Juan Mari Arregi

La «Capilla de los Mártires» franquistas de Durango

En el cincuentenario de la muerte del dictador Franco estaba recordando algunas consecuencias de la complicidad de la jerarquía de la Iglesia católica no solo española, también vasca, con su régimen fascista, cuando saltó en GARA una noticia sobre el tratamiento de los «monumentos a los caídos» en Iruña. Monumentos a los caídos, lápidas u otros símbolos franquistas en el seno de las iglesias vascas, no solo ha habido− ¿y sigue habiendo?− en Iruña y Nafarroa, sino también en el resto de Hego Euskal Herria.

Aportaré algún dato histórico al respecto procedente de Bizkaia y en especial de la iglesia de Santa María de Durango. Para situarnos, sintetizamos antes la polémica suscitada en Nafarroa tras un editorial de GARA (24-5-25) y replicado por un grupo memorialista (GARA, 28-5-25).

El editorial apoyaba sin fisuras la postura del alcalde de Iruña de continuar con el proceso de lavado de cara del Monumento de los Caídos de Iruña y opinaba que las asociaciones de víctimas del franquismo deberían aceptar el ofrecimiento de colaboración de Asiron para trabajar en la reasignación de Los Caídos. En síntesis, la alcaldía de Iruña pretendía mantener el Monumento a los Caídos con la apertura en él de un centro antifascista.

Las asociaciones memorialistas navarras, o al menos la que replicó el editorial de GARA, disienten y apuestan por la destrucción de dicho monumento. El Monumento a los Caídos, dicen, «no es un lugar de memoria, es un edificio de exaltación franquista, símbolo de opresión, que debe ser eliminado como cualquier otro símbolo franquista, estatuas, placas, laureadas, cruces de los caídos, etc., para empezar a reconocer y reparar a las víctimas del franquismo y para cumplir con la Ley de Memoria Democrática aprobada por PSN, EH Bildu y PNV en el Congreso. Parece que les da miedo derribar un símbolo tan grande».

Pues bien. El franquismo, sostenido por la mayoría del episcopado español, logró su apoyo y complicidad expresada de diversas formas. Una de ellas fue la exaltación de sus «Caídos por Dios y por España», calificados como «mártires». Para ello consiguió que muchas de las parroquias no solo españolas, sino también vascas, pudieran exhibir en sus paredes exteriores e incluso interiores símbolos franquistas como las lápidas en recuerdo de los «Caídos por Dios y por España». Los «mártires» franquistas.

Lápidas que, en muchos casos, a lo largo del periodo franquista y siguientes, mientras persistieron, fueron objeto de «pintadas» o/y de destrozos por parte de activistas antifranquistas y abertzales. Quien suscribe, de sacerdote en su día en la parroquia de Ortuella, en 1966-1969, puede asegurar que la lápida franquista que, en este caso, se encontraba en su exterior, fue pintada y destrozada por militantes de ETA.

En Durango, la parroquia de Santa María tenía en su interior un monumento que en tiempos del franquismo era llamado «La Capilla de los Mártires». En ella, entrando desde el pórtico pequeño a la izquierda, había una gran lápida de mármol encima del altar en la que figuraban decenas de nombres de los «españoles durangueses y de la zona, Caídos por Dios y por España, fusilados en la Cruzada», en referencia a la guerra civil. Eran los nombres de «bravos requetés del Duranguesado que lucharon y murieron en defensa de España en los frentes de Asturias, en la cruenta batalla de Teruel, en el Maestrazgo, Nules, a las órdenes del bilaureado Varela, de Muñoz Grandes, de García Valiño»...
La discriminación fue evidente. Antes de ser bombardeada Gernika, lo fue Durango en marzo de 1936, donde fueron asesinadas cientos de personas, entre ellas quien oficiaba una misa en esta iglesia. Frente a aquella «Capilla de los Mártires» franquista, ningún recordatorio de ese bombardeo genocida exhibió esa iglesia.

En esa capilla ondeaban las banderas españolas, falangista y requeté, y siempre encendida una lámpara. Una vez al mes se celebraba allí una misa oficiada por Pedro Aboitiz, Juan Olazaran, Felipe Uribe, reconocidos curas carlistas franquistas. En 1965, jóvenes abertzales rompieron las banderas y posteriormente se celebró un «acto de desagravio el día San Antonio contra el vandálico atentado».

La presencia habitual en misa en esta parroquia durante los veranos del presidente de las Cortes españolas, Esteban Bilbao, así como la del arzobispo Javier Lauzirica, de Iurreta, conocido como el «obispo del Régimen de Franco», y la del general Varela, casado con Casilda de Ampuero Gandarias, con raíces y palacete en Durango, algo tendrían que ver con toda aquella exaltación franquista.

Durante mucho tiempo, esa capilla albergó el altar sobre el sepulcro, que se exhibía en las procesiones de Semana Santa. Sobre el altar se encontraba esa gran lápida franquista. En su día, se decidió cubrirla y taparla. Hoy desconocemos si se decidió también eliminarla o solamente taparla. Quien quiera ver lo que fue aquella capilla, se encontrará hoy que la pared central donde se ubicaba la lápida franquista está cubierta por un velo negro. ¿Se mantiene o no aquella lápida franquista bajo ese velo? Es toda una incógnita. Hasta hoy, pese a nuestros intentos, ninguna autoridad eclesiástica ha podido confirmarnos.

Estoy seguro de que si se hiciera una encuesta en la villa duranguesa sobre el conocimiento de aquella Capilla de los Mártires, muy pocas personas, salvo algún historiador, recordarían. Es necesario recurrir a la memoria histórica para que nuestra juventud en especial conozca lo que fue aquel período histórico franquista, entre otras cosas la complicidad de la Iglesia con su Régimen y sus consecuencias en nuestras vidas y pueblos: bombardeos, muertes, cárceles, exilio, torturas, exaltación de sus «mártires» y condena y cunetas para sus «enemigos».

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