las residencias de ancianos para que la puesta en escena fuese creíble.

Los que llegaron a aceptar que la población saliese de su reclusión domiciliaria por franjas horarias sujetas a franjas de edad. Surrealista. Aunque lo irreal nos ayuda a entender mejor la realidad.

Los que a las once de la noche corrían desesperadamente hacia sus lugares de reclusión ante la llegada del «toque de queda», donde turbas uniformadas se apoderaban de nuestras calles para asegurarse que los prisioneros se habían reintegrado a sus centros de detención en que convirtieron los hogares de una población perseguida.

Los que mostraron mucha determinación para hacerse inyectar una sustancia desconocida en sus cuerpos, pero asustadizos en cuanto a respirar aire puro en colectividad.

Los que con mucho ardor guerrero se cubrieron la cara con un tapa-bocas, deambulando como esclavos domesticados por las calles, mirando con sorpresa en algunos casos o amenazantemente en otros, a los pocos que se resistieron a la esclavitud, cuyos rostros visibles y al aire libre, respirando a pleno pulmón, se convertían en el reflejo proyectado de su cobardía, que les llegaba a los embozados.

Los que permitieron dejarse acosar por oscuros rastreadores, que de manera anónima irrumpían en sus vidas para aterrorizarlos y tenerles neutralizados en sus hogares sin motivo alguno. «Autorizándoles» a salir sólo para unas cuantas sesiones de suplicio, donde se introducía a la población un palillo por la nariz hasta el ojo si era preciso, para después, de manera indecente, manipular los ciclos de los pseudo «test» agrandándolos o reduciéndolos a su libre albedrío y según sus intereses, para mandar finalmente un SMS con el resultado del «veredicto».

Los que aceptaron –con mucho dolor y poco conocimiento– que no les dejasen despedirse humanamente de sus seres queridos, sin poder verlos, con ataúdes precintados y a diez metros de distancia del familiar fallecido ante el «alto riesgo» de que este último les «contagiase», cuando es bien sabido que un cuerpo inerte no puede contagiar ningún tipo de «virus». Claro exponente del ensañamiento llevado a cabo por la «autoridades» con las víctimas, a limites estremecedores.

Los que no exigieron, sí o sí, acudiendo a los juzgados si hiciese falta, la realización de la autopsia del familiar fallecido, al que por medio de «orientaciones» de las «autoridades», se apresuraron en incinerarlo y de esa manera no dejar rastro alguno en cuanto a averiguar las causas del fallecimiento.

Los que se dejaron inmovilizar en sus pueblos y ciudades, convertidos en prisioneros de un campo de concentración, barrido a todas horas por hordas armadas que salían con total impunidad a la caza del no embozado, incurriendo en el delito de violentar a seres humanos por querer inhalar oxígeno para poder respirar. Donde nuestros pueblos y ciudades se teñían de rojo, amarillo o verde, según el capricho de los covidementes de turno.

Los que en aquellos días presumían de «sentido común», habiéndose prestado a ser cobayas de un experimento médico para desgracia de ellos, de sus familias y de sus más allegados, visto los «resultados» de dicho «experimento». En ningún caso exigieron que se les mandase, primero y, ante todo, el consentimiento informado para dicha intervención médica, con la identificación del médico que practicase la dicha intervención, su firma y número de colegiado.

Los que por una «enfermedad viral» que deja sana al 99,99% de la población y por la cual decidieron hacerse testar sin parar y sin síntomas, siendo de facto una enfermedad mental provocada por los medios de desinformación y embrutecimiento de masas, de los cuales son fieles consumidores.

Los que para poder acceder a lugares de «ocio» o viajar, aceptaron convertirse en un QR andante, previos pinchazos, y cuya finalidad era comprobar el grado de sumisión e individualismo al que podían llegar quienes constituyen un blanco perfecto para los diseñadores del Gran Reseteo.

Los que ni se inmutaron cuando sus autoridades les comunicaron la existencia de algo médicamente inexistente: El enfermo asintomático.

Los que, desafiando la ley de la naturaleza, llegaron al extremo de sacrificar a sus propias criaturas para ser ellas también cobayas del experimento. Unas criaturas indefensas, que previamente tuvieron que sufrir un calvario impuesto e impropio de cualquier condicionante humano, víctimas de «medidas» liberticidas y dañinas para su salud física y mental, ordenadas por las «autoridades» en los centros «escolares» y ejecutadas –salvo honrosas excepciones– por quiénes se supone ejercen la docencia, ante la pasividad e insidia de la mayoría de sus progenitores, que seguían dirigiendo, en una gran proporción, su inquina y desprecio hacia las personas determinadas que desafiaban y siguen desafiando al régimen totalitario, liberticida y genocida. Niñas y niños que vuelven a estar en el centro de mira de estos depredadores, quienes no están dispuestos a dejarles vivir en paz su etapa infantil, promocionando de manera «sibilina», «encubierta» y muy «progresista» la normalización de actitudes condenables y miserables que corren el grave riesgo de derivar en delitos de pedofilia. Alentando su desorientación sicológica, fomentando y estimulando en sus espíritus dudas sobre su identidad de género por medio de campañas propagandísticas convertidas finalmente en «ley», sin tener en cuenta lo irreparable de una toma de decisión «propia» a una edad totalmente inmadura, que corre el riesgo de hipotecar su salud física y mental para el resto de sus vidas, sin poder, madres y padres intervenir para frenar esta nueva distopía que beneficiará, como no, al negocio de los emporios que giran en torno a la «salud», con futuros pacientes cronificados de por vida, por un lado, y asomando la sombra del «Estado» liberticida que prescindirá y sustituirá por el suyo el rol, que por naturaleza y básico principio humano, corresponde y asumen los padres para con sus criaturas, por otro lado. Realmente aterrador.

Finalmente, los que «volvieron a la normalidad» tan ufanos, cuando sus autoridades les conminaron a que dejasen de ser actores de esta gran farsa, eso sí, a las 00.01, cuando el decreto ley entraba en vigor y el bicho asesino, al enterarse, desaparecería provisionalmente de sus vidas, hasta que otro «decreto» lo resucite, bajo una nueva identidad e indumentaria.

Muy malos presagios se dibujan en un horizonte próximo si los componentes de nuestro pueblo, agredidos y maltratados hasta límites insospechados, no sacasen una lectura pormenorizada de estos acontecimientos ante las nuevas embestidas de las que vamos a ser víctimas en esta escalada liberticida que tiene todos los visos de que irá en aumento.

La canallesca, mientras tanto, llegó a un consenso en cuanto al objetivo estratégico de su acción, un plan que dejó exultantes a todos ellos. No era para menos, saliendo de mentes enfermas y deshumanizadas. No solamente los que habían demostrado «sentido común» se arriesgarían a ser físicamente lisiados o directamente conducidos al tanatorio en un porcentaje que desborda cualquier «previsión», como lo estamos comprobando, pero además serían responsables únicos de sus propias «autolesiones». Sobra decir que el coste básico del timo «pandémico», con sus consecuencias incluidas, sería y fue asumido por la propia víctima y a ello se le añadiría una jugosa plusvalía por cada invento «medicinal» comercializado, que sería y fue sufragado, como es «lógico», por el reo, para beneficio de los carteles organizados.
 
Una vez formulado el objetivo estratégico, quedaba por establecer cuál sería la herramienta a emplear para dar forma y emprender el primer paso, de unos cuantos más que tienen pensados, a esta estructura sociópata: Se centraron en la «salud».
 
El planteamiento entusiasmó a todos ellos: Emplearemos el comodín infalible de la «salud». Visto que están aleccionados para delegar todos los asuntos que conciernen sus modos de vida en nuestras manos, fruto de su fe incondicional y confianza absoluta en nosotros y una ciega obediencia que conseguimos revestirla de «sentido común», con acertadas y precisas dosis de terror mediático de por medio para tenerlos definitivamente dóciles, siendo el resultado de todo ello que se creerán nuestro relato delirante y lo más importante, actuarán en base a las orientaciones que provengan de nosotros sin pensárselo dos veces.

Se dirigirán voluntariamente hacia los vacunódromos, nos estarán agradecidos y pagarán el precio total –intereses incluidos– de cada pinchazo, que les haremos creer son totalmente «gratuitos», en tanto y en cuánto les volveremos a «sorprender» cuando constaten que el poder adquisitivo de todos ellos empiece a caer en picado y no les permitirá, a un gran sector de la población, ni alcanzar la segunda quincena del mes, mientras se congelarán en sus hogares.

Endosaremos todas sus penurias, tanto materiales como emocionales, al ruso malo a quien le tenemos preparado una encerrona y nos aseguraremos que dirijan todo su odio hacia este último, haciéndole responsable de todas sus desgracias y la miseria a la cual se verán abocados, a la vez que nosotros aumentaremos de manera exponencial nuestras ganancias en el sector bancario, agroalimentario, farmacéutico, energético, armamentístico y automovilístico, cuando en este aspecto, se vean obligados a desprenderse de sus autos «contaminantes» para adquirir los que nosotros les impongamos. Cosa para la cual no les alcanzará a la mayoría de ellos, como bien señala Jems Anderson, ex directivo de Wolkswagen, avisando que los que ayer conducían un corsa, mañana irán en bus.. Para ellos, estarán acondicionadas «las ciudades 15 minutos», lugares que venderemos como idílicos y que formarán parte de la gran red de campos de concentración diseñados por nuestra arquitectura made in Agenda 2030, plagada de cámaras de videovigilancia de donde para poder salir de ellas deberán tener, entre otras cosas, la «pauta completa», la huella de carbono al «día» y todo lo que se nos ocurra.
 
El «Tratado de Pandemias», que todos los supuestos medios de comunicación silencian, hará el resto. Por ser breves con este asunto, se trata de un Tratado en que la O.M.S, activando el artículo 19 de su constitución, tendrá potestad, en cuanto vuelvan a accionar otra plandemia, para convertir en obligatorias para las poblaciones todas las orientaciones que emanen de dicha organización, por encima de las leyes nacionales o internacionales y de las propias constituciones de los Estados, siempre y cuando estos últimos den el visto bueno a dicho Tratado. Cosa de la que nadie en su sano juicio puede dudar, visto que todas las estructuras estatales y derivados, del campo occidental, son corruptas y están vendidas a quiénes financian y dirigen el Gran Reseteo, siendo la O.M.S un peón más a las órdenes de los grandes carteles. Será de hecho, un simple anticipo de ese gobierno mundial al que pretenden llegar y para el cual las naciones deben ser destruidas.   

No es de descartar que llegue el momento en que los que no tienen intención alguna de inyectarse el veneno, más los que han denunciado este ataque premeditado contra la humanidad por medio de redes sociales, totalmente controladas, su geolocalización incluida, por los depredadores, se conviertan en una especie de grupo de testigos, y dentro de las organizaciones criminales los testigos molestos suelen correr un grave riesgo en cuanto a su integridad física. Más, si tenemos en cuenta el caos planificado por venir, entre las obscenas provocaciones de la OTAN para con la Federación rusa y la nueva plandemia climática en marcha meticulosamente orquestada por los mismos que nos mortificaron aquel mes de marzo de 2020 y el bloqueo y colapso de nuestras economías caseras al que pretenden llevarnos bajo la Dictadura del control numérico que penalizará todo tipo de comportamiento que se oponga a su totalitarismo.

En relación a la embestida del occidentalismo contra lo que supone para ellos la Federación rusa, la rotunda oposición de esta última a su Nuevo Orden Mundial pretendido por las Élites financieras occidentales que manejan los hilos de la política atlantista, raíz y origen de este conflicto, queda bien reflejado en esta afirmación del ministro de asuntos exteriores de la Federación rusa, Serguéi Lavrov, quién además, define de manera muy resumida y con gran precisión la característica de ese pretendido Nuevo Orden Mundial, para quien sepa y quiera entenderlo. Según Lavrov: «Occidente quiere revivir el Orden Mundial Unipolar Neocolonial, interferir en el proceso objetivo de formación y surgimiento de nuevos centros mundiales hegemónicos para recaudar auténticos trIbutos de la humanidad. Es por ello, que a lo largo de 2022 Moscú ha buscado puntos de apoyo no occidentales en el campo de las relaciones internacionales.» Esos tributos a los que se refiere el autor de esta declaración no son solamente financieros...

Para muestra otro botón sobre lo que el occidentalismo nos intenta esconder sobre los motivos de este conflicto que va a más y que el presidente de la Federación rusa, Vladimir Putin, lo describió hace apenas unas semanas de la siguiente manera: «Ahora, el período histórico de dominio total de Occidente en los asuntos mundiales está llegando a su fin. El mundo unipolar se está convirtiendo en una cosa del pasado. Estamos en un giro histórico, por delante está probablemente la década más peligrosa, impredecible y al mismo tiempo importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Tener el poder sobre el mundo es la apuesta de Occidente, un juego ciertamente peligroso, sangriento y sucio».

Remataba en el mismo año 2022, el actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación rusa, Dmitri Medvedev, con la siguiente, tajante y más que enigmática quizás esclarecedora afirmación: «Nuestra causa es justa. Enfrente, Moscú tiene a un mundo moribundo de nazis drogadictos locos, sus gentes aborregadas y asustadas y una manada de perros de la perrera occidental que hacen la guerra a Rusia. Nos hemos alzado contra ellos. Naciones violadas por los esclavistas esperaban el despertar de Rusia y el hundimiento del podrido orden mundial. Nuestro fin es detener al señor supremo del infierno, sea su nombre Satán, Lucifer o Iblís.»

¿Contra quienes afirman haberse alzado la Federación rusa? Bien podría ser contra la intencionalidad de individuos como Eric Roll, que fue presidente del Banco de Inglaterra entre 1968 y 1977 y presidente de reuniones del Club Bilderberg en 1985. Relevante apuntar que Eric Roll era además presidente de S.G. Warburg & CO, una firma que nos remite al banquero James Paul Warburg, íntimamente ligado a la casa Rothschild, quien en su discurso ante el Senado de EE.UU, el 17 de enero de 1950, sentenció: «Tendremos un Gobierno mundial, guste o no guste. Solo falta saber si lo alcanzaremos por consenso o imponiéndolo por la fuerza.»

Al parecer, no ha habido consenso...

Expresaba Frédéric Bastiat que «Cuando el saqueo se convierte en el modo de vida de un grupo humano en una sociedad, no tardarán en crear un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique.» Apuntaba así mismo James Dresden «Cuando una red de mentiras bien empaquetada le ha sido vendida a las masas a lo largo de generaciones, la verdad parecerá completamente absurda y su portavoz como un loco delirante.» Añadiremos el furibundo ataque y campaña de descrédito al que ha sido sometido el actor estadounidense Woody Harrelson por parte de los medios de comunicación oficiales por apuntar a lo que hoy en día es vox populi. El actor se refirió a un guion leído y representativo de lo que sucede hoy en el mundo occidental: «La película va así. Los mayores cárteles de la droga del mundo se reúnen para comprar a todos los medios de comunicación y a todos los políticos y obligan a toda la gente del mundo a permanecer encerrada en sus casas. Y la gente sólo puede salir si toma las drogas del cártel y siguen tomándolas una y otra vez. Tiré el guion. ¿Quién iba a creerse esta locura?».

A estos últimos, a la canallesca y a quiénes «promocionan» hasta la indecencia las «vacunas» experimentales ARN-m, sin tomar en cuenta de ninguna manera –por imposible– los efectos adversos para la salud a corto, medio y largo plazo, así como a los que obedecen a estas perversas consignas y las ejecutan, deberían saber que el hecho de atentar contra la vida ajena por medio del empleo o administración de sustancias de naturaleza desconocida (o no tan desconocida) y con riesgo de producir la muerte, constituye un envenenamiento y es castigado con largas penas de reclusión criminal.

Del mismo modo, la sospechosa aprobación, a todo correr y al unísono, por parte de los países occidentales, en cuanto a la legalización de la eutanasia hace sonar las alarmas.

¿Se atrevería alguien a descartar que esta operación médica no necesitase de la aprobación –sino la coacción– del sujeto intervenido y no necesitase tampoco del consentimiento aclarado e informado, como ha ocurrido con las vacunas covid-19? ¿Decidirá a la postre el «Estado» quién debe ser sometido a dicho procedimiento por razones x? ¿Una condena a la pena capital encubierta? Los seres humanos considerados no productivos, es decir no aptos para ser esclavizados por las Elites financieras, pueden tener muchos boletos para ser convertidos en «pacientes» de dicha intervención «médica».

De los diversos frentes que tienen abiertos, horroriza las declaraciones públicas efectuadas por el arqueólogo Eudald Carbonell y ex profesor de la Universidat Rovira i virgili, en las cuales indica que a finales de este siglo seremos cuatro especies humanas.

El homo editus: los que serán editados en laboratorios.

El homo prótesis: los que serán modificados genéticamente para poder hacer frente a patologías.

El homo sapiens restrictus: los que no serán modificados.

El homo ex novo: los que se harán a nivel de mecatrónica.

Incide «en que debemos caminar hacia una autoedición, con la posibilidad de integrar máquinas y humanos, sacar el máximo partido a la inteligencia artificial y a la mecatrónica y convertirnos en protagonistas de la evolución, rompiendo la barrera de lo orgánico y lo inorgánico».
El transhumanismo en todo su esplendor.

Y nosotros nos preguntamos: ¿Quién decidirá sobre quiénes deben ser modificados y quiénes serán «los que no serán modificados»?

De momento, este arqueólogo ha acertado en parte de su «predicción». Ya existe el homo prótesis, modificado genéticamente por medio del ARN-m, pero no precisamente con el fin de hacer frente a «patologías», sino más bien todo lo contrario. Aunque el susodicho se refiere a embriones genéticamente modificados.

Como también existe el homo sapiens restrictus, al que las autoridades «sanitarias» no han logrado aún echarle el guante. Todo se andará... ¿Verdad que sí?

El hecho de hacer públicas estas «revelaciones», sin pudor alguno, por parte de los mass media, nos sitúan ante la banalización de semejante monstruosidad y a la vez, nos van preparando para que asumamos con «naturalidad» el fin de la humanidad en tanto y en cuanto un componente más de la naturaleza, rompiendo esa barrera que menciona, en este caso, el dicho arqueólogo.  

Estamos ante la mayor obra de ingeniería social que para sí hubiese deseado su diseño y ejecución el mismísimo Adolf Hitler, un aprendiz al lado de esta sociopática canallesca inmunde. La única diferencia manifiesta con aquellos tiempos abyectos es que la población nazificada entonces y covidianizada hoy, ahora no levanta el brazo compulsivamente, sino que lo expone periódicamente para que se lo atraviesen.

Los predadores no tienen inconveniente alguno en despachar todas las acusaciones fundadas que se ciernen sobre ellos propagando el mantra, por medio de sus altavoces mediáticos, de que se tratan de teorías de la conspiración que deben no sólo ser ignoradas, sino desacreditadas y al poder ser, silenciadas.

Esta implacable crítica, que no resulta ser un plato de buen gusto, hacia una mayoría que ha permitido y obrado, consciente o inconscientemente y a veces forzada en contra de su voluntad, para que la canallesca pudiese avanzar en su proyecto, es un llamamiento para que asuman su responsabilidad. Asumir su responsabilidad es reconocer el daño y el error cometido, con vistas a revertir la situación. Si la canallesca ha adquirido una cierta ventaja gracias a la colaboración de los que pensaban actuar con «sentido común», estos últimos harían bien ahora en unirse a la masa crítica que tiene como objetivo frenar y neutralizar los ataques y desmanes aquí enunciados. En esta trinchera nos tenéis a miles de seres humanos esperándoos. El miedo no debe guiar la conducta de ninguno de nosotros. Al miedo se le derrota sumando número, voluntades y actividades.

Juntos, preparados y organizados, somos imparables. No subestimemos la fuerza del pueblo, que cuando da el paso, la canallesca retrocede.

Viven de sacudir el recipiente, donde las hormigas rojas y las hormigas negras, que hasta entonces vivían pacíficamente, a raíz de la sacudida, se enfrentan las unas a las otras.

Esas hormigas acosadas dentro de dicho artilugio somos todos a quiénes van dirigidos estos ataques coordinadamente preparados y ejecutados.

Debemos encontrar la manera de salirnos del mencionado recipiente y dejarles huérfanos de ese juguete, con el cual piensan seguir divirtiéndose hasta lograr nuestra extenuación en este languideciente «divide y vencerás».

De no producirse una reacción popular que evite entrar en una espiral liberticida sin precedentes, ellos seguirán entonces de manera sigilosa y acompasada con su agenda, esa Agenda 2030 cuyo logotipo es publicitado por las «instituciones públicas» en todo tipo de medios que se prestan a ello e incluso insertada en el material escolar de nuestros críos y crías. Un logotipo Davosiano, que tiene como banderas el liberticidio, la esclavitud, el eugenismo y el transhumanismo, heredero político de la cruz gamada Hitleriana y que sin embargo pasa desapercibido e incluso asumido con total desinformación por la mayoría de las poblaciones del planeta tierra, donde dicho símbolo está presente y cuyo diseño, «alegre» y multicolor, es la señal de un mundo unipolar sombrío y decadente del cual cada ser humano –aun sobreviviente– será un simple objetivo numerado apto para la esclavitud.

No seamos sin resistencia los instrumentos de su demencia, las futuras generaciones deben heredar de todos nosotros, con hechos que ellas mismas puedan percibir, la firme convicción de que la libertad es el bien más preciado por el que un ser humano debe adoptar una posición defensiva permanente con vistas a preservarla.

¿Cuándo vuelvan a las andadas, qué postura política adoptaremos? Porque ellos vuelven, nunca se han ido, siguen al acecho, observándonos y disponen de un amplio catálogo temático de medidas liberticidas a activar, una detrás de otra, a menos que les impidamos dar el siguiente paso.

Bilatu